El lince ibérico deja atrás el peligro de extinción: un hito de la conservación en Europa
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza rebaja el grado de amenaza a vulnerable tras constatar que el felino ha pasado de 94 individuos en 2001 a los 2.000 actuales
Han transcurrido 23 años desde que España emprendió el rescate del lince ibérico (Lynx pardinus), que se encontraba en un estado terminal, con solo 94 ejemplares en dos poblaciones separadas: 54 en Andújar (Jaén) y 40 en Doñana (Huelva). En la actualidad esa cifra ha subido a más de 2.000 linces, entre los que hay 648 adultos, lo que ha llevado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la máxima autoridad científica en protección de especies, a rebajar el grado de amenaza del felino, que pasa de estar en peligro de extinción a la categoría de vulnerable. Detrás del éxito se encuentran el aumento de la población de conejo ―su alimento preferido―, la mejora del hábitat, la reducción de muertes causadas por el hombre, la cría en cautividad y la suelta de ejemplares.
A pesar de esta reducción del grado de amenaza por parte de esta organización internacional, de momento no se ha producido ningún cambio de categoría a escala nacional o autonómica. Según ha incidido este jueves el Ministerio para la Transición Ecológica, “a pesar de estas buenas perspectivas, el lince ibérico aún tiene importantes amenazas y sigue constituyendo una prioridad respecto a los compromisos y responsabilidades en materia de protección de la biodiversidad en nuestro país, puesto que continúa en la categoría ‘En peligro de extinción’ en el Catálogo Español de Especies Amenazadas”. “Este Catálogo es el instrumento administrativo oficial regulado por la Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y la Biodiversidad que establece la obligación de aprobar y ejecutar planes de recuperación en las comunidades autónomas con presencia del lince ibérico y de realizar una evaluación continuada de su estado de conservación”, ha informado el departamento de Teresa Ribera.
Esta es la segunda ocasión en la que la UICN mejora la calificación del felino: en 2015 pasó de ser considerado en peligro crítico de extinción a en peligro de extinción. A pesar de los impresionantes avances, el lince continúa estando amenazado, advierten los expertos, sobre todo por las fluctuaciones de la población de conejo, diezmado por enfermedades. Se da la paradoja, de que, en este momento, la UICN mantiene al conejo silvestre con un mayor grado de amenaza ―en peligro― que al lince. Estos han sido los principales pasos en la recuperación de la emblemática especie.
Los duros inicios
“Es una noticia muy positiva, pero que nadie se ponga medallas, esto ha ocurrido gracias a un equipo donde había más de 100 personas”, comenta Miguel Ángel Simón, director de los proyectos de conservación del felino durante dos décadas hasta su jubilación en 2019. Participó en la salvación de la especie desde los inicios que “no es que fueran malos, fueron horrorosos, por tres causas: la falta de financiación, que los pocos que quedaban estaban en fincas privadas y se necesitaba la complicidad de los propietarios, y la falta de experiencias semejantes en el mundo”. Era una cuestión de prueba o error. Simón obtuvo financiación europea a través de los programas Life, lo que supuso un punto y aparte y una inyección de millones. En la actualidad, existen cuatro centros de cría en cautividad, uno de ellos en Portugal.
“Sí, los principios fueron duros, pero no podíamos perder tiempo, había un sistema que cambiar y eso cuesta mucho, además teníamos que aprender a sacarlos adelante en cautividad y a preparar a los cachorros para vivir en la naturaleza”, rememora Astrid Vargas, que dirigió el programa de cría en cautividad del lince ibérico desde 2003 a 2010. Sus esfuerzos acabaron dando frutos. El 28 de marzo de 2005, Saliega, una hembra procedente de la población de Sierra Morena, dio a luz a la primera camada nacida en cautividad. “La imagen de los tres cachorros dio la vuelta al mundo”, comenta Vargas.
Luego llegarían los momentos en los que descubrieron que las peleas de esas pequeñas bolas de pelo eran un comportamiento natural para establecer jerarquías y que podían llegar a morir en ellas. La evolución del lince le parece una gran noticia, pero no solo para la especie, “sino para los ecosistemas en los que se encuentra porque implica que están en buen estado, pero todavía queda camino por recorrer”.
La gran expansión
Ramón Pérez de Ayala, de la organización conservacionista WWF, también implicada en la conservación de la especie, explica que las primeras sueltas se produjeron en 2011. Desde entonces, se han liberado más de 400 ejemplares en España y en Portugal, que ocupan al menos 3.320 kilómetros cuadrados; en 2005 eran solo 49 kilómetros cuadrados, resalta la UICN en un comunicado. La gran expansión se produjo en 2014, añade Pérez de Ayala, con la suelta de linces en los Montes de Toledo, donde la población ha crecido de forma espectacular, en Sierra Morena Oriental, en el valle de Matachel (Extremadura) y en el valle del Guadiana (Portugal). “Los tres primeros años fueron de un crecimiento moderado, hasta que las hembras nacidas en la naturaleza comenzaron a criar y, en torno a 2017, comienza el crecimiento exponencial”, señala.
Cuándo no se tiró la toalla
No todo fueron buenos momentos. En 2009, un enemigo invisible atacó al lince ibérico en cautividad. La enfermedad renal crónica (ERC) comenzó a aniquilar a ejemplares por causas desconocidas. “El problema fue un suplemento vitamínico que estaba mal formulado, contenía 20 veces más de vitamina D que lo que indicaba el prospecto y provocó un exceso de calcio en la sangre y les dañó los riñones”, explica Vargas. En un principio no sospecharon del compuesto, “porque llevábamos años administrándolo, fue una partida que no estaba bien”, explica Vargas. Murió una veintena de animales y otros tantos presentaban problemas renales. Un terrible bache, que se superó.
En la naturaleza, era la leucemia felina ―transmitida por los gatos― la que mataba a ejemplares. El problema era muy preocupante, sobre todo en Doñana. Además, los animales se encontraban sin conejos, víctimas de la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica, ambas de origen vírico.
Un futuro conectado
A pesar de los grandes avances, el lince todavía no ha alcanzado el estado favorable, por lo que es necesario continuar con la creación de nuevos núcleos que permitan la conexión entre poblaciones, algo que está en marcha con el Life Lynx Connect, dotado con 18,7 millones de euros en cinco años, y que finaliza en 2026. Se estima que para alcanzar esa buena situación se necesitan 750 hembras reproductoras y en el último censo de 2003 se detectaron 406. “Pero si se tiene en cuenta la salud genética de la especie para evitar la endogamia, deberíamos tener unas 1.100 hembras reproductoras y ocho nuevas poblaciones”, señala José Antonio Godoy, investigador de la Estación Biológica de Doñana, que trabaja con la especie desde hace 20 años.
Los linces que se liberan y que proceden sobre todo de los centros de cautividad se seleccionan genéticamente, para conseguir que las reproducciones sean más exitosas. “El desafío al que nos enfrentamos es evitar que se repita lo que ocurrió en Doñana y Andújar, y eso pasaría si las poblaciones no siguen creciendo, se quedan pequeñas y desconectadas unas de otras”, plantea. Ahora, “la incógnita es saber si van a poder ir de un lado a otro, nosotros les seguimos y con el estudio de los excrementos sabemos qué individuo está en un lugar y de dónde procede porque sabemos quién es su madre y su padre”.
Otro de los problemas a solucionar son los atropellos, el año pasado afectaron a un 7% de la población. “Una barbaridad”, comenta Pérez de Ayala de WWF.
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