El nuevo icono de Bilbao
La Biblioteca de Deusto se convierte en parada obligatoria de turistas y arquitectos.- Su directora muestra los entresijos del edificio
Armados con cámaras de foto lo observan y tocan todo. Como el miope, a tan sólo cinco centimetros, para escrutar las vetas de la madera o como un niño pequeño que no tiene reparos en tirarse por el suelo. Un grupo de seis alumnos, tres chicos y tres chicas, de la escuela de arquitectura de la Universidad de Harvard están de visita en la biblioteca de Deusto, en Bilbao. Les acompaña uno de sus profesores Spiro Pollais y la directora del archivo, Nieves Taranco.
Recorren las cinco plantas del edificio diseñado por Rafael Moneo y abierto al público hace poco más de un año. Desde entonces se ha convertido en un icono arquitéctonico de Bilbao y parada imprescindible de turistas, artistas y estudiantes de arquitectura de visita en la ciudad. La biblioteca cuenta con cerca de un millón de vólumenes, 1.000 puestos de lectura y unas 350.000 entradas al año.
El archivo cuenta con un millón de libros y 1.000 puestos de lectura
El fondo antiguo reúne cerca de 70.000 ejemplares de diversa temática
Taranco desengrana los secretos de su biblioteca y todo aquello que el usuario nunca podrá ver. Como el espacio angosto, de apenas medio metro, que separa las dos fachadas del edificio y que alberga la iluminación. Dirige a los visitantes hasta el último piso y tras una puerta de emergencia les invita a salir al pasillo, con suelo de rejilla, no apto para quien sufra vértigo. Un "oh" infinito acompaña la sonrisa de los alumnos.
La directora les explica el lenguaje de la construcción y cómo se comunica con su entorno. O "los dos diálogos del edificio" con el Guggenheim, a su derecha, y con la Universidad a la que pertenece, del otro lado de la Ría. Hace un alto en una de las salas vacías para no interrumpir el trabajo de los que estudian. Sólo dos de las esquinas del edificio cuentan con amplios ventanales desde donde se puede contemplar el exterior. Son las dos aristas que dan a sus ya referidos vecinos. Las dos únicas vistas que se otean desde el archivo.
Pero lo que colma la curiosidad inquisidora de los visitantes es el depósito de libros antigüos. Una habitación cuadrada de dos alturas que esconde 70.000 ejemplares. Incunables, obras impresas del siglo XVI al XVIII bajo una temática multidisciplinar: filosofía, teología, derecho o estudios vascos. La sala, revestida de madera sin tratar, cuenta con un sistema de conservación para controlar la temperatura y la húmedad.
"Los libros son elementos que están vivos y tienen que vivir en su medio. Su piel responde a las variaciones de temperatura, al igual que el papel. Hay que cuidar que no salgan hongos y las plagas de insectos", detalla la directora.
Aquí también deja a los visitanes hacer a su antojo. Palpan los libros, curiosean entre biblias y atlas del siglo XVI. "¿Podemos tocarlos?", preguntan los alumnos de Harvard. "Los libros están hechos para tocarlos. Eso sí, con cuidado", autoriza Taranco. "Y, ¿América?", inquieren.
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