Moda circular: cómo evitar que la ropa acabe en el basurero
Las empresas textiles sostenibles luchan para cambiar un sistema que genera ingentes cantidades de desperdicios a través de la innovación y reinvención
Hace unos meses en redes sociales se viralizó una imagen: miles y miles de toneladas de ropa, zapatos y textiles para el hogar se acumulan en el desierto chileno de Atacama. No es el único gran basurero textil del mundo. El fast fashion, el consumo rápido de moda, ahoga el planeta. Frente a las tradicionales dos colecciones anuales, actualmente las grandes firmas lanzan productos nuevos cada 15 días. Cada europeo compra 26 kilos de ropa al año y desecha 11, según la Unión Europea. Las empresas sostenibles del sector luchan por cambiar el sistema de producción y consumo: ya no es suficiente con reciclar basura para crear tejidos o reducir el consumo de agua en la fabricación, la moda aspira a ser completamente circular. Esto implica que incluso las firmas más respetuosas se replanteen su actividad.
El sector textil es el cuarto de mayor impacto sobre el medio ambiente en la UE. Las hermanas Mariana y Carlota Gramunt, creadoras de la marca de moda Sidikai, se dieron cuenta de que el problema sistémico de la industria no iba a solucionarse con propuestas sostenibles como la suya, así que han fundado T-Neutral, una plataforma que pretende ayudar a los productores a implementar la circularidad de sus materiales.
“Para lograr que el textil no acabe en el vertedero hay que abordar el problema desde el origen”, explican las hermanas Gramunt. Con esta premisa, y basándose en modelos ya existentes que buscan la reducción de agentes contaminantes, como los del carbón o el plástico, han desarrollado una fórmula aplicable a cualquier empresa que mide la huella textil, el impacto medioambiental de la producción. Con los datos que obtienen, que tienen también en cuenta la trazabilidad de los materiales, desarrollan un plan orientado a la circularidad de los tejidos y a la reducción de los consumibles.
La empresa Sepiia se ha asociado a esta plataforma para incrementar sus objetivos de sostenibilidad. La firma comercializa ropa fabricada con un tejido que no se mancha, ni arruga y es de larga durabilidad. Nerea Alonso, responsable de comunicación de la firma, comparte que, incluso con ajustes en el corte, el 10% del tejido se pierde antes de que la prenda llegue al usuario. Ellos recogen el sobrante y lo reciclan, pero aun así cuentan con desperdicios a los que se suman las prendas que se tiran a la basura. “Pueden acabar en un vertedero o incineradas, por eso lo que hemos hecho es recuperar las prendas, nuestros clientes pueden enviárnoslas al final de su ciclo de vida y nuestro mismo proveedor que hace el hilo las recicla”, explica como ejemplo de las acciones que se pueden acometer.
Estas acciones las han ido implementando poco a poco. Alonso afirma que falta información, regulación y servicios: “Muchos factores del textil no están regulados y no hay una normativa que te diga cómo hacer las cosas, depende de ti hacerlas lo mejor que sabes”.
El pasado marzo, la Unión Europea presentó por primera vez un plan que incide directamente en la circularidad del textil, la Estrategia para Textiles Sostenibles y Circulares, pero tiene como horizonte 2030. Carolina Blázquez, directora de Innovación y Sostenibilidad de la firma Ecoalf, defiende que “el cambio que necesita el planeta está muy por encima de lo que viene marcando la legislación”. Esta marca comercializa prendas fabricadas con materiales reciclados desde hace 12 años. Blázquez cuenta que en sus inicios los fabricantes a los que acudían los llamaban “locos” por querer hacer abrigos con botellas recicladas. Hoy el panorama ha cambiado completamente. Los proveedores proponen nuevos materiales y los consumidores exigen más información.
Ellos también cuentan con más bagaje y por eso se están replanteando su catálogo de productos, para el que han desarrollado hasta 400 tejidos. “Todo lo que sean mezclas de materiales, como el poliéster con el nylon, o con el algodón, son mucho más difíciles de reciclar, solamente se puede hacer a través de productos químicos y hay un vacío a nivel tecnológico”, explica la directora de Innovación y Sostenibilidad. Por eso están derivando hacia las prendas monotejido. Además, están preparando el lanzamiento de un espacio de ropa de segunda mano y trabajan con sus proveedores para recoger y reciclar sus prendas.
Blázquez defiende que las empresas y los consumidores deben “responsabilizarse” de sus actos y en esa palabra hace hincapié T-Neutral. “Creo que es algo curiosamente nuevo para los agentes productivos”, apunta Mariana. La producción de un tejido implica a otras industrias, como la ganadera en los tejidos naturales, la logística o las propias tiendas. Esta dispersión propicia que muchas marcas se desentiendan de la actividad de esos terceros. “No solo deben ser conscientes, sino darle la vuelta y generar valor”, asevera.
Las Gramunt reconocen que es difícil que la huella textil de una empresa caiga a cero en poco tiempo y por eso el modelo de circularidad que han desarrollado incluye un apartado de compensación. Sigue el modelo de la huella de carbono: una tonelada que sale por una tonelada que entra. “Una marca que quiera compensar su huella textil, las toneladas de textil emitidas sobre las que no se ha responsabilizado de su final de vida, podrá hacerlo comprando créditos textiles equivalentes a su huella a proyectos de recogida de residuo textil certificados que puedan asegurar una recogida de textil trazable, medible y que suponga adicionalidad”, explican. Reconocen que esta acción pueden resultar perversa para el sistema, por eso subrayan que se trata de un factor “de transición”. “Hay que lograr el modelo circular”, defiende Mariana.
La sostenibilidad tiene como resultado prendas que se venden a un precio superior a las de baja calidad de la moda low cost. “¿Una prenda vale lo que cuesta realmente en las grandes cadenas?”, se pregunta la responsable de Comunicación de Sepiia. En su web explican la trazabilidad de las prendas, incluido el precio que van adquiriendo en cada momento del proceso. En el mismo sentido reflexiona Blázquez, que defiende que la correcta gestión medioambiental y de las políticas sociales que hay detrás de cada actividad económica tiene un precio, “y no es el 2,99 o 3,99 de la camiseta”. Ambas coinciden en que se trata de una inversión en calidad, pero sobre todo de un compromiso del consumidor con el planeta.
La cantidad de ropa comprada en la UE por persona ha aumentado un 40% desde los años 90, según datos de la propia Unión. Las hermanas Gramunt definen ese patrón como “crecimiento por asfixia”. “El fast fashion es la sublimación del modelo de globalización”, lamentan. Y animan: “Puedes contribuir al problema o ser parte de la solución”.
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