Marlango y los vaqueros de Madrid
El grupo de Leonor Watling toca en Madrid entre silencio, belleza y expectación
Un público tan petrificado como los ahorcados de los westerns recibe a una Leonor con vestido blanco de top negro. Purpurina en los brazos, sombra en los ojos. Nadie se mueve ni lo hará en las siguientes dos horas. Leonor Watling hipnotiza, o la gente no se mueve o ella impide que lo hagan.
Hace cincuenta años el Circo Price albergaba a tigres, elefantes y trapecistas. Ahora nadie se mueve ante una música poco española y demasiado nuestra. Una señora que ronda los cincuenta señala que "esto es diferente, que suena extraño pero bonito".
Leonor con vestido y el resto arreglados con trajes negros, camisa blanca y fina corbata. El teclista, Alejandro Pelayo lo explica, "Muchos nos preguntan sobre el protagonismo que acapara Leonor, pero nosotros es de lo que más orgullosos nos sentimos". Empiezan con Shout y siguen con un buen repaso de su último trabajo, The electrical morning.Walking in Soho, Never trust me.
La banda hace un hueco y aparece Jorge Drexler. También de traje pero con corbata azul celeste. Tocan Pequeño valls, un recuerdo de su primer trabajo y en el que a Drexler se le ve voluntarioso pero incomodo. Volvería a aparecer hacia el final en Dance, dance, dance, esta vez a la guitarra y más entonado. Entre las sorpresas de la noche se coló su amigo Suso Sáez y un sorprendente Julián López (Muchachada Nui y La hora chanante) a la tromba.
Marlango siguió presentando su disco. Todos quietos, Leonor de protagonista, la banda perfecta. I do, Sink down to me, Who is me, Silenceo Every now is past.
Vuelven al 2005 con Twisted and sick de Automatic Imperfection, recuerdos de la Casa Encendida y otros conciertos pasados. En Love song se clama por una pareja que te lleve borracho a la cama cada noche, y unos novios hablan de Nueva York en una estampa de Woody Allen a la cola de un cine escuchando tonterías.
La gente sigue quieta, la mayoría son hombres que observan a Leonor con los mismos ojos con los que Napoleón contempló Egipto. Nadie baila, nadie grita, nadie canta. Respeto. ¿Aburrimiento? Tal vez pasión, admiración llevaba a los límites de Stendhal.
Alejandro se encarga de hablar, Leonor baila, Óscar se camufla entre la banda. Un guiño a nostálgicos con Once upon a time de su primer disco y se despiden. Por primera vez en la noche parece que hay sangre en las palmas del público que llena el precioso Circo Price de Madrid. Cierran los temas Marlango con Twisted and sick de su segundo disco y Shiny fish del último. "Showtime" que se dice en la NBA. Rompen moldes con versiones de Cant take my eyes off you y un momento Cowboy de medianoche y su Everybody is talking. Todos quietos, sólo se aplaude, alguno chista, otro protesta a los pocos que osan escuchar música de píe desde sus localidades. Se acaba, se acercan al escenario y entre aplausos reverencian dos veces, ellos de traje, ella vestida completamente de negro. Se acabo, se va, se fue. Ella y todos, Leonor, Marlango, el del Oscar, el humorista, el público. El circo de las fieras de queda vacío y en silencio. Suena el rumor de la calle. La gente parece contenta, ellos cansados. El 29 de enero San Sebastián, el 1 de febrero Barcelona, queda carretera, quedan canciones. Al final es como Cowboy de medianoche, algo sórdido, pero optimista, "Ya no quedan vaqueros de sonrisa fácil, la gente ha visto las calles de una grisácea urbe y busca reiniciar su existencia bajo un sol de esperanza". Mezclar cine y música puede ser malo, hoy no.
Babelia
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