Valladolid da hoy su último adiós a Miguel Delibes
El funeral se celebrará en la catedral y después el escritor será enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de la ciudad.- Alrededor de 15.000 personas desfilaron ayer por la capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento
Después de un intenso día de despedidas en la capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento de Valladolid, por la que ayer desfilaron alrededor de 15.000 personas para dar su adiós al escritor, Miguel Delibes será enterrado hoy en el Panteón de Hombres Ilustres de Valladolid. Un honor al que accedió con una sola e innegociable condición: que allí, junto a sus cenizas, descansaran las de su mujer, Ángeles, fallecida hace 35 años. Y Ángeles estará, junto a José Zorrilla, Rosa Chacel, el general José Almirante Torroella, el bailarín Vicente Escudero y, por supuesto, su esposo.
Consciente de lo que significaba para su tierra y a pesar de ser poco amigo de cualquier tipo de fasto, Delibes también aceptó en vida una capilla ardiente pública y un funeral en la catedral de Valladolid. El cortejo partirá a las 12.00 horas desde el Ayuntamiento para llegar a la catedral de Santa María, donde está previsto que la misa comience a las 12.30 horas.
"No era sólo un gran escritor sino un buen vecino", dice Martín Garzo
Sobria, lacónica y llana. Así definió una vez Miguel Delibes la relación del pueblo vallisoletano con la Semana Santa y así se podría definir la despedida que ayer ese mismo pueblo le brindó a él. El drama castellano, dijo el autor de Los santos inocentes, se muestra como lo que es, ni más ni menos. "La belleza de sus procesiones, ha de buscarse pues, en su sobriedad, su llaneza y su laconismo. Otra cosa sería una inconsecuencia, incompatible con nuestro temperamento".
El féretro con los restos del novelista llegó a primera hora de la mañana al Ayuntamiento de una ciudad que sólo mantuvo un acto oficial del día: el pregón de esa Semana Santa que tanto gustaba al escritor. En la sala: un retrato de 1977 depositado en las Cortes de Castilla y León y un busto con el rostro del escritor que pertenece al teatro Calderón. Su familia, una tribu que se abrazaba, sonreía o lloraba con la naturalidad de los que se protegen entre sí. El bullicio de las primeras horas se fue dispersando a lo largo del día. A la hora de comer se cerró por una hora la sala y volvió la aglomeración a las puertas.
En una mesa repleta de novelas suyas, desordenadas por los que se paraban a releer algún pasaje, el libro de condolencias abría paso a sentimientos más encendidos: "Gracias por dejarnos la conciencia, como me explican mis padres". "Gracias por descubrirme el mundo de la lectura". "Gracias maestro te echaremos de menos de nuestros paseos por el Campo Grande". "Un vecino con la cualidad de ser humilde. No necesitaba demostrar nada. Milana bonita". "Camino olvido, del páramo sombrío, la luz atraviesa nuestras vidas, es cuando el aire vuela sobre aquel ciprés erguido". Ni los niños quisieron dejar de escribir su despedida.
"Hablar de Miguel Delibes es diferente desde Valladolid que desde otro lugar", afirmaba el escritor Gustavo Martín Garzo. "Aquí pasó toda su vida y para Valladolid Delibes no era sólo un gran escritor sino un buen vecino. Alguien que paseaba cada día por la calle, un hombre generoso con su tiempo". Garzo recordó cómo el autor solía acudir a las presentaciones de libros de jóvenes autores o cómo siempre devolvía cualquier atención con una nota escrita a mano. "Será difícil imaginar esta ciudad sin él. Fue un gran moralista, un hombre en la estirpe de Camus, que escribió sobre la relación del hombre con su comunidad y con su entorno. Le bastaron dos palabras para alcanzar una de las cumbres de nuestra literatura: milana bonita".
La fama de hombre hosco, de castellano seco y duro, sonaba ayer a elogio en boca de sus compatriotas. Porque era tierno y generoso también y porque son pocos los que no se traicionan a sí mismos. A las seis de la tarde, el Ayuntamiento calculaba que ya habían pasado unas 11.000 personas por la capilla ardiente. Y no pararon de llegar. De las cien coronas de flores (de la de claveles y rosas rojas que envió el Ayuntamiento del valle de Sedano a la blanca y gigantesca del Real Madrid), sólo una estaba a los pies del féretro. Ponía: "Parte de lo que soy se lo debo a Miguel Delibes". No la firmaba nadie.
El adiós de Leguineche
Así se despidió el periodista Manuel Leguineche de su amigo: "Querido Miguel, recuerdo el telegrama de Fraga diciéndote: 'Miguel, me estás jodiendo el experimento...' Hasta los últimos años de tu vida te salvaste de todas las vicisitudines, como siempre, con tu buen sentido del humor, que aplicaste a todo lo que hiciste en la vida.
Te merecías algo mejor que esto. Los últimos años fueron algo tristes, aunque la tristeza no cabe tomársela al pie de la letra, acentuando la visión más sombría de la vida. Pero te has salvado. Como siempre, por tu sentido del humor".
Babelia
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