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"Esa cámara debería estar escondida, el ladrón no debe saber desde dónde le vigilan"

Noah Charney, experto en seguridad de arte, visita el Thyssen para presentar una guía de museos

El dedo índice de Noah Charney señala hacia la cámara de vídeo-vigilancia atornillada en el techo de la sala del museo Thyssen, donde reposa la obra El joven caballero en un paisaje, del veneciano Vittore Carpaccio. "Ves, esa cámara debería estar escondida. Un ladrón no puede con la incertidumbre de no saber desde dónde le están vigilando". Catalogado como uno de los mayores expertos en prevención contra robos de arte (ha asesorado al FBI y a Scotland Yard), Charney (New Haven, 1973) ha pasado por Madrid para presentar cuatro libritos, titulados De Museos (Planeta), donde cuenta de forma "amigable" y "abreviada", los secretos e historias de obras atesoradas en los mayores centros de arte de Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao.

Charney también ha escrito literatura de ficción. El ladrón de arte es el título de su primera novela, publicada en castellano bajo el sello de Seix Barral. En un inglés cadencioso confiesa que tiene una segunda historia bajo el brazo y que saldrá publicada en EE UU el próximo octubre. El libro se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Como estudioso de la personalidad de Hermann Göering, robusto ministro de Hitler y coleccionista de arte enfermizo, Charney se topó con una historia tan interesante como rocambolesca. Hitler y Göering mantenían una rivalidad constante por ver cuál era capaz de conseguir primero ciertas pinturas en las que estaban interesados. Los Nazis tenían una unidad dedicada única y exclusivamente al robo de arte, denominada la EER (según sus siglas en alemán). Las piezas que sustraían de los territorios ocupados, tenían como destino el museo parisino de Jeu Pome, donde se llegaron a depositar varios cientos de cuadros. La historia de Charney se inspira en la pieza más apetecida por los dos jerarcas nazi: El Políptico de la adoración del cordero místico. Un retablo de grandes dimensiones terminado en 1432 por el holandés Jan Van Eyck. En palabras de Charney, uno de los trabajos de arte más propenso a ser robado a lo largo de la historia, si no el que más. "Göering y Hitler se retaban uno al otro para ver cuál era capaz de robar primero a la ERR. Hay documentación que constata por lo menos 12 visitas de Göering a Paris, sin ninguna justificación desde el punto de vista táctico ni militar", apunta.

El experto en arte afirma que en general las pinacotecas en España están bien acorazadas. Hace un par de años visitó la Biblioteca Nacional para dar una conferencia sobre seguridad de archivos. Se entrevistó con el jefe de seguridad de El Prado y dice que quedó muy "impresionado" con los esquemas de protección en los centros de arte en España. Le preocupan algo más las iglesias, sobre todo las de los pueblos. Cuenta, por ejemplo, que en Italia, donde está afincado desde hace unos años, hay alrededor de 9.500 templos. Todos con al menos una obra de arte importante, y todos desguarnecidos. Los sistemas de protección son muy precarios. "A algunas iglesias las sostienen fundaciones, y hay cámaras de video-vigilancia, pero no las utilizan porque no hay dinero para pagar las facturas de la electricidad". Desde ARCA, empresa que fundó hace tres años y que se dedica a asesorar museos en temas de seguridad, ha iniciado gestiones con la arquidiócesis de Venecia para evaluar e instalar sistemas de seguridad de forma gratuita en algunas iglesias. "Se trata de llamar la atención sobre el tema e impulsar a las iglesias de otras partes para que preserven su patrimonio", explica.

El error más frecuente en el que incurren los museos, dice Charney, es asignar personal no calificado a la protección de sus obras. "En general, para todos los museos, delegar responsabilidades en demasía a sus guardias de seguridad es muy poco confiable para los sistemas de defensa". Son muy evidentes y casi nunca están entrenados para responder de forma adecuada en casos de emergencia. Y añade: "Una de las cosas que hacemos en ARCA, es dar clases sobre cómo se debe entrenar al personal de seguridad". El porcentaje de obras recuperadas es bastante bajo: diez de cada cien. "Entre más famosa sea la obra es más fácil de recuperar".

Los "ladrones flash", así se les denomina a los tipos que ejecutan las últimas modalidades en robo de museos. "Entran fuertemente armados durante las horas de apertura al público, a plena luz del día. Agitan de forma amenazante las armas para un lado y otro, atemorizan a los visitantes, gritan, agarran obras que están cerca de las salidas y se las llevan. Apagan las alarmas, que da igual porque el tiempo de respuesta en la mayoría de los museos es de 3 a 4 minutos, entonces si logran salir en menos de ese tiempo no importa". Los ejemplos abundan: en 2004 en el museo Munch de Oslo; en el museo de arte de Estocolmo en 2001, el año pasado en Zúrich. Hoy en día nadie roba arte por las noches, asegura Charney. Los museos están muy protegidos y la tendencia muestra que los robos de día se han venido incrementando. "La misión de todo museo es darle al visitante un paseo cómodo y agradable por sus salas y proteger el arte, y allí hay dos conceptos contradictorios", apostilla.

EFE

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