Inteligencia colectiva frente a la emergencia climática
Laurence Tubiana, que copresidió el comité directivo de la Convención Ciudadana por el Clima de Francia, incide en la importancia de este tipo de asambleas ahora que comienza la española
La transformación de nuestra economía hacia la descarbonización total es un hito social inédito y un imperativo irrenunciable. A la vez, supone un gran reto democrático que puede dar respuesta a la sed de la ciudadanía que exige nuevas formas de hacer política. Los gobiernos rara vez van por delante de sus sociedades y, en cuestiones climáticas, los ciudadanos demuestran más ambición que sus representantes. La transición ecológica requiere audacia política, coraje y una ruptura con los modelos del pasado.
No podría haber un mejor momento para lanzar la Asamblea Ciudadana por el Clima en España, una invitación del Gobierno a aprovechar la inteligencia colectiva de la ciudadanía para imaginar una transición que sea factible, equilibrada y justa.
Sabemos que puede ser difícil vincular nuestras democracias con los ciudadanos fuera de momentos electorales concretos. En su trabajo diario, los cargos electos tienden normalmente a dialogar con instituciones, organismos y otros grupos de interés. Quizás esto nunca haya sido suficiente y, en cualquier caso, no lo es en este momento a la vista de la urgente necesidad de cambio. Las instituciones del siglo XX no están equipadas para la lucha existencial del siglo XXI; no están suficientemente sintonizadas con los miedos, la creatividad y la ambición de la sociedad.
Las asambleas ciudadanas son un paso fundamental para remediarlo, como ya se ha demostrado en varios países.
Tuve el honor de copresidir la asamblea ciudadana francesa por el clima. Como respuesta a las protestas de los “chalecos amarillos”, el Gobierno reunió a una muestra aleatoria de 150 ciudadanos de todo el territorio para preparar, en grupos de trabajo de varios meses de duración, una serie de recomendaciones para el Estado. Aunque el compromiso del Gobierno con esas propuestas ha sido decepcionantemente desigual hasta el momento, los sondeos muestran que la opinión pública francesa era muy favorable a las propuestas. Entre ellas, se incluían medidas ambiciosas como el aumento masivo de inversiones en infraestructuras ferroviarias para reducir el transporte en coche y avión, o la prohibición de publicidad de productos y servicios de altas emisiones, como el transporte aéreo. En este resultado agridulce, entre la propuesta y la implementación, vemos el enorme potencial de los procesos democráticos y los evidentes obstáculos institucionales que deben ser revisados.
Pero hay una certeza indudable: la asamblea ciudadana ha impulsado la democracia participativa en Francia. Ahora, diversos presupuestos municipales son dirigidos por la comunidad y se están celebrando múltiples asambleas locales por todo el país. A nivel personal, me ha resultado particularmente inspirador ver cómo ciudadanos alejados de las torres de marfil del conocimiento climático se unen a asociaciones, partidos o distintas acciones locales. En última instancia, es en esos espacios donde prosperará la acción climática, donde las ideas se ponen a prueba en la comunidad y echan raíces.
Innovaciones similares en materia de democracia participativa —así como la asamblea ciudadana global, lanzada recientemente en la COP26 de Glasgow— están cobrando impulso en todo el mundo. Miles de ciudadanos están imaginando una transición en la que podamos embarcarnos todos juntos.
En un clima de desconfianza y desconexión entre las personas y las instituciones, tratar de imponer medidas políticas sin una amplia consulta es una apuesta segura por el fracaso. Y el fracaso no es una opción en este caso. En particular, España es el principal testigo en Europa de la crisis climática y sus impactos. Con olas de calor y sequías severas en la última década, sus habitantes están en primera línea de la batalla para mitigar y adaptarse al cambio climático.
A nivel europeo, contamos con el Pacto Verde (Green Deal); la hoja de ruta hasta 2030 y 2050 que sitúa a la Unión Europea como líder mundial en materia climática. Es esperable que la concreción de estas ambiciones va a estar sujeta a un difícil proceso de traducción en cada uno de los Estados miembros. Pero, como han demostrado las últimas elecciones europeas y cada nuevo sondeo en todo el continente, el mandato popular para una acción climática ambiciosa nunca ha sido mayor. España se sitúa en primera línea, con un 95% de ciudadanos que apoyan el objetivo de neutralidad climática para 2050.
En este contexto, es del interés de todos los representantes políticos apoyar y multiplicar los esfuerzos en favor de la democracia participativa, empezando por esta misma asamblea, así como en prestar atención a sus deliberaciones y recomendaciones.
La ambición de la ciudadanía seguirá aumentando a la vez que lo hará su intransigencia ante la inacción de los gobiernos. Recientemente, fuimos testigos de su fuerza en la COP26 donde presenciamos la movilización generalizada de jóvenes mostrando su enfado por la inacción climática y exigiendo un cambio. Se trata de una generación que adquiere nuevos compromisos, que busca alternativas y está dispuesta a comprometerse de forma innovadora. Dejemos que nos inspiren y generemos espacios de diálogo y propuesta como el que se inicia ahora con la asamblea climática. Actuar con ambición debería ser la única respuesta posible ante esta creciente movilización.
Me gustaría enviar un mensaje a los miembros de la Asamblea española. Antes que vosotros, 108 ciudadanos británicos, 99 daneses, 150 franceses y 105 escoceses se enfrentaron al reto de tomar decisiones, no siempre fáciles, para construir una sociedad mejor frente al gran desafío del cambio climático. Una asamblea ciudadana es un viaje, colectivo y personal. Confiad en vuestra inteligencia colectiva. Tomad las riendas. Haced que vuestra voz sea escuchada por decisores y conciudadanos. Convertíos en los verdaderos ingenieros del cambio.
Laurence Tubiana es consejera delegada de la European Climate Foundation y copresidió el comité directivo de la Convención Ciudadana por el Clima de Francia.
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