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La cima del rendimiento cognitivo se alcanza a los 35 años, al menos en el ajedrez

1,6 millones de jugadas en los mundiales también muestran que la precocidad es cada vez más temprana

Miguel Ángel Criado
El iraní Alireza Firouzja se convirtió en gran maestro con 14 años. En la imagen, durante la penúltima ronda del Altibox Norway Chess, con el campeón mundial Magnus Carlsen al fondo.
El iraní Alireza Firouzja se convirtió en gran maestro con 14 años. En la imagen, durante la penúltima ronda del Altibox Norway Chess, con el campeón mundial Magnus Carlsen al fondo.Lennart Ootes/Altibox Norway Chess

El primer campeón mundial de ajedrez, el austríaco Wilhelm Steinitz, tenía 49 años cuando consiguió su primer título en 1886. El último, el noruego Magnus Carlsen fue el más joven en lograrlo, en 2013, faltándole aún unos días para cumplir los 23 años. Son dos casos extremos, pero el estudio de los millones de movimientos desde la victoria de Steinitz señala esa tendencia: que el rendimiento cognitivo óptimo se logra cada vez a edades más tempranas. Eso sí, lo que no ha cambiado es que la cumbre de esta forma especial de inteligencia se logra a los 35, igual que hace 130 años.

“El ajedrez constituye la tarea cognitivamente exigente por excelencia”, recuerda el investigador de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich (Alemania) Uwe Sunde. Junto a otros dos economistas, Sunde ha recopilado todas las partidas de los campeonatos mundiales de ajedrez desde su inicio. Su objetivo era usarlas para medir cómo cambia el rendimiento cognitivo con el paso del tiempo y si lo ha hecho entre unas generaciones y otras. No hay herramientas que permitan medir la evolución de la inteligencia en un lapso tan grande salvo, quizá, este juego que “no ha cambiado con el paso del tiempo”, recuerda el alemán, al menos en sus reglas básicas. Además, en los registros del campeonato está toda la información sobre cómo jugaron los mejores ajedrecistas a lo largo de su carrera.

Lo que hicieron los científicos fue analizar todos los movimientos (salvo los 10 primeros, que suelen venir ya preparados) de más de 24.000 partidas jugadas en los campeonatos entre 1890 y 2014. En total, tenían más de 1,6 millones de movimientos de 20 campeones del mundo y 821 oponentes. Para determinar la calidad de cada jugada en cada partida, confiaron el juicio a una potente máquina, que decidía cuál habría sido el movimiento óptimo. Desde que la supercomputadora Deep Blue ganara al campeón Gari Kaspárov en 1997 (y, sobre todo, tras las abultadas derrotas de los mejores humanos ante las máquinas punteras en los encuentros de Bilbao 2004 y 2005), no hay discusión sobre la supremacía de las máquinas. “El uso de sistemas [informáticos] de ajedrez nos permite tener un marcador objetivo para medir el rendimiento cognitivo”, apunta Sunde.

El trabajo analiza todos los movimientos, salvo los de apertura, de más de 24.000 partidas desde 1886

Los resultados del estudio, publicados en la revista científica PNAS, muestran dos fenómenos prácticamente universales. Por un lado, detectan una evolución de la productividad en forma de curva jorobada: el rendimiento de los movimientos sube y sube en los primeros años hasta llegar una cima aplanada mediada la treintena. Desde entonces, se produce una suave pero efectiva bajada de las prestaciones sobre el tablero. “Segundo, este perfil se reproduce de forma cualitativamente similar en todos los jugadores de nuestra base de datos y parece que los efectos de periodo (el estilo de juego en una época determinada) no le afectan”, destaca Sunde

Sin embargo, esa curva en forma de joroba sí ha cambiado a lo largo del tiempo, ensanchándose: “cuando comparamos las cohortes por nacimiento, las más jóvenes muestran un mayor rendimiento en general y llegan a la meseta antes”, añade el científico alemán. La joroba sigue ahí, con su cumbre en los 35, pero se ha acercado a los 20 años. Además, el rendimiento medio es mayor en las generaciones más recientes que en las anteriores. Segun el estudio, la máquina consideró óptimos el 44% de los movimientos realizados por los nacidos en las últimas décadas del XIX. Para las generaciones posteriores a 1970, el porcentaje sube hasta el 52%.

Los autores rechazan que su trabajo desvirtúe la relevancia de la experiencia. Pero sí creen que se está desvinculando de la edad. Lo razona Sunde: “Nuestros resultados no cuestionan el valor de la experiencia, más bien al contrario. Sugieren que los cambios en el perfil de edad tienen que ver con ella, es decir, con el conocimiento acumulado. Sabemos que la preparación y práctica del ajedrez han cambiado de forma radical tras la llegada de los ordenadores y los programas de ajedrez. Así que nuestros datos apuntan a que las condiciones en las que crecen las personas en la actualidad, que incluyen el rápido avance de la tecnología digital, tienen un impacto en el desarrollo de sus habilidades cognitivas”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.

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