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Las emisiones del sistema alimentario mundial por sí solas pueden subir la temperatura del planeta por encima de 1,5 °C

Un estudio publicado en ‘Science’ muestra cómo la producción de alimentos pone en peligro los avances contra el cambio climático que se consigan en los sectores de la energía, el transporte o la industria

Trabajadores cosechan soja en una granja en la ciudad de Tangara da Serra en Cuiaba (Brasil).
Trabajadores cosechan soja en una granja en la ciudad de Tangara da Serra en Cuiaba (Brasil).Paulo Whitaker
Clemente Álvarez

Aunque se parasen de inmediato en el mundo las emisiones del sector de la energía, el transporte y la industria que causan el cambio climático (lo que ya se ha comprobado durante la pandemia que no es nada recomendable que ocurra de golpe), las provocadas por el sistema alimentario mundial por sí solas subirían la temperatura del planeta por encima del límite de seguridad de 1,5 °C. Así lo asegura un nuevo estudio publicado en la revista Science realizado por investigadores de las universidades de Oxford (Reino Unido), Minnesota, California y Stanford (EE UU), que analizan diferentes estrategias para que los gases de efecto invernadero generados en la producción de alimentos no echen por tierra los esfuerzos de otros sectores para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París contra el cambio climático.

“Los Gobiernos tienen que poner más el foco en el sistema alimentario”, incide Michael Clark, investigador de la Universidad de Oxford y autor principal del estudio. “Las energías renovables y las dietas de transición serán partes importantes de la solución climática, necesitamos hacer las dos cosas”, añade.

El trabajo científico analiza hasta qué punto se pueden reducir las emisiones mundiales si entre 2020 y 2050 se adoptan en el sector de la alimentación cinco estrategias diferentes a escala global: una dieta rica en vegetales con moderadas cantidades de leche, huevos y carne; una dieta en la que simplemente se ajustase el consumo de calorías per cápita a niveles saludables; una opción en la que se mejorasen las prácticas agronómicas para sacar más rendimiento a las tierras; otra en la que se redujese a la mitad el desperdicio alimentario; y una última en la que se disminuyesen las emisiones en los procesos de producción (por ejemplo, usando de forma más eficiente los fertilizantes o empleando aditivos para los rumiantes).

De todos estos enfoques, el que consigue reducir más las emisiones es la dieta rica en vegetales. Como se ve en el gráfico, esta es la única estrategia de las cinco estudiadas con la que las emisiones del sistema alimentario se aproximan a las necesarias para que el planeta no supere el límite de 1,5 °C (en una probabilidad del 50%). No obstante, esto es así si se excluyen los gases de efecto invernadero de todos los otros sectores no alimentarios. En la realidad, se espera que la reducción de estas otras emisiones de la energía, el transporte o la industria sea más gradual, por lo que los investigadores consideran que resulta imprescindible sumar los esfuerzos de las distintas estrategias analizadas en el sector de la alimentación.

“La dieta que hemos examinado está principalmente compuesta de vegetales y solo contiene pequeñas cantidades de carne o pescado. No hemos analizado una opción vegetariana porque para muchas personas es importante comer carne o pescado y por ello no queríamos excluir completamente estos alimentos”, detalla Clark, que destaca que hay muchas formas diferentes de cumplir una dieta rica en vegetales, según las diferentes preferencias gustativas, culturales o de disponibilidad de alimentos en el mundo. Este patrón alimentario es similar al defendido por el estudio publicado el año pasado en la revista The Lancet para lograr alimentar a 10.000 millones de personas en 2050 con una dieta de “salud planetaria” (concepto que comprende la salud de los humanos y la de los sistemas naturales de los que depende la especie).

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“Nuestros análisis sugieren que reducir los gases de efecto invernadero del sistema alimentario mundial será probablemente esencial para alcanzar los objetivos de 1,5 °C y 2 °C”, señala el estudio publicado en Science, que calcula que con la tendencia actual las emisiones acumuladas en este sector entre 2020 y 2100 serían de 1.356 gigatoneladas de CO2, por lo que aunque se parasen de golpe las otras emisiones relacionadas con el transporte, la energía o la industria, los gases generados en la producción de alimentos superarían por sí solos el límite de seguridad de 1,5 °C entre los años 2051 y 2063. Esto se cumple si se redujesen las emisiones de todos los otros sectores de forma inmediata (como ya hemos dicho, algo no recomendable). En el caso de una descarbonización más paulatina de la energía, el transporte o la industria (pero en línea con los objetivos buscados), si no se hiciera nada en el sistema alimentario el estudio estima que el aumento de la temperatura planetaria superaría el límite de 1,5 ° C en 11 años y el de 2 °C antes del final de siglo.

Como incide el trabajo científico, la producción de alimentos en el mundo genera emisiones de efecto invernadero de muy diferentes formas. Las principales son la deforestación —que libera dióxido de carbono (CO2) y óxido de nitrógeno (N2O)—, el uso de fertilizantes y otros agroquímicos —CO2, N2O y metano (CH4)—, los gases de los rumiantes (CH4), los arrozales (CH4), el estiércol del ganado (N2O y CH4) y los combustibles fósiles utilizados en todos los procesos (CO2).

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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