“La asamblea ciudadana es un mecanismo esencial para abordar la crisis climática”
La politóloga Arantxa Mendiharat defiende la toma de decisiones por grupos de personas elegidas al azar para evitar la crispación política y avanzar en asuntos complejos como la crisis climática
El sorteo cívico consiste en reunir a un grupo de personas al azar sin tener en cuenta sus conocimientos para que lleguen a decisiones comunes en asuntos de gran relevancia para todos. Se trata de un modelo de la Grecia antigua que se está recuperando ahora cada vez más. Y es la fórmula empleada en Francia y el Reino Unido para las asambleas ciudadanas que buscan cómo afrontar el desafío de la crisis climática. Como explica Arantxa Mendiharat (Baiona, Francia, 1972), que acaba de publicar junto a Ernesto Gamuza el libro La democracia es posible. Sorteo cívico y deliberaciones para rescatar el poder de la ciudadanía (Consonni), en cuestiones tan complejas y a largo plazo como el cambio climático hacen falta alternativas al sistema político de partidos para avanzar en las medidas radicales que se requieren. . “Estas decisiones son difíciles de tomar desde los partidos porque necesitan ser reelegidos”.
Pregunta. ¿Elegir a personas al azar sin conocimientos previos es mejor para tomar buenas decisiones?
Respuesta. El sorteo cívico permite reunir a un grupo de ciudadanos elegidos al azar, que conformen una muestra representativa de la población, para que mediante la deliberación tomen decisiones de políticas públicas. Todas las personas somos capaces de tomar decisiones de políticas públicas mientras estemos informadas y tengamos tiempo y recursos para deliberar.
P. ¿Y no está quedando clara en esta pandemia la importancia de los expertos y del conocimiento científico?
R. Los expertos son fundamentales, la cuestión es quién tiene acceso a los expertos. En un sorteo puede ser elegida cualquier persona, pero la idea es que tenga luego acceso directo a esos expertos. Y cuando hablamos de expertos no nos referimos solo a los académicos, como se entiende desde las élites, sino también a expertos de la sociedad civil, pues hay mucho conocimiento en la calle (sociedades de vecinos, ONG...). En la Convención Ciudadana por el Clima de Francia, los elegidos por sorteo estuvieron trabajando durante siete fines de semana con expertos para poder tomar decisiones.
P. ¿Para tomar decisiones difíciles es mejor muchas personas diversas que unos pocos expertos?
R. Grupos de personas diversas en su manera de ver el mundo toman mejores decisiones que grupos homogéneos de expertos y expertas. Personas elegidas por sorteo que tienen acceso a conocimiento durante un tiempo determinado y que tienen acceso a técnicas de deliberación.
P. ¿Por qué este sistema de sorteo cívico resulta interesante para abordar la crisis climática?
R. El sorteo es un buen sistema para afrontar tres tipos de cuestiones: las relacionadas con las propias reglas del sistema democrático, que no tienen que ver con el cambio climático, y luego las complejas donde hay controversia en la sociedad y las que son de largo plazo, donde entra de lleno el cambio climático. El sistema de partidos tiene sus periodos electorales que hacen muy difícil afrontar decisiones de muy largo plazo o cuestiones que supongan replantear de manera tan radical nuestra manera de vivir, de producir, de consumir… A menudo estas decisiones radicales son difíciles de tomar desde los partidos porque necesitan ser reelegidos. El sorteo sirve para resolver marrones de los Gobiernos para los que es difícil tomar decisiones.
P. ¿Estas asambleas pueden reemplazar a los políticos?
R. Son mecanismos complementarios. El problema del cambio climático es tan grave que necesitamos añadir capas y esta capa de la ciudadanía es fundamental, porque ahora hay una separación entre todo lo que se ha producido de forma científica, la forma en la que se está gestionando desde la política y la ciudadanía. La asamblea ciudadana es un mecanismo esencial para abordar la crisis climática. Se ha visto muy bien en Francia, donde la Convención Ciudadana por el Clima ha generado un gran debate en la sociedad. Necesitamos estar todos en este barco y pensar colectivamente cómo afrontar este desafío.
P. ¿Los políticos ya no debaten ideas?
R. Ni deliberan, ni debaten. El problema no son los políticos, las personas, sino el sistema de partidos, que fomenta esto. Primero porque el pensamiento político se crea dentro del partido, dentro de un grupo de personas que ya piensa como tú, con acceso a expertos que también piensan como tú. Y luego porque en el Parlamento la lógica de partidos hace que los debates estén hechos de antemano. Ahí no pasa nada, muchos políticos te lo dicen en privado. Es un desastre, no existe una deliberación, ni un debate de verdad.
P. Las personas elegidas al azar en estas asambleas tienen que deliberar. ¿Qué diferencia hay entre debatir y deliberar?
R. Debatir es: yo te cuento algo y trato de convencerte, mientras la otra persona dice algo e intenta convencerme. Deliberar es que tenemos que dialogar para llegar a un acuerdo común.
