Las dos Españas de la tuberculosis bovina: una zona libre de la enfermedad y otra donde es endémica
La incidencia ha caído del 20% de mediados de los ochenta al 1,4% actual, con comunidades autónomas libres de la patología
En la tuberculosis bovina hay dos Españas: una mayoritaria, prácticamente libre de la enfermedad, y otra en la que se ha convertido en endémica. Si se abre la mano para beneficiar a esa parte, como ha intentado Castilla y León, se puede retroceder 20 años en la incidencia de la enfermedad en todo el territorio nacional, advierte Christian Gortázar, científico del Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC). La solución pasa por investigar las causas que mantienen más activa a la tuberculosis en esas áreas, poner freno al contacto con fauna silvestre que puede ser portadora y que las indemnizaciones cubran el lucro cesante, no únicamente el valor del animal sacrificado.
La tuberculosis bovina, provocada por la Mycobacterium tuberculosis, que afecta a vacas, bueyes o toros, entre otros animales, ha saltado esta semana del mundo agrícola a las conversaciones de sobremesa ante las violentas escenas de ganaderos enfrentándose con la policía al tratar de irrumpir en las instalaciones de la Junta de Castilla y León en Salamanca. Pedían mantener la relajación de los controles de los rebaños con casos positivos. Una medida tomada de forma unilateral por Castilla y León (PP y Vox) en contra de la normativa española y europea, que aboga por un control estricto con sacrificio obligatorio de los animales infectados y restricciones de movimiento de las cabañas afectadas. Finalmente, la comunidad asumió la decisión y volvió a la legalidad. En 2022, en España se revisaron 103.903 rebaños, de los que, según los últimos datos, estarían 1.422 afectados —es decir, con algún animal afectado—; se sacrificaron 21.523 animales.
La lucha para erradicar la enfermedad, altamente infecciosa, comenzó hace décadas, allá por los años cincuenta del siglo pasado. Con la entrada de España en la Unión Europea y la aplicación de medidas conjuntas, se ha logrado pasar del 20% de incidencia en el territorio nacional de los mediados de los años ochenta al 1,4% actual, con comunidades sin casos. Pero en otros territorios, como las dehesas salmantinas, los contagios se han convertido en un goteo constante, y los ganaderos insisten en que es necesario localizar los fallos del sistema y modificar la legislación.
Las comunidades autónomas con mayor incidencia de tuberculosis bovina son Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura, La Rioja y Madrid. En cambio, están libres de la enfermedad Galicia, Asturias, País Vasco, Islas Canarias, Baleares, Cataluña y Murcia. Y en Castilla y León hay tres regiones sin casos: León, Valladolid y Burgos, con Zamora en estudio. Esta comunidad autónoma no es de las más afectadas, pero en las zonas de Salamanca y Ávila, con el 55% de la cabaña ganadera castellanoleonesa, la incidencia aumenta.
Los datos generales apuntan, sin embargo, a que el plan de erradicación está funcionando, indican miembros de organizaciones agrarias, investigadores, veterinarios y autoridades sanitarias. Se ha avanzado, pero el objetivo de acabar totalmente con la enfermedad marcado para 2030 es más complicado de lograr. “Se progresó mucho al principio, porque los niveles de tuberculosis eran muy altos y el margen para mejorar era mayor, pero cada vez es más difícil y, aunque los indicadores no van a peor, existe cierto estancamiento”, advierte Javier Bezos, investigador del Centro de Vigilancia Sanitaria y Veterinaria (Visavet), centro de referencia para el estudio de la tuberculosis bovina en Europa y de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA).
Medidas eficaces, pero duras
“Llevamos 40 años luchando y las medidas funcionan, pero son durísimas para el ganadero”, sostiene Joaquín Gargallo, ganadero y responsable de vacuno de la organización agraria COAG. Su rebaño de 250 vacas pasta suelto por el campo ―en extensivo― en Teruel, una zona con muy baja incidencia de tuberculosis bovina. Pero también hay cuestiones mejorables, reconoce. Entre ellas, plantea que las indemnizaciones pagadas por la Administración pública al sacrificar a un animal infectado deben ser justas.
