Una ruta rápida para esquivar el calentamiento más catastrófico: frenar el metano
Un estudio de la ONU en la COP30 apunta a que las emisiones de este potente gas de efecto invernadero caerán un 8% en 2030, todavía lejos del 30% comprometido por los países


El dióxido de carbono (CO₂) que expulsa el ser humano fundamentalmente debido a la quema de los combustibles fósiles es el principal responsable del calentamiento global que está golpeando al planeta en forma de eventos extremos cada vez más intensos y, en algunos casos, también más frecuentes. Pero hay otro gas, el metano (CH₄), que también tiene un papel clave en esta crisis climática y que cada vez cobra más protagonismo al abrirse una vía para intentar esquivar el aumento más catastrófico de las temperaturas.
Este gas es responsable de alrededor de un cuarto del calentamiento global actual, que ronda los 1,2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. Es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO₂, pero se descompone mucho antes. Mientras el dióxido de carbono permanece centenares de años en la atmósfera —con lo que las emisiones de hoy son una hipoteca de calentamiento para varias generaciones—, el metano se degrada en alrededor de una década. Eso implica que sus recortes, de ser drásticos, tendrían un efecto mucho más rápido en el cambio climático y pueden servir para que no se crucen determinadas barreras que llevan a superar algunos peligrosos puntos de inflexión que empeorarán más esta crisis.
Esta es la filosofía que envuelve una iniciativa que surgió en la cumbre del clima de Glasgow, que se celebró en la ciudad escocesa en 2021, y a la que se sumaron alrededor de 150 países. Este lunes, en el marco de la cumbre del clima que se celebra en Belém (Brasil), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) ha presentado un balance del denominado Compromiso Global de Metano.
En el informe se advierte de que las emisiones de este gas no han dejado de aumentar desde que se firmó aquel compromiso. Pero al analizar los planes que tienen sobre la mesa en este momento los países que forman parte de esta iniciativa, que se traducen en normas sobre el control de las fugas en las explotaciones de combustibles fósiles o en los vertederos, el Pnuma concluye que las emisiones de este gas se podrían reducir un 8% en 2030 respecto los niveles de 2020. Sería, según esta agencia de la ONU, “la disminución más grande y sostenida de las emisiones de metano en la historia”.
Pero esa caída, avisan los expertos que han elaborado el estudio, no es a lo que se comprometieron en la cumbre de Glasgow de 2021 los Gobiernos. El objetivo entonces se fijó en una reducción del 30% para 2030. “Hay margen para un potencial de mitigación técnica adicional sustancial en esta década”, sostienen los autores del informe.
Si se lograra la caída del 30% en 2030, el calentamiento a mediados de siglo podría ser 0,2 grados menor. De conseguirse, esa reducción de la temperatura sería clave en un momento en el que cada vez está más claro que se va a incumplir en la próxima década la meta más ambiciosa del Acuerdo de París: que el calentamiento no supere los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales.
Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma, ha incidido a través de un comunicado en que reducir las emisiones de metano es “uno de los pasos más inmediatos y efectivos” que se pueden dar “para frenar la crisis climática y proteger la salud humana”. “La reducción del metano también reduce las pérdidas de cultivos, esenciales tanto para la productividad agrícola como para la seguridad alimentaria”, ha añadido.
Esta agencia de la ONU sostiene en su informe que “las soluciones están disponibles y son rentables”, y pasan por el sellado de pozos de petróleo y gas abandonados, los programas de detección de las fugas en esas instalaciones de extracción de combustibles o una buena separación y gestión de los residuos. “Las medidas en el sector energético ofrecen el 72% del potencial total de mitigación, seguidas de las de los residuos (18%) y las de la agricultura (10%)”, señala el Pnuma.
Pero, como en la lucha contra las emisiones de dióxido de carbono y el cambio climático en general, la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, que ha puesto en el punto de mira de sus ataques a los acuerdos medioambientales y a las medidas que pongan coto a los combustibles fósiles, también llena de incertidumbre las acciones contra el metano. De hecho, EE UU, bajo el mandato de Biden, fue uno de los impulsores junto a la UE del compromiso que se lanzó en la cumbre de Glasgow.
Negociaciones en Belém
La presentación del balance del compromiso sobre el metano ha coincidido con el arranque de la segunda semana de la cumbre del clima de Belém. Está previsto que los ministros de alrededor de 150 países tomen la palabra en el plenario durante este lunes y martes. Y un tema que no estaba en la agenda oficial de la cumbre está ganando terreno en los últimos días: la necesidad de fijar una hoja de ruta para el abandono progresivo de los combustibles fósiles.
Durante las últimas tres décadas de negociaciones y cumbres el foco se ha puesto sobre las emisiones de efecto invernadero, pero no sobre los principales causantes: los combustibles fósiles. En la cumbre de Dubái, que se celebró en 2023, se logró por primera vez una mención directa a ellos en el cierre de aquella cita, en la que se pidió dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón. Pero al año siguiente, en la cumbre de Bakú, no se recuperó ninguna referencia a esos combustibles.
En la cita de Belém el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha abogado públicamente por la creación de esa hoja de ruta para “superar la dependencia de los combustibles fósiles”. Esa invitación ha sido recogida con satisfacción por decenas de países, que ven una forma de recuperar la mención a los principales causantes del problema otra vez. Entre esos países está España y la Unión Europea, como ha explicado este lunes desde Belém la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, que se espera que tenga un papel importante durante esta cumbre al haber sido designada como una de las facilitadoras de las negociaciones por parte de la presidencia brasileña de la cumbre.
En el mejor de los escenarios, de la conferencia de Belém, según los documentos previos que están ya circulando, lo que saldría es un mandato o llamamiento para elaborar esa hoja de ruta para que se presente en una próxima COP. Pero solo esa mención a los combustibles fósiles y a una ruta para dejarlos atrás en el actual contexto geopolítico ya sería una victoria. Este lunes, Geraldo Alckmin, vicepresidente de Brasil, ha vuelto a apostar ante los delegados de los países por los “mapas de acción integrados” para la “aceleración de la transición energética para salir de la dependencia de los combustibles fósiles”.
Sin embargo, como ocurrió en Dubái, lo previsible es que surja una feroz oposición de países muy dependientes del petróleo y el gas. La cara más visible de esta postura en estas citas es Arabia Saudí, donde está la sede de la mayor petrolera del mundo, Aramco, que es de capital estatal. Su argumento suele pivotar sobre una idea: los acuerdos contra el cambio climático deben centrarse en recortar las emisiones y no en recortar el consumo de combustibles, una fórmula que hasta ahora se ha demostrado poco eficaz.
Los acuerdos en estas cumbres se toman por consenso, lo que al final siempre se traduce en una pérdida de ambición en los resultados finales debido, entre otras cosas, a la presión de los petroestados. Aagesen, que ha defendido la necesidad de una transición justa para dejar los combustibles fósiles atrás, ha apostado por empezar a hablar de “electroestados” y no de “petroestados”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma































































