El camino hacia la abstracción de Kandinsky
La Tate Modern reúne cien cuadros del artista ruso que recorren su etapa alemana
La galería Tate Modern de Londres dedica una nueva exposición a rastrear el camino hacia la abstracción seguido por el ruso Wassily Kandinsky (1866-1944), uno de los maestros de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX. La muestra, que estará abierta al público del 22 de junio hasta el 1 de octubre, no pretende ser una retrospectiva de su obra, sino que se centra en su etapa alemana (Múnich y Murnau), su vuelta a Moscú al comenzar la I Guerra Mundial y su regreso en 1922 a Alemania para enseñar en la Bauhaus de Weimar.
Un tercio del total, 25 obras, proceden de colecciones rusas, entre ellas la galería Tretyakov, de Moscú, o el Ermitage, de San Peterburgo, mientras que el resto provienen de museos y colecciones privadas de Europa y Estados Unidos, incluido el Thyssen-Bornemisza de Madrid o el Guggenheim neoyorquino. Nacido en Moscú en el seno de una familia de comerciantes de té, estudió derecho y economía en Moscú y hasta los 30 años no tomó la decisión de dedicarse al arte, movido por dos experiencias: la contemplación de un cuadro de Monet que representaba un campo con almiares y una representación de Lohengrin de Wagner. Comprendió que la pintura podía aspirar a ser un arte abstracto como la música, capaz de suscitar en el espectador respuestas emocionales, y ésa fue la misión que se fijó en la vida como creador.
La exposición comienza con las primeras pinturas naturalistas que hizo en Rusia, paisajes del Volga, en los que su recurso a un colorido vibrante refleja a la vez la profunda influencia de los fauves y del arte popular. Siguen los paisajes de los Alpes bávaros, donde vivió varios años con la pintora alemana Gabriele Münter: paisajes construidos a partir de experiencias cromáticas en las que la representación icónica queda relegada. Kandinsky, que por aquellos años (segunda década del siglo XX), se había asociado con el artista alemán Franz Marc para fundar el conocido grupo conocido como Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), simplifica el color y distorsiona voluntariamente el paisaje. En 1911, publica un tratado fundamental que explica su quehacer artístico. Se trata de la obra Sobre lo espiritual en el arte.
Un nuevo mundo, "la Obra
Kandinsky divide su obra en tres categorías, "impresiones" u observaciones del mundo natural, "improvisaciones", expresiones espontáneas de un estado de ánimo y "composiciones", visiones interiores más ambiciosas. Por aquel entonces, Kandinsky se interesó también en las teorías musicales del compositor austríaco Arnold Schönberg, padre del dodecafonismo, y su evolución hacia la abstracción puede considerarse como un camino paralelo a las innovaciones de Schönberg en el campo musical. Kandinsky realizó diez composiciones y varias fueron destruidas por la aviación aliada durante la II Guerra Mundial, aunque quedan muchos trabajos preparatorios de gran tamaño, algunos de los cuales se exponen en la Tate.
Sus creaciones anteriores a la I Guerra Mundial reflejan el dramático torbellino de aquellos años que iban a transformar profundamente la sociedad europea. Su Improvisación 30 (Cañones), de 1913, evoca imágenes bélicas, y aunque Kandinsky utiliza cada vez más las líneas, las formas y los colores para transmitir las emociones que provocan en él determinadas vivencias, todavía resultan reconocibles elementos figurativos como los cañones o un castillo. La figuración, sin embargo, desaparece casi totalmente en Composiciones VI y VII, pintadas el mismo año, sus dos obras de mayor tamaño, en las que Kandinsky renuncia a los elementos representativos a favor de la espiritualidad interna. En sus escritos, relaciona Composición VI con un cataclismo, como la "colisión de mundos diferentes que, a través de ese conflicto, van a crear un nuevo mundo llamado "la Obra".
Y aun cuando en aquellos años Kandinsky va a seguir encontrando inspiración en el paisaje, ya no es su visión directa sino la experiencia del mismo la que le interesa transmitir. Tras la revolución bolchevique de 1917, pasó dos años casi sin pintar y, cuando reanudó esa actividad en 1919, sus obras muestran formas mucho más simples y casi geométricas, colores más apagados, lo que parece reflejar la influencia del racionalismo de la nueva vanguardia rusa de Malevich y Rodchenko.
Babelia
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