Carlos Sánchez, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) de Salamanca, foco de los disturbios de esta semana, señala que la zona de principal afección en Castilla y León es la dehesa. Los animales están en contacto con fauna silvestre “que ha proliferado muchísimo”, y constituye un reservorio de la tuberculosis bovina. “Ciervos, corzos, gamos, jabalíes, meloncillos, tejones... Nos dicen que vallemos, pero es imposible poner puertas al campo y tampoco es sencillo diseñar comederos y bebederos a los que no estén a su alcance”, protesta. Y ahí se puede producir el contagio, con las secreciones que dejan los ejemplares infectados. La transmisión se origina también por aerosoles, pequeñas gotas de saliva que portan la bacteria y son inhalados por personas u otros animales. El ganado guardado en establos tiene menor riesgo, porque goza de mayores condiciones de bioseguridad y la detección es más sencilla.
La principal queja de UPA es el enorme problema que surge cuando aparece un caso positivo en un rebaño. Esa situación implica que, cuando se lleva a los terneros a los cebaderos para que sigan creciendo, no admiten esos animales —incluso aunque hayan dado negativo— en los habituales cebaderos “limpios” (a los que se lleva a los animales de explotaciones ganaderas sin ningún caso). En su lugar, hay que llevarlos a lo que denominan cebaderos “sucios”, donde baja el precio de los animales al menos unos 200 euros en total. Joaquín Gargallo, de COAG, añade: “No se tiene en cuenta el lucro cesante, el coste del alimento al no poder mover al ganado a pastos comunales o la depreciación que sufre esa carne en el matadero, que, aunque haya dado positivo, es perfectamente apta para el consumo, y casi se tiene que regalar porque no te la pagan al precio justo”.
Manuales para los ganaderos
Gortázar, del CSIC, recuerda que existen manuales para ayudar a los ganaderos a implementar sistemas de protección de sus animales. La gestión es especialmente importante en el centro-sur de España, donde los sistemas de manejo y cría extensiva del ganado doméstico favorecen el contacto con las especies silvestres. Se puede aumentar el número de puntos de agua para la fauna para que no se concentren, que estén en buenas condiciones al final del verano, crear bebederos para cérvidos (elevados, de fácil limpieza y desinfección, con agua limpia)... “Con ello no se va a evitar la transmisión totalmente, pero se ponen trabas”, plantea. Y no se puede olvidar a otros animales domésticos que también pueden padecer la enfermedad: cerdos, cabras, ovejas... “Es un fallo. No se quiere ver por parte de los ganaderos que igual nuestros bichos, y no solo los silvestres, están dentro del problema”, insiste.
En cuanto al contagio humano por el consumo de carne, “es casi inexistente”, señala Bezos. “Una vez que se inspecciona la pieza que ha dado positivo en el matadero, si no existen lesiones o están asociadas a órganos que no se consumen, estos se retiran, y la carne está apta para la venta”, añade. El riesgo que existe de que se escape un producto contaminado “es casi inexistente; el contagio por consumo es muy difícil”. La vía de entrada en ese sentido era la leche cuando no se pasteurizaba.
“Todo es mejorable”, asegura Bezos, de Vivaset, en referencia a las reivindicaciones de los ganaderos. ¿Para cuándo una posible vacuna? “Es la pregunta del millón”, contesta. La única vacuna que existe tiene 100 años y no se ha conseguido desarrollar una nueva. “Además, el estar inoculado no evita la infección posterior, así que en ganado sería introducir un factor que complica más, porque puede suponer un relajamiento de las medidas”, añade.
En la fauna salvaje, en cambio, sí se contempla. Aunque no previene que el animal se infecte, la enfermedad es menos grave y puede no excretar la bacteria o hacerlo en menor cantidad. Se les administra en cebos. Sus esfuerzos se centran, sobre todo, en la mejora de las técnicas de diagnóstico. Ahora están inmersos en un proyecto internacional para rumiantes domésticos (bovino, caprino y búfalo) con Italia, Reino Unido y Turquía, para detectar más marcadores y anticuerpos, que van a probar en granjas, no solo en el laboratorio. Bezos puntualiza que para acabar con la enfermedad es imprescindible “que todos rememos en la misma dirección”.
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