Un siglo del bautismo aéreo
Los primeros vuelos sobre San Sebastián hace 100 años acabaron en tragedia - El piloto Humbert Leblon falleció al caer al mar
Hace 100 años la aviación era la sensación en Europa al calor de los avances técnicos. Francia era el centro mundial de la aviación y la burguesia donostiarra, siempre atenta a todo lo francés, fundó el Aeroclub Fomento de la Aviación y logró contratar para una exhibición al piloto francés Humbert Leblon. Hijo de una familia aficionada a las carreras de coches, de 37 años, Leblon aceptó oficiar el bautismo del aire de San Sebastián. Firmó por cuatro vuelos a cambio de 12.000 francos, unos 42.000 euros de hoy en día. La exhibición fue triunfal pero acabó en tragedia: en el vuelo de propina el avión cayó al mar y el piloto falleció ahogado.
Se cumple ahora un siglo del la que San Sebastián vió por vez primera un avión sobrevolando la bahía de la Concha. El Aeroclub había construido un cobertizo para mostrar el avión y una tribuna para disfrutar del espectáculo previo pago.
El accidente se produjo en el vuelo de propina despues de cuatro exitosos
El aeroclub donostiarra se adelantó a una exhibición en Biarritz
Leblon declaró que las instalaciones eran magníficas. Otro piloto se había negado a volar sobre la bahía. El único trazado posible después de despegar de la playa era "una ratonera circular". Virar era todavía una aventura para los aviones de la época.
Leblon se la jugó. El 27 de marzo tuvo problemas en el despegue, pero superó las dificultades y logró volar durante cinco minutos: Ondarreta-Alderdi Eder y vuelta. El tendido aplaudió a rabiar. La prensa local ignoraba, o prefirió ignorar, los vuelos en Barcelona y Madrid, pero aún así era un tercer puesto muy meritorio y, lo que seguramente era más importante, habían ganado a Biarritz, donde para inaugurar el aeródromo que los casinos había financiado como reclamo turístico iba a volar dos días después Louis Bleriot, el primer piloto que había crizado el canal de La Mancha.
Los vuelos de Leblon sobre La Concha fueron ganando en duración y altura. El 29 de marzo, por tratar de lucirse, el tercer vuelo acabó cayendo al mar a la altura del Pico del Loro. Rescatado y reparado rápidamente el avión Leblon completó al día siguiente los vuelos contratados a total satisfacción de la ciudad. La buena sociedad donostiarra dio una cena en su honor en el Hotel Londres donde se le hizo entrega del estipendio acordado, más una gratificación de mil francos, un reloj para él y un alfiler para su esposa. Nobleza obliga, decidió dar el 2 de abril un quinto y último vuelo como regalo de despedida. Sin que estén claras las causas, durante el mismo el avión cayó a la bahía y Leblon, quizás inconsciente, se ahogó antes de que pudiesen llegar hasta él.
Leblon había subido a San Sebastian al podio de la modernidad y muerto en el intento. ¿Se podía pedir desenlace más heroico, figura más trágica, cumplido mayor a la Bella Easo? El siguiente piloto contratado por el Aeroclub decepcionó. No sufrió percances en su último vuelo.
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