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EXPEDIENTE

GLADIS

Por qué las orcas golpean los veleros: una moda viral entre las jóvenes

Los científicos reclaman que no se califique como ataques a estos incidentes, unas inusuales interacciones de juego y socialización, porque puede generar represalias por parte de los navegantes atemorizados

Las noticias de encontronazos de orcas con veleros en el estrecho de Gibraltar desencadenaron un fenómeno viral que marcó el inicio de este verano. Las redes sociales se llenaron de memes protagonizados por Gladis, a la que se presentaba como lideresa de una “rebelión contra los humanos”. Aquellos chistes sobre crímenes orca-nizados no les hicieron mucha gracia a los investigadores de estos animales. Les preocupaba que la propagación de esas ideas de ataques y venganza, sin base científica, fomentase represalias contra las orcas ibéricas, una población de menos de 40 ejemplares que se encuentra en peligro crítico de extinción.

Poniéndose en el lugar de los navegantes, Renaud de Stephanis, coordinador del grupo CIRCE (que estudia las orcas en el Estrecho desde el año 2000), reconoce que “es comprensible que alguien que está en un velero se sienta atacado”. “Es un problema de percepción porque, si ves lo que sucede bajo el agua, ¿cómo puedes ver ahí un ataque?”, añade. Esas diferentes perspectivas se aprecian en este vídeo que grabó el 22 de junio el equipo JAJO durante la regata Ocean Race 2023:

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“Ellas no mantienen una actitud agresiva durante sus interacciones con barcos, aunque a veces rompan algo. A lo que van es a manipular el timón, que identifican como una estructura móvil, pero no embisten el barco como un ariete”, aclara Alfredo López, portavoz de los científicos del grupo de trabajo Orca Atlántica. Lo que vemos en YouTube si buscamos ataques de orcas a veleros son “comportamientos muy diferentes a los de las orcas del Pacífico cuando cazan ballenas”, explica este biólogo.

Lo corrobora desde Seattle (EE UU) Deborah Giles, directora científica de la organización Wild Orca: “En California, cuando las orcas cazan ballenas van de frente hacia ellas y las embisten, o se colocan encima para sumergirlas. Eso es lo que harían con un barco si su intención fuera atacarlo y hundirlo”. Y también coincide con esta apreciación Erich Hoyt, investigador de la organización británica Whale and Dolphin Conservation y autor del libro Orca: la ballena llamada asesina: “La acción de ir a por el timón no es lo que yo llamaría un ataque. Si las orcas desplegaran toda su potencia podrían destruir fácilmente un barco, o volcarlo de inmediato”.

Una orca logra arrancar el timón de un velero en el estrecho de Gibraltar en junio.

Más de 30 expertos en cetáceos de todo el mundo han pedido que no se llamen ataques a unos incidentes que “son consistentes con un comportamiento de juego y socialización” y responden a “una moda cultural”, que se está extendiendo entre las orcas ibéricas desde julio de 2020.

Coincidiendo con el final del confinamiento por la covid en España, algunos veleros que se echaron a la mar en aguas del Estrecho comenzaron a sufrir esas visitas de las orcas que solo producen daños severos una de cada cinco veces. En esos casos, el juego de la orca termina cuando, tras repetidos golpes a los timones, los arrancan y dejan a la deriva las embarcaciones, que necesitan ser remolcadas a puerto. Lo que parecía una mera anécdota, se ha ido consolidando como un fenómeno sin precedentes en el mundo de las orcas, tanto por la frecuencia de los encontronazos como por el aumento de su intensidad. Desde entonces, tres veleros han terminado hundidos al abrirse vías de agua en sus cascos por la rotura de sus timones, según los datos recopilados por el grupo de trabajo Orca Atlántica, que contabiliza un total de 633 interacciones.

A mediados de agosto de este año se produjo la primera reacción agresiva bien documentada: en un vídeo se ve a tripulantes de un velero disparando a orcas en el estrecho de Gibraltar. “La carta no es una respuesta a este suceso, ya había sido impulsada antes por el comité científico de la Comisión Ballenera Internacional”, dice Alfredo López. Además, lamenta que se hable de “oleada de ataques de orcas” en Galicia, donde se han registrado algunos incidentes en las últimas semanas. Llegado desde el Estrecho, uno de los grupos de orcas ibéricas sigue transitando estos días alrededor del cabo de Finisterre, en medio de su migración anual desde el norte de África hacia la Bretaña francesa siguiendo los bancos de atún rojo, que es su alimento casi exclusivo.

