Los nativos americanos y los polinesios entraron en contacto siglos antes de que llegaran los europeos
El genoma de los isleños indica que o ellos llegaron a América por el oeste o los habitantes de las costas del continente se aventuraron en el mar
El posible contacto entre los habitantes de la Polinesia y los nativos americanos es un debate que viene de lejos. Hay pistas arqueológicas y algunas leyendas compartidas que apunta al encuentro. Pero la más fuerte hasta ahora era la del camote (batata, patata dulce o boniato, según la zona). Domesticado en América del Sur, se encuentra desde tiempos precolombinos en lugares tan distantes como Tonga (a más de 10.000 kilómetros de la costa americana). Ahora, la genética podría zanjar la cuestión al demostrar un estudio que los polinesios tiene un buen porcentaje de americanos en su ADN. Y el encuentro se produjo mucho antes de que llegaran los europeos a uno u otro lado del mundo.
Un amplio grupo de investigadores ha rebuscado en los genes de 807 personas de 17 islas polinesias y 15 poblaciones nativas de la costa pacífica americana. Con sus genomas, en particular sus diferencias, han podido establecer relaciones de parentesco ancestral. Su trabajo, publicado en la revista Nature, muestra que algunos polinesios de cinco islas tienen hasta un 10% de material genético americano. Estiman además que el préstamo genético debió producirse en torno al 1200 de esta era.
“Creemos que se trató de un evento único entre pobladores cercanamente relacionados con los pueblos originarios de Colombia o Ecuador y los navegantes polinesios antes de que poblaran la Isla de Pascua”, dice el experto en genómica de las poblaciones humanas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav, México) y autor sénior del estudio Andrés Moreno Estrada. La referencia a la Isla de Pascua o Rapa Nui aquí es relevante. Dado que es la isla más al este y cercana a América, los defensores del contacto sostenían que el primero debió producirse aquí o con sus navegantes.
El estudio ha comparado el genoma de centenares de habitantes de las islas del Pacífico y las costas americanas
Sin embargo, la señal genética americana es al menos unas décadas anterior e igual de intensa en descendientes de otras islas más al norte y al oeste es decir más alejadas del continente americano que en Rapa Nui. “La ancestría americana que se encuentra en las islas Marquesas, Isla de Pascua, las islas Palliser y Mangareva es del 2%”, detalla Adriana Garmendia Corona, colega de Moreno Estrada en el Cinvestav y coautora del estudio. En ninguna de las islas restantes incluidas en el estudio hallaron el rastro americano.
El estudio añade otra pieza al rompecabezas: comparando entre los distintos genomas americanos, los investigadores observan que los nativos más estrechamente relacionados con los polinesios son los zenú. Actualmente presentes en el Caribe colombiano, en el pasado debieron habitar también las costas del Pacífico.
“Efectivamente, las hipótesis en torno a un posible contacto se habían centrado entre los puntos más cercanos o icónicos entre el Pacífico y América, es decir Isla de Pascua y Perú o Chile. Sin embargo, la afinidad genética indica que el origen fue al norte de Sudamérica”, comenta Moreno Estrada. En cuanto a sus protagonistas, “el contacto no necesariamente tuvo que haber involucrado a grandes civilizaciones, sino culturas con conocimiento y métodos de navegación, los cuales se sabe que existían en pueblos nativos del norte de Ecuador y cruzaban hacia las costas del sur de México mucho antes de la llegada de los Europeos. Una de estas embarcaciones pudo haber quedado a la deriva hace 800 años y ser parte de la mezcla genética que observamos hoy en día en Polinesia”, añade el científico mexicano.
Sin embargo, su colega del Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio Víctor Moreno Mayar apuesta porque el sentido del viaje pudo ser diferente. “En su expansión hacia el este, los polinesios, grandes navegantes que veían en el mar caminos y no barreras, llegaron desde Tonga a Rapa Nui en 1.000 años″, dice Moreno Mayar, el primero que usó la genética de los rapanui para demostrar el contacto. Así que bien pudieron llegar a las costