Sabina, de su puño y letra
El cantautor presenta 'A vuelta de correo', una colección de cartas y versos "íntimos y jugosos"
El cantautor Joaquín Sabina ha reunido en su nuevo libro, A vuelta de correo. Sabina epistolar, publicado por la editorial Visor, su epistolario en verso acompañado de un "jugoso anecdotario", dibujos, estrofas y fotografías personales. Un magma que el de Úbeda ha tardado "ocho años en pergeñar".
Esta antología epistolar partió de una idea primigenia del propio Sabina en la que Visor trabajó durante dos años, cribando la correspondencia y reduciendo a casi 400 páginas, menos de la mitad de lo que el cantautor pretendía, el corpus de la obra.
Estas cartas, "que hablan de amistad", tienen como cómplices a una miríada de "ilustrísimos corresponsales", entre los que se cuentan Rafael Alberti, Luis Eduardo Aute, Felipe Benítez Reyes, José Manuel Caballero Bonald, el último Premio Cervantes, Juan Gelman, Joan Manuel Serrat, Luis García Montero, Almudena Grandes, José Hierro, el recientemente fallecido Ángel González, el Subcomandante Marcos, Rosa Montero, Fito Páez, Benjamín Prado, Violeta Parra, Silvio Rodríguez y el editor Chus Visor, entre otros.
Versos de urgencia, risas y recuerdos de la 'mili'
"No faltan Iscariotes disidentes -ha apuntado Sabina-, marciales epigramas, caraculo, dedo y labio, doctor, uñas y dientes, analfabetos nietos de Catulo". Este material, "inédito" casi en su totalidad, está cuajado de "versos de ocasión, pero, atención, sin patria ni bandera que no sea la risa fácil, cada vez más difícil, y el abrazo filial a calzón desquitado", ha matizado.
Este paseo por la galería íntima de El Flaco se inicia con unas misivas en verso que intercambió con su padre cuando realizaba el servicio militar en Mallorca, con el objeto de que el lector comprenda "de qué polvos subalternos vienen estos lodos".
Del maestro Alberti al admirado Ángel González
A continuación, llega el turno de Alberti, el poeta "favorito" de Sabina junto con Neruda y Vallejo, del que Benjamín Prado rescata dos recuerdos: una excursión a los muros de la Real Academia Española protagonizada por el gaditano, Joaquín y él mismo para verter sobre éstos ese "poético reguero de aguas menores" que ya depositaran seis décadas antes el literato y alguno de sus colegas de la Generación del 27; y un episodio en el que Prado relata el temor de Alberti a que el cantautor ensombreciera su intervención en la lectura conjunta de poemas en la que participaron en numerosas ocasiones.
Al fallecido Angel González, "uno de los grandes amigos", según la editorial, lo presenta el cantautor como "un maldito asturiano sin edad que escribía mejor que yo, cantaba mejor que yo, se reía mejor que yo, bebía mejor que yo y no había dios que los acostara. Y además con bonhomía, equidad y sabiduría".
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