“Aunque resulte aterrador desde el punto de vista humano, para las orcas parece ser algo gratificante”, declaran en la carta que hicieron pública los expertos, que interpretan que estamos ante una moda cultural. Así denominan los investigadores “a los comportamientos nuevos que aparecen y se extienden entre las poblaciones de orcas, hasta que desaparecen tal y como aparecieron”. El caso más conocido y llamativo es el de las orcas del Pacífico que comenzaron a llevar un salmón muerto como sombrero en 1987. Esa tendencia causó furor en esa población durante unas seis semanas.

‘Gladis’ no es una orca, es una moda

López incide en esta interpretación, que desmiente la idea de que una orca (la Gladis blanca) esté enseñando a las demás a romper los timones de los barcos: “El aprendizaje en orcas funciona por imitación. Si las demás consideran que una orca es importante dentro del grupo, la imitan. Así, el comportamiento se extiende a otros grupos y la última no sabe quién fue la primera ni para qué lo hizo, quizá ni la conoce”. No es algo muy distinto a la propagación de comportamientos virales humanos, como los retos en redes sociales o el apilamiento de piedras en espacios naturales.

También en las orcas las modas se extienden rápidamente entre las jóvenes. Del total de 35 ejemplares que han sido identificados en la población de orcas ibéricas, los acercamientos a barcos han sido observados en 16. Esas son las conocidas como Gladis, el nombre genérico que usa el grupo Orca Atlántica para distinguirlas de las que no interactúan. Y casi todas esas Gladis son crías y adolescentes. También están implicadas cuatro adultas, dos de ellas solo como observadoras, añade López.

A falta de computar los datos de los cuatro últimos meses de 2023, los científicos no encuentran indicios de que ya podamos hablar de una moda pasajera. Hasta el 31 de agosto, en el grupo Orca Atlántica han registrado más interacciones que en el mismo periodo de 2022 y 2021, pero este año las orcas llegaron al Estrecho muy pronto (en enero), siguiendo a los atunes. Ese adelanto también puede haber influido en que las interacciones entre orcas y barcos se hayan reducido en julio y agosto de este año con respecto a los anteriores, dando una sensación de ligera mejoría durante la temporada alta humana que aún no sabemos si es el inicio de un cambio de tendencia en las orcas. Hasta final de año no se podrá comparar. El grupo de López lleva recopilando datos sobre este inusual fenómeno desde 2020, y el año pasado publicó un artículo que los analiza en la revista científica Marine Mammal Science.

El origen: no hay venganza

Aunque en redes sociales la Gladis original aparezca retratada como una Moby Dick del siglo XXI, los expertos en cetáceos descartan totalmente una motivación de venganza en el inicio de esta moda cultural. Giles apunta: “Si alguna población de orcas del mundo pudiera tener motivos para la venganza contra los humanos, sería la que estudiamos aquí. Han sido el blanco de la industria de animales en cautividad: algunas fueron capturadas varias veces, pero nunca reaccionaron con agresividad”. Hoyt, por su parte, dice: “No hay ningún caso de orcas en libertad que hayan matado a un humano”. En su libro hace una revisión histórica de supuestas agresiones de orcas, sin encontrar ni un solo caso confirmado de ataques a barcos.

Esta herida en uno de los ejemplares que interacciona con barcos hizo pensar a los investigadores en una experiencia traumática previa.
Esta herida en uno de los ejemplares que interacciona con barcos hizo pensar a los investigadores en una experiencia traumática previa.CIRCE

¿Pudo haber algún cambio en el entorno de las orcas ibéricas que diera lugar a la moda de las Gladis? Tras más de dos décadas de trabajo de campo con las orcas del Estrecho, De Stephanis tiene claro que sí. En primer lugar, el desplome de la población de atún rojo entre 2003 y 2010, hasta casi desaparecer, hizo que las orcas dejaran de tener crías. “A partir de 2010 comienza un baby boom, con dos o tres crías cada año, que no tienen como modelo para copiar a orcas algo mayores que ellas. Eso las hace más abiertas a interactuar con cualquier cosa que aparezca y las pueda entretener; algo que rompa la rutina de las crías de estar esperando, sin nada que hacer, mientras el resto del grupo está cazando”, explica el coordinador de CIRCE.

Y en segundo lugar, la gran novedad en el Estrecho fueron los barcos de avistamiento de cetáceos, que intentaban acercarse a ellas. “Antes no había este comportamiento amistoso por parte de barcos, pues las orcas siempre han sido vistas por los pescadores como una competencia por el atún”, sostiene De Stephanis, quien recuerda que “a partir de 2011-2012 hay dos crías de un grupo de orcas que se empiezan a acercar a los barcos de avistamiento y de investigación, cuando antes no había manera; en 2017 ya juegan mucho, sobre todo con los chorros de las hélices de las embarcaciones; se van volviendo cada vez más confiadas, hasta que en 2020 empiezan a toquetear los timones”.

Solución provisional: evitarlas

Aunque los navegantes declaren que las orcas aparecen de la nada, y teman que puedan hacerlo en cualquier lugar, lo cierto es que están donde está el atún rojo, al que siguen en su bien conocida ruta migratoria. Entre los científicos, el consenso es que la solución más inmediata pasa por lograr que los veleros eviten a las orcas, manteniéndolos informados de sus zonas de paso.

Para ello, el grupo Orca Atlántica lanzó a principios de este año la app GT Orca, que permite saber dónde han sido los últimos incidentes y avistamientos, y también reportar nuevos casos. Mientras tanto, los investigadores de CIRCE y el Ministerio de Transición Ecológica pusieron en marcha en primavera un programa piloto para marcar orcas en la zona del Estrecho y seguirlas vía satélite.

Ensayo de marcaje de una orca para seguimiento por satélite / CIRCE

Fuentes del ministerio explican que, de momento, han sido marcados dos ejemplares: “Uno de ellos en primavera, que registró su paso por las costas hasta aguas de la Bretaña francesa; el otro se marcó a principios de agosto, y en estos momentos registra su localización en aguas portuguesas”. Desde CIRCE y basándose en datos preliminares, Renaud de Stephanis sostiene que las interacciones con daños “se han reducido de dos o tres diarias a una a la semana, o cada 10 días, en la zona que hemos balizado”.

Con los datos más generales, facilitados por Salvamento Marítimo, no parece que las medidas para evitar a las orcas estén ya dando frutos: si en el año 2022 sus centros de Tarifa (Cádiz) y Finisterre (A Coruña) coordinaron un total de 50 asistencias a barcos debido a daños causados por las orcas, en lo que llevamos de 2023 ya han sido 45.

Para los navegantes, la situación es confusa. Las recomendaciones de qué hay que hacer en caso de encuentros con orcas son diferentes en aguas portuguesas y españolas. Portugal, basándose en los datos recopilados por el grupo Orca Atlántica y en la legislación de protección de cetáceos, recomienda parar la embarcación. España, apoyándose en pruebas realizadas por CIRCE, recomienda salir navegando a motor hacia aguas menos profundas, hasta que las orcas pierdan el interés.

Desde la costa oeste de EE UU, a Deborah Giles le sorprende la disparidad de criterios entre las autoridades de España y Portugal, y cree que es necesaria más investigación con las orcas ibéricas para poder acordar unas pautas comunes. Se muestra “muy preocupada porque esta situación produzca más agresiones contra esta pequeña población de una especie, Orcinus orca, que ha existido desde hace al menos 700.000 años”, más del doble que los Homo sapiens.

Las orcas se han extendido por todos los océanos del mundo y son el superdepredador de los mares: están en la cima de la cadena alimentaria, incluso por encima del tiburón blanco (al que cazan algunas orcas de Sudáfrica). Cada población tiene su cultura diferenciada, con su propio idioma, costumbres, técnicas de caza y especialización alimentaria; mientras que las ibéricas solo comen atún, otras solo otros peces, otras solo ballenas.

Para Erich Hoyt, experto en las culturas de las orcas, en los últimos siglos a los humanos no se nos ha dado muy bien convivir con los cetáceos. “Esta es nuestra oportunidad para encontrar la manera de hacerlo mejor”, concluye Hoyt.

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CRÉDITOS

Coordinación: Brenda Valverde Rubio
Dirección de arte y diseño: Fernando Hernández
Maquetación: Carlos Muñoz
Infografía: José A. Álvarez
Imagen fondo marino

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