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Muñecos muy humanos

Laurie Simmons presenta en Madrid el su primer proyecto cinematrográfico, el minimusical 'La música del remordimiento'. -Meryl Streep es el único único personaje de carne y hueso

Figuritas de plástico, muñecos de ventrílocuo, pistolas con piernas... El universo que Laurie Simmons (Nueva York, 1949) viene creando y fotografiando desde los setenta ya es también imagen en movimiento. La primera incursión de la artista neoyorquina en el cine es La música del remordimiento, un minimusical de 45 minutos que se puede ver hasta el próximo 23 de noviembre en la galería Distrito Cu4tro de Madrid (dos pases diarios, a las 18.30 y a las 20.00). La partitura de la película, en la que actúa Meryl Streep como único personaje de carne y hueso, está firmada por Michael Rohatyn, autor de la banda sonora de La balada de Jack y Rose, de Rebecca Miller. Los textos de las canciones son de Simmons.

¿Por qué una película? "Siempre había tenido en mente dar vida a mis imágenes, pero estaba tan comprometida con la fotografía que pensé que tenía que serle fiel", explicaba Simmons durante una reciente visita a Madrid para asistir al estreno de su pieza, que presentó el año pasado en el MoMA. Estructurada en tres actos, recoge otras tantas etapas de la trayectoria de Simmons. En el primero, dos familias de muñecos lamentan una tragedia de éxito y mediocridad para la que buscan un improbable culpable en la desacertada elección de una corbata; después, Streep evoca los fracasos emocionales con sus cinco pretendientes, muñecos éstos de ventrílocuo; en el episodio final, en un guiño surrealista, varios objetos bailan -una pistola, una casa, un reloj de bolsillo- gracias a las piernas prestadas por bailarines de la compañía Alvin Ailey II. El proyecto nació en 2004 a partir de un encargo de Jeanne Greenberg Rohatyn para la galería neoyorquina Salon 94.

¿De dónde viene la relación de Simmons con los muñecos? "Cuando elegí la fotografía como medio artístico, más que documentar la realidad, me interesaba el discurso sobre la verdad o no de una fotografía, su ambigüedad. Ello me llevó a crear mi propio mundo. La cámara no tiene que decir la verdad, puede contar mentiras", explica. La fotógrafa llegó a Nueva York en plena efervescencia conceptual a principios de los setenta. Decretada la muerte de la pintura, la fotografía y el vídeo fueron los medios privilegiados. "La fotografía era un campo enormemente abierto. Sólo tiene cien años de historia, a diferencia de la pintura y la escultura. Me pareció que podría encontrar mi sitio en este medio, donde no tendría que interactuar con la historia de la pintura y la escultura y siempre hay riesgo de repetirse".

Simmons construyó ese mundo propio con casas de muñecas. Al principio sólo eran interiores inventados, pero en 1977 empezó a colocar figuritas en ellos. Seres inanimados con capacidad de soñar, de sufrir, de sentir. "Se acaban haciendo superhumanos. ¡Puedes proyectar tantas cosas en ellos…! Los muñecos son tabula rasa. Cuando están listos, iluminados y capturas su expresión, todo lo que obtienes de ellos es muy satisfactorio. ¡Pueden ser más humanos que los seres humanos!", dice la artista.

Las mujeres-figurita de Simmons reproducen roles femeninos en entornos domésticos: un salón, una cocina, un dormitorio. Pero no son dardos de denuncia. "En 1979, cuando empecé, la primera reacción de mucha gente fue ver una crítica feminista y yo misma me llegué a entusiasmar tanto con esa interpretación que empecé a leer mucho sobre ello. Pero nunca tuve la intención de que mis muñecas representasen mujeres atrapadas en casa. Nunca lo hice como una forma de activismo, nunca tuve una intención agresiva como otras artistas de mi generación".

Simmons está haciendo fotos de nuevo, pero la experiencia de su primera película le ha enseñado que siempre debe llevar una cámara de vídeo consigo. "Por si acaso".

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