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Joan Francesc Mira gana por votación popular el Crexells con 'El professor d'Història'

El professor de Història, metáfora del hombre moderno que mantiene la ilusión de comprender un mundo del que se le escapa todo y con el que el escritor valenciano Joan Francesc Mira cierra uno de los más ambiciosos trípticos de las letras catalanas contemporáneas, recibió ayer el cuarto premio desde su aparición en librerías, el histórico Crexells, si bien, por vez primera en 38 ediciones, éste ha sido resultado de la votación popular.

380 personas, el 9,83 % de los socios del Ateneu Barcelonès (entidad que convoca el premio), escogieron la obra de Mira en un 59%, frente al libro Desfent el nus del mocador, de Ramon Erra (20%) y Camisa de foc, de Anna Carreras (15%), las otras dos obras seleccionadas previamente por un jurado literario. Mira (Valencia, 1939), que repite Crexells tras obtenerlo hace ya 13 años con Borja Papa, ponía así un particular broche a una obra que en realidad arrancó hace casi dos décadas, con la también novela Els treballs perduts (1989), a la que siguió Purgatori (2003).

Con sutileza, el antropólogo, sociólogo y catedrático de griego ha ido jugando con elementos de la cultura clásica (los doce trabajos de Hércules, el trasunto del Purgatorio dantesco y el mito de Fausto de Goethe) con la evolución de la sociedad valenciana y su capital. El resultado, admite, rezuma "cierto pesimismo ideológico" porque "esta Valencia ha evolucionado poco y a peor". Sin embargo, matiza que no es él quien sale reflejado en esas novelas. "Yo no estoy tan perplejo como mis personajes, que están totalmente descolocados; no son una transposición mía, si bien hay una utilización de mis ideas, soy sólo material de construcción".

A pesar de haber concentrado en El pofessor d'Història, amén del premio Crexells, el Ciutat de Barcelona de novela, el de la Crítica y el Maria Àngels Anglada, Mira no quiere leer ese acopio como una escasez de buena literatura en catalán sino como "el fruto a una trayectoria larga y con cierta constancia metódica, de querer hacer las cosas bien hechas". Quizá por eso, porque invierte "entre cinco y seis años" por novela, se siente ahora un poco cansado y sin ganas de salirse de las lectura de sus amados Shakespeare y Homero. ("No hay placer más grande que leer la Odisea en griego", dice).

A lo sumo, igual hace algunas de esas cosas con las que se entretiene un tiempo, como las casi 3.000 horas que dedicó a la traducción de la Divina comèdia, de Dante ("Con las traducciones es feliz; con las novelas, sufre", deja caer su esposa). Aún así, no puede evitar darle vueltas ya a un nuevo proyecto, algo vinculado "a la memoria personal, hemos vivido unos cambios radicales y vertiginosos entre 1950 y 1970; esa vida antigua, esa infancia y esa adolescencia igual puede convertirse en literatura a la manera de Yourcenar o de Canetti". Como siempre, Mira no se pone por poca cosa.

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