Fama... ¡A pintar!
El coleccionista Charles Saatchi busca nuevos talentos del arte contemporáneo mediante un 'reality show' de la BBC
Los jóvenes aspirantes a convertirse en el último descubrimiento del publicitario y coleccionista británico de origen iraquí Charles Saatchi no sabrán dibujar, pero sueñan con el estrellato que sólo es capaz de proporcionar este mecenas, verdadero rey Midas del arte contemporáneo. La BBC acaba de iniciar un nuevo programa concurso, bautizado La Escuela de Saatchi, en la que un grupo de jóvenes (algunos formados en escuelas de arte y diseño; otros, autodidactas) buscan abandonar el anonimato con ayuda del hombre que lanzó las carreras internacionales de Damien Hirst o Tracey Emin, entre otros.
Una de las pruebas de la primera jornada, emitida anoche, consistió en dibujar al natural un desnudo, como se hacía antes en las escuelas de Bellas Artes, y el resultado en la mayoría de los casos fueron simples garabatos cuyo desmaño trataron de justificar los concursantes con todo tipo de razones, a cual más extravagante.
Da igual. Lo importante es saber explicar por qué un silbato, colgado de una barra -una de las obras presentadas- es arte, como lo era por ejemplo, que el famoso urinario del pionero del arte conceptual, Marcel Duchamp.
La fórmula utilizada por los creadores de La Escuela de Saatchi es similar a la de otros programas televisivos de búsqueda de talentos, sólo que el coleccionista, no se deja ver y habla a través de una colaboradora. Mientras tanto, en presencia de las cámaras, un grupo de expertos, escogidos por Saatchi -la citada Tracey Emin, un conocido crítico llamado Matt Collins, la directora de la galería del centro Barbican, Kate Bush, y el coleccionista y multimillonario Frank Cohen- valora los distintos trabajos. En la primera jornada, los doce concursantes inicialmente seleccionados quedaron reducidos a la mitad, y al final quedará sólo uno, al que se premiará con la inclusión en una exposición colectiva de Saatchi -¿cómo no?- en la galería del Ermitage, de San Petersburgo, y un estudio que el mecenas pondrá a su disposición en la capital británica.
"Saatchi es una suerte de hacedor de reyes y su mecenazgo puede lanzar la carrera de un artista a un estrellato supersónico", explicó a los telespectadores el crítico Collins en un tono de exagerada adulación. Uno de los participantes, que no superó la primera prueba exhibió una instalación consistente en un círculo formado por sillas caídas, y cuando los jueces le preguntaron por qué creía que eso era arte, se limitó a balbucear: "Mi trabajo es un intento de, bueno, de filtrar las imágenes y la experiencia por este proceso de experiencia humana". No es extraño que ante tal ininteligible verborrea, incluso Tracey Emin, la artista que convirtió en una obra de arte su propia cama sin hacer, perdiese la paciencia y, muy poco diplomáticamente, le dijese que no había oído semejante majadería en toda su vida.
¿Qué va a obtener el propio Saatchi de todo esto? Algunos señalan que trata de recuperar la influencia que parece haber perdido en la última década, durante la cual quien fue un día la figura más poderosa del arte británico contemporáneo ha descendido del puesto 14 al 72 en la lista de los personajes más influyentes del arte mundial que elabora anualmente la revista ArtReview.
Babelia
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