Prevención frente a las amenazas del agua en Países Bajos: de construir diques a dar más espacio a los ríos
Este país europeo muy expuesto a inundaciones ha desarrollado una fuerte cultura del riesgo ante el medio acuático que se promueve desde la infancia
Con el 60% de la superficie de Países Bajos susceptible de sufrir inundaciones, y un 26% de la tierra bajo el nivel del mar, el mayor riesgo de crecida en este país tan ligado al agua proviene en estos momentos de los ríos. Un 29% del territorio puede anegarse si se desbordan, y las obras públicas de protección son un ejemplo de la cultura de prevención del riesgo desarrollada por los neerlandeses. Dado el interés nacional del manejo de las aguas, la concienciación de que puede entrañar peligros empieza con los niños, que aprenden a tirarse a la piscina vestidos y con zapatos. Las otras piezas clave son la cooperación y el consenso: entre los servicios de emergencia, autoridades locales y nacionales, empresas y ciudadanos.
El agua es inseparable de Países Bajos, y el paisaje ha sido adaptado en lo posible para protegerse, canalizarla y conservarla. Para ello, hay más de 3.000 kilómetros de diques contra el mar y a lo largo de los grandes ríos neerlandeses. Existen también 12.000 kilómetros de diques para los canales de todo tipo y ríos más pequeños, pero lo esencial es que se ha pasado de reaccionar ante las inundaciones a la prevención.
El punto de inflexión fue la tragedia de 1953, que costó la vida a 1.836 personas. La noche del 31 de enero al 1 de febrero de ese año, los diques del suroeste del país —en las provincias de Zelanda y Holanda del Sur— no resistieron la violencia del mar y el agua helada inundó 200.000 hectáreas. Unas 72.000 personas quedaron sin hogar y se perdieron miles de cabezas de ganado. Los Trabajos Delta de refuerzo costero (Deltawerken, en neerlandés) empezaron inmediatamente después con un sistema de presas y barreras, y el refuerzo de diques marinos y fluviales. Un ambicioso proyecto de ingeniería hidráulica en constante movimiento. El desafío del agua es también un tema que goza de consenso en todo el arco político porque no cesa y determina la calidad de las ciudades y de la tierra.
Con todo, aunque la amenaza del mar se asocie tradicionalmente a Países Bajos, en estos momentos “el mayor peligro viene de los ríos cuyas descargas se espera que aumenten”. “Por eso muy importante no edificar en zonas inundables”, explica, al teléfono Matthijs Kok, experto en la evaluación y gestión de los riesgos de inundaciones, en la Universidad Tecnológica de Delft. Por Países Bajos pasan el Rin, Mosa y Escalda, tres grandes ríos europeos, y hay afluentes de diverso tamaño. Para contener la amenaza fluvial multiplicada por el cambio climático, entre 2006 y 2019 se llevó a cabo un proyecto denominado Espacio para el río que incluía diversas actuaciones para permitir expandirse el agua en caso de crecidas. Complementa las defensas existentes para reducir el riesgo de inundaciones, y fue la respuesta a las registradas en 1993 y 1995, que forzaron la evacuación de más de 200.000 personas. Y de un millón de cabezas de ganado.
Junto con la construcción de canales fluviales, los trabajos para dar más espacio al agua incluyeron a cuatro ríos: Waal, Ijssel, Nederrijn y Lek. Todos ellos están asociados al Rin, y en varias zonas del país se les ha hecho sitio a base de rebajar el lecho para que el cauce lleve más caudal si es preciso. Fueron eliminados obstáculos y en otros tramos se restauraron las llanuras aluviales para que puedan ser inundadas de manera controlada. De ese modo, aumenta la capacidad de descarga sin causar daños. Los diques también fueron renovados mejorando la seguridad de unos cuatro millones de personas. El coste de las obras ascendió a 2.300 millones de euros, según datos del Ministerio de Infraestructura y Gestión del Agua.
