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Teatro emocional para el 'carpe diem'

La obra de teatro Liboria se puede ver hasta el día 24 en la nave Ivanow de Barcelona

Liboria es un estado universal que todos llevamos dentro, una especie de libertad existencial que, a menudo, vamos perdiendo con la edad, cuando pensamos más en el futuro que en el presente. Pedro Gutiérrez y Jordi Vall-Lamora han escogido esta sensación de carpe diem para poner nombre a su recién nacida compañía y a su primer espectáculo, que presentan hasta el domingo en Barcelona.

"Queremos hablar del aquí y ahora", resume Gutiérrez, "del estar sin limitaciones, en definitiva, de la libertad". Un reto que la compañía afronta desde la emoción, alejándose "del teatro racional". La obra apenas tiene texto. Sólo danza y música en directo. La estética, el clima y la luz explican la historia de los protagonistas "de manera visceral".

Jordi Vall-Lamora interpreta a un liboriano, una persona que viene de otro lugar, "con otras ideas, con otras intenciones y con una manera diferente de ver la vida". Vive el presente y todavía no ha perdido esa libertad existencial de los niños. El hombre se encontrará con una mujer, encarnada por la bailarina Idurre Azkue, a quien hará descubrir su propia liboria. "Ella representa el círculo de la vida porque encierra todo lo que somos, como las muñecas rusas", explica el director, "primero es hija, luego niña, después mujer y finalmente madre".

Gutiérrez, que también tiene experiencia en cine y televisión, ha invertido en este proyecto todo lo que ahorró en un año y medio de gira con La Fura dels Baus. De hecho, ha rechazado un papel en el próximo espectáculo de la compañía catalana para dedicarse plenamente a la suya. "Me gusta contar aquello que me inquieta y me apetece estar detrás del telón, tener una visión más global del espectáculo", explica el alter ego del líder terrorista en Boris Gudonov, el último montaje de La Fura.

Liboria, que se puede ver hasta el día 24 en la nave Ivanow de Barcelona, cuenta también con la música en directo de los pianistas Abel Boquera y Guillermo Esteban Zapatero. Sus melodías "lenan el espacio de color y volumen" y conviven con otro tipo de música, más prefabricada: sonidos electrónicos creados por ordenador que "identifican a los personajes y recrean su atmósfera". La figura que los une, que además abre y cierra el espectáculo, es el arquero, un antiguo signo zodiacal que representa el proceso cíclico que describe la obra, explica Gutiérrez, "el cambio y la velocidad".

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