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La temperatura máxima de Phoenix baja de 43,3°C por primera vez en 31 días: se queda en 42,2°C

La capital de Arizona bate récords y supera en julio las máximas de su historia, con una media de 46 grados

Un hombre bebe agua a la sombra el 20 de julio en Phoenix, Arizona, cuando se alcanzaron temperaturas de 48,3 grados Celsius
Un hombre bebe agua a la sombra el 20 de julio en Phoenix, Arizona, cuando se alcanzaron temperaturas de 48,3 grados Celsius.Ross D. Franklin (AP)
María Porcel

Los 31 días de infierno de Phoenix empiezan a llegar a su fin. Con todas las reservas, la ligerísima bajada de las temperaturas, que acaba con una racha de récord, es una buena noticia, tal y como afirman los expertos y meteorólogos. Pero tampoco es el final del calor. La capital de Arizona, EE UU, por fin y después de 31 días seguidos superando uno tras otro los 110° Fahrenheit, es decir, los 43,3° Celsius, ha conseguido bajar los termómetros. Pero no demasiado: este lunes la máxima se ha quedado en 108° Fahrenheit, es decir, en 42,2° Celsius.

Además, la temperatura media oficial de julio ha sido extrema, la máxima de la historia de la ciudad, superando los 46°. “Ha sido el mes más cálido de toda la historia, se rompieron 16 récords de temperaturas mínimas y 12 de temperaturas máximas”, explica por teléfono a EL PAÍS desde la ciudad Jeral Estupiñán, uno de los meteorólogos que forman parte de la estación de la ciudad, del National Weather Service (el NWS, el servicio nacional meteorológico de EE UU). El NWS ha dado a conocer que efectivamente este lunes por la tarde se ha roto esa racha de 43,3°, quedándose en 42,2°, algo más arriba de los 41,1° que tiene de media la ciudad en los meses de julio como temperatura máxima.

31 días de calor extremo son muchos días, pero la bajada de temperaturas, aunque pequeña, se nota sobre todo por las noches. Si hace un par de semanas la ciudad no descendía de los 32° o 33° por las noches, y solo durante un par de horas a las cinco o las seis de la madrugada, ya se queda en 27° o 28°, una bajada que sí que es un verdadero alivio. Además, como explica Estupiñán, esas máximas registradas de 42,2° son algo más altas que en la realidad. El termómetro oficial de la ciudad se encuentra situado en el aeropuerto, en pleno centro de la ciudad, una zona en la que no ha refrescado tanto porque no ha habido lluvias. En cambio, en el resto de la ciudad, sobre todo desde el este y hacia el sur, sí ha caído algo de agua que ha ayudado a aliviar la situación.

Vivir en la ciudad es casi imposible. Con una sensación de 50° durante el día, sus habitantes pasan su tiempo entre sus oficinas, sus coches —nadie camina por la ciudad— y sus casas. El aire acondicionado está encendido durante todo el día, pero también durante las noches, porque es imposible dormir sin él. Pasear es imposible, o permanecer en la terraza de un restaurante o en una parada de autobús, cuando a las doce de la noche las temperaturas difícilmente bajan de los 40°. Con una elevada población de personas sin hogar, la atención en centros hospitalarios especializados en calor se ha disparado. También los fallecidos por la canícula.

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“Se nota en el menor uso del aire acondicionado, pero sigue estando muy caliente ahí fuera. Todo depende de la cantidad de tiempo que se pase fuera, pero quien esté trabajando una hora va a seguir sufriendo”, advierte el meteorólogo de la NWS. Las noches, reconoce, son el momento del alivio. “Si se mantiene nublado por la noche, ayuda”, afirma, y eso es lo que ha sucedido: nubes primero que, finalmente y como ya esperaban con urgencia desde el servicio meteorológico desde hace semanas, descargan agua. “Hay zonas en las que ha llovido, ha ayudado a mantener las temperaturas algo más suaves. Llovió al sur de Phoenix y se desplazó hacia Yuma [al sudoeste, casi en la frontera con México]. Eso es fundamental. Las zonas metropolitanas también recibieron lluvias, pero el aeropuerto no”, explica. “La lluvia pasó más bien al sur de la ciudad, una racha que vino desde el Este y ayudó a formar tormentas que se movieron. Es un proceso lento, que comienza despacio, pero al fin comenzó”, relata con alivio.

Aun así, el calor ha sido extremo, y costará bajarlo. Como explican desde el NWS, si la temperatura media máxima en julio ha sido de 114,9º Fahrenheit (46° Celsius), “significa que ha habido temperaturas por debajo... pero también muchos días por arriba”. Y eso siempre y cuando se hable de las temperaturas del aire, porque la de las superficies como el metal, el cuero o el asfalto pueden ser 10 o 15 grados mayores. “La superficie de un auto, metal, se calienta muchísimo, puede producir quemaduras. Y las caídas, especialmente en personas que no pueden levantarse”, afirman.

El alivio es temporal. Como explica Estupiñán, “la ola de calor va a volver, con 46°-47° Celsius”. Aun así, esta pequeña bajada es un periodo de cierta calma para el cuerpo humano, para los animales e incluso para las estructuras. “Lo siente la casa, las paredes, el techo, todo se puede enfriar un poco más, y empezar a refrescarse”, afirma, y pone como ejemplo que “los áticos, las partes de arriba de las casas, se mantienen alrededor de 60­°C, a eso están las casas en la tarde”. Por tanto, quedarse en 25°C por las noches ya es mucho.

¿Puede agosto ser tan duro como julio? Los meteorólogos no lo creen. Aunque el sol está bastante alto y no va a haber alivio del ángulo solar hasta finales de septiembre, en agosto sería casi imposible superar los 46°C de media. “Las noches son un poquito más largas, el sol sale más tarde, hay menos ángulo solar y todas las indicaciones de modelos meteorológicos dicen que llegarán más altas presiones desde el norte, lo que supone un poco más de humedad”, asegura con convicción Estupiñán. No es la panacea, pero es algo. “Tomemos la tregua. Es mejor eso a que no hubiera habido tregua”.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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