Aunque las grandes inundaciones pueden arrastrarlo todo sin que haya capacidad de reacción, y nadar en esas condiciones es imposible, la idea de que el agua puede entrañar peligro se inculca desde la infancia. Hay al menos 41 ciudades en Países Bajos con canales y a ello se suman las aguas interiores, y se trata de que los niños no se asusten si se caen. Para ello, se pone a prueba su capacidad para actuar mojados y vestidos. A partir de los cuatro años, aprenden que el agua es fuente de diversión, pero puede ser también peligrosa, y desde ese momento los monitores tratan de imitar una situación realista: el niño cae al agua y debe tratar de desenvolverse solo en la medida de lo posible.
Diplomas para nadar vestidos
Para enseñarles hay tres diplomas —A, B y C— que van añadiendo ropa al traje de baño a medida que avanzan las clases de natación. Dentro de la piscina, de la camiseta de manga corta se pasa a la de manga larga y pantalón largo para acabar completamente vestidos. Las últimas lecciones ya son nadando con chaqueta y zapatos de suela dura. Con ese atuendo, nadan, bucean y suben a una colchoneta flotante para después tirarse desde allí de nuevo al agua. El diploma C permite dominar “las destrezas para una piscina con atracciones y en aguas abiertas sin corriente ni olas grandes, como lagos recreativos, zanjas, canales más amplios (excepto en el mar)”. Con este título se cumple la Norma Nacional de Seguridad en Natación.
Desde el punto de vista administrativo, el país está dividido en 25 Regiones de Seguridad que son las encargadas de actuar y de informar a tiempo a la población y que sigan las instrucciones marcadas. A partir de 2025 la alerta oficial será el sistema NL-Alert de notificaciones enviadas al teléfono móvil, el mismo método que tanta polémica ha generado en la dana de Valencia por la tardanza en enviar la alerta. En Países Bajos, estos mensajes llegan ya al 92% de la población y aparecen a su vez en las pantallas de publicidad digital y las que informan sobre viajes de trenes, autobuses, tranvías y metro. Las alertas llegan a través de la difusión celular, “una técnica gratuita y anónima porque no hay que registrarse y tu número permanece desconocido”, según el ministerio de Justicia y Seguridad.
Según Kok, “la gente sabe que hay una alerta telefónica para desastres, pero con las perturbaciones atmosféricas todo empieza con las predicciones acerca de la lluvia del Instituto Meteorológico (KNMI)”. Este es el organismo que informa a los municipios para que puedan actuar a su vez y ocuparse de las evacuaciones, y en su opinión, lo importante es “establecer el impacto de la lluvia en los ríos”. El agua se acumula y puede suponer un gran peligro “porque hay tormentas fuertes que se desencadenan deprisa y en la oscuridad”, dice. Y asevera: “Hace 80 años cayó en las Ardenas (Bélgica) tanta lluvia como en 2021, pero el cambio de clima empeorará y aumentará la frecuencia de estos acontecimientos extremos”.
En julio de 2021, la provincia de Limburgo —al sur del país— afrontó graves inundaciones debido a lluvias extremas y el elevado nivel del agua. No hubo muertos neerlandeses, pero sí en Alemania y Bélgica por culpa de la misma tormenta: más de 220 personas, según el Instituto de Seguridad Pública de Países Bajos (NIPV). Se puso en marcha la cadena de ayuda y el Gobierno asistió a las Regiones de Seguridad afectadas con apoyo de los ministerios de Infraestructuras y Gestión del Agua, y Defensa. Matthijs Kok señala que es difícil pronosticar cuánta agua caerá en poco tiempo, “y la predicción del tiempo falló y desde entonces ha mejorado”. “Aquella inundación fue una sorpresa y las autoridades que gestionan las aguas y los municipios no estaban preparados”, señala.
En Valkenburg, la ciudad neerlandesa más afectada por las inundaciones de 2021, todo ocurrió muy deprisa. “No lo esperaban porque había pasado algo parecido hace muchos años, pero no recientemente”, apunta Kok. De todos modos, “no se puede comparar con lo ocurrido en Valencia”. “En Valkenburg ayudaron los bomberos pero el Ejército, que estaba listo, no fue necesario”. El informe elaborado en 2022 por el NIPV subraya “la importancia de una buena cooperación entre los gobiernos locales, regionales y nacionales para brindar información clara y oportuna”.
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