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El caballero albino del blues

Sentado como su maestro, tatuado y con sombrero negro de ala calado, Johnny Winters no defraudó a la mayoría de amantes del blues que llenaron ayer la Riviera de Madrid

Smiling Jack, un bluesman americano afincado en Madrid, me dijo una vez que el blues es a América lo que el flamenco a España. Un lamento. El canto de un pueblo, de una minoría. Tal vez no ande desencaminado. En esa línea Johnny Winters es un Paco de Lucía, un payo, un genio.

Johnny Winters (Texas 1944) es una de las grandes leyendas vivas del blues. Nacido apenas nueve meses después de la gran revuelta racial de Texas, nunca dudó en adentrarse en los arrabales negros donde aprendió la esencia del blues, viendo a los grandes maestros de la época. Miembro destacado de la escuela de BB King, cuenta Winters que a sus 17 años no dejó en paz al maestro hasta que le prestó su Lucille y le dio la alternativa.

A los quince años comenzó una carrera, que ayer pasó por Madrid. Desde entonces el albino del blues no ha dejado de agrandar su leyenda. Tocó en el Woodstok original (1969), el mayor festival de todos los tiempos (tres muertes, dos nacimientos y un millón de personas). Una adicción a las drogas le retiró de la acción hasta 1973.

Entre finales de los setenta y principios de los ochenta, Winters, se encargó de la producción de algunos trabajos de Muddy Waters, como Hard Again (1977) o King Bee (1979), con cuatro premios Grammys incluidos.

Seis años desaparecido

Let Me In (1991), Scorching?Blues (1992) o su directo de Nueva York (1998) marcaron su paso por los noventa. Y Winters desapareció seis años. Regresó en 2004 con I?m a Blueman, trabajo que presenta en España. Y es que Johnny Winters representa el blues, su fuerza, su magia y su lamento. De gran influencia rockera, su último trabajo destila clase, tablas, talento.

En directo pesan los años y le hizo falta del público para arrancar. Sentado como su maestro, tatuado y con sombrero negro de ala calado, Winters no defraudó, al menos a la mayoría de amantes del blues que llenaron la Riviera de Madrid. Versión de I?m a Man de Waters o Highway 61 de Dylan, la tocó en el concierto 30 aniversario del cantautor. Johnny Guitar, y algunos temas de sus últimos trabajos formaron el repertorio de una banda clásica de guitarra, bajo y batería.

"Da pena verle así; "hoy he visto historia"

Entre el público que había visto a Winters con anterioridad hay opiniones divididas. "Da pena verle así". "Hoy he visto historia". "Es un grande". Y al final la música se convierte en política, siempre hay alguien que sostiene lo imposible.

Y me lo crucé a la salida. Y, no engaño, le vi mayor. "Le faltó su cierre Johnny Be Good", me señala un paisano. Tampoco tocó de pie. Dylan lo ha hecho en su gira Modern Times, Van Morrison, Serrat, Jagger… Tal vez todo sea cierto. El concierto pudo ser mejor. Tal vez. Pero es blues, y en pocas ocasiones (esta es una) la música está para disfrutarla, no para criticarla.

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