P. ¿El libro defiende que estos sorteos cívicos permiten luchar contra la actual polarización de la política?
R. Cuanto más se junta la gente con otros que piensan igual, más se polariza todo. El sorteo permite romper esto. Vivimos en silos, muy conectados con gente que piensa como nosotros: nuestros amigos, nuestra familia, nuestro entorno laboral, las redes sociales… y tenemos muy pocas oportunidades de hablar con personas que piensan diferente. Estas asambleas ciudadanas permiten llegar a posiciones mucho menos polarizadas. Hay dos grandes problemas ahora mismo en la política: la polarización y las fake news. El sorteo lucha contra la polarización por lo que acabo de decir y contra las fake news porque tienen un acceso directo al conocimiento, conocimiento científico y de la sociedad civil.
P. También dice que sirven para luchar contra la corrupción política. ¿Por qué?
R. Cuando decimos sorteo, esta es solo una parte de todo un mecanismo que tiene muchas piezas. Después del sorteo está la deliberación y luego está la rotación. Esto es muy importante porque con el sorteo siempre son mandatos cortos. En general son mandatos entre tres meses, un año, dos años como mucho. Y como son personas escogidas por sorteo, en principio no suelen tener vínculos con grupos de intereses, aunque también puede pasar. Pero es mucho más difícil que la corrupción pueda llegar a esas personas o que esas personas puedan tener la tentación de la corrupción.
P. ¿Y si entre los elegidos hay personas con vínculos en grupos de intereses?
R. Ninguna decisión se toma de manera individual. En la Convención de Francia fueron 150 personas y en Reino Unido 108. Si en un grupo de 100 personas, hay una o dos personas con un vínculo directo con un grupo de interés no pasa nada, incluso es interesante. Lo que sí es importante es que los propios participantes puedan pedir a quién quieren escuchar. Al principio de los procesos, son los organizadores, los Gobiernos, los que les proponen equis expertos, pero ya desde la segunda sesión deberían ellos mismo poder decir nosotros queremos saber qué dice esta persona o alguien de esta tendencia o que sepa de esto. En Francia, por ejemplo, la convención pidió escuchar a Nicolas Hulot, el ministro de Ecología dimitido del Gobierno de Macron.
P. ¿Cuáles son las claves para que sea realmente útil una asamblea ciudadana del clima?
R. Las dos grandes claves de estas asambleas son la pregunta de partida y qué se hace después con las decisiones. En Reino Unido hubo polémica porque la pregunta que plantearon allí fue cómo llegar a cero emisiones netas [de los gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático] para 2050 y entonces Extinction Rebellion se salió de la organización de la asamblea diciendo que para ellos 2050 era demasiado tarde. En Francia la pregunta era cómo reducir al menos un 40% las emisiones antes de 2030, “en un espíritu de justicia social”, un guiño directo a los chalecos amarillos. Al principio, es muy importante quién la plantea y cuál es la pregunta. Y al final del proceso, es muy importante, qué hace el Gobierno con esas medidas. Estas asambleas pueden aportar mucho a la democracia, pero si no se siguen luego las recomendaciones es casi peor. Si hay decisiones que no puedes tomar, pues déjalas fuera desde el principio, exclúyelas de la asamblea. Es importante que los Gobiernos se tomen estos mecanismos muy en serio.
P. Aquí el Gobierno de España asegura que no ha podido poner en marcha la asamblea ciudadana del clima como se comprometió por la pandemia.
R. Hay un gran debate ahora mismo: ¿hasta qué punto lo virtual puede reemplazar las reuniones presenciales? Todos hemos visto con la pandemia las ventajas de lo online. Escocia ha decidido empezar su asamblea ciudadana por el clima en noviembre todo online. Si no quiere que sea virtual, España va a tener que retrasarla bastante.
P. ¿Qué habría que tener en cuenta para poner en marcha una asamblea ciudadana del clima en España?
R. El Gobierno de España ha debido ver que en Francia ha tenido mucho impacto. Aquí el planteamiento sería diferente porque ya hay una ley [de cambio climático] en marcha [en proceso de tramitación en el Congreso], así que la pregunta a responder sería más sobre cómo se puede aplicar esa ley.
P. ¿Qué otras experiencias de sorteos cívicos en el mundo destacaría?
R. Es interesante la asamblea ciudadana que hicieron en Australia en 2016. El Gobierno del Sur de Australia quería importar desechos nucleares para tratarlos en su territorio y así desarrollar un nuevo sector económico, pero la asamblea se opuso a la idea. También merece la pena el ejemplo del nuevo consejo ciudadano permanente de Ostbelgien, una región alemana de Bélgica, que es uno de los pocos que define su propia agenda. Unos meses antes de la pandemia (cuando nadie sabía lo que iba a ocurrir), este consejo eligió como primer tema las condiciones de trabajo del personal sanitario.
P. ¿La política convencional está fallando para resolver los grandes problemas?
R. Hay una crisis de confianza brutal en las instituciones y en la política, y esto lleva a pensar que lo que necesitamos son Gobiernos de expertos o líderes populistas. Nosotros pensamos que esa no es la vía. Hay que permitir que la ciudadanía participe en las grandes decisiones que tienen que ver con el futuro de la humanidad.
P. Para eso la gente también debe implicarse, pero como se dice en el libro hoy la mayoría va demasiado a lo suyo.
R. Efectivamente. En la Atenas clásica el idiota era el que no se interesaba por la cosa pública y solo se interesaba por los intereses privados. Además, luego se ha producido una división en las tareas: unas personas se encargan de la acción política y los demás de otras cosas. Pero cada vez hay más gente que pone en cuestión esta división de tareas. Pensar en el mundo debería ser una tarea común.
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