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Cómo debe ser el sueño para mejorar el rendimiento académico

Entre las funciones del sueño prevalecen la formación de memorias duraderas y la estructuración de los contenidos de la mente

Rendimiento academico
Examen en la UNED de Pamplona, el pasado 22 de mayo.UNED PAMPLONA (Europa Press)
Ignacio Morgado Bernal

Un estudio de 1997 publicado en Nature mostró que el daño que causa a la actividad intelectual de una persona el estar sin dormir 17 horas seguidas es equivalente al que muestran quienes tienen en sangre una concentración de alcohol del 0,05 %. Muchos estudiantes universitarios administran sus horas de estudio durmiendo poco de lunes a viernes y tratando de recuperar el sueño perdido durante el fin de semana, generalmente tras algunas horas de ocio nocturno y consumo de alcohol con los amigos. Es el llamado “jet lag social”, que se incrementa inevitablemente en nuestro país cuando las cálidas noches de verano también invitan a irse a dormir más tarde de lo habitual.

Además de su carácter profiláctico y reparador, entre las funciones del sueño prevalecen la formación de memorias duraderas y la estructuración de los contenidos de la mente. De manera congruente con esas funciones, la neurociencia ha puesto de manifiesto que durante el sueño tiende a reproducirse la actividad cerebral que origina el aprendizaje reforzando las conexiones entre las neuronas que lo hacen posible. La cuestión es si se mantienen esas funciones y su eficacia cuando las horas habituales y la calidad del sueño se alteran por hábitos como el “jet lag social” o el consumo de alcohol. ¿Cómo debe ser el sueño para que efectivamente facilite el rendimiento académico?

Para obtener un mejor rendimiento en una prueba o examen no bastaba con dormir bien la noche anterior al mismo, sino haber dormido cada día lo suficiente y con calidad durante todo el semestre académico

Para tratar de descubrirlo un equipo de neurocientíficos del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en EE UU se propuso rastrear el sueño de 88 estudiantes universitarios (45 eran mujeres) durante un completo semestre académico. Para estimar permanentemente la duración y la calidad del sueño de manera objetiva y ecológica, es decir, sin alterar la vida normal de los estudiantes, los investigadores usaron Fitbit, un rastreador comercial que registra el movimiento y los patrones de actividad cardíaca y respiratoria del usuario. Pruebas previas en adultos habían mostrado que el análisis algorítmico de esos registros evalúa con eficacia la duración, calidad y consistencia del sueño en personas adultas.

Tal como se esperaba, los resultados mostraron que a más sueño y de más calidad, mejor rendimiento académico en general de los estudiantes. Pero lo más novedoso fue constatar que para obtener un mejor rendimiento en una prueba o examen no bastaba con dormir bien la noche anterior al mismo, sino haber dormido cada día lo suficiente y con calidad durante todo el semestre académico, es decir, durante todo el tiempo de aprendizaje. Esos resultados dejan claro que para formar memorias consistentes y duraderas lo importante es combinar las sesiones de aprendizaje durante todo el periodo de instrucción con un programa diario de cantidad y calidad suficiente de sueño, algo a lo que se oponen las alteraciones en ese programa que pueden originar ciertos comportamientos y actividades sociales propias de muchos universitarios. Lo observado en el experimento del MIT es de pura lógica si lo que hace el sueño, como sabemos, es ir reforzando los conocimientos diariamente adquiridos integrándolos en los esquemas mentales que ya están almacenados en el cerebro y la mente del estudiante.

El resultado obtenido es además novedoso porque contradice a los de experimentos previos en los que se habían observado incrementos significativos en rendimiento académico tras una única noche de buen sueño, algo que podría estar más relacionado con la ventaja de la mayor concentración y atención que esa noche proporciona a quien se examina justo al día siguiente. En el mismo experimento los investigadores del MIT también observaron que las universitarias, es decir, las chicas, tuvieron en general un sueño de mayor calidad y consistencia que los chicos, quienes necesitaron dormir más que ellas para conseguir que su sueño fuera de calidad. Eso, unido a que el mayor rendimiento académico observado en las chicas desapareció cuando se igualaron estadísticamente los patrones de sueño, sugiere la importancia de estimular a los chicos a tener mejores hábitos de sueño si quieren mejorar su rendimiento académico. Aunque el experimento se hizo con universitarios de una edad media algo superior a los 19 años, sus resultados son extrapolables a la enseñanza secundaria y, en general, a todas aquellas personas que quieran mejorar su rendimiento intelectual.

Ignacio Morgado Bernal es catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de ‘Aprender, recordar y olvidar: Claves cerebrales de la memoria y la educación’ (Ariel, 2017).

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.

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Ignacio Morgado Bernal
Es catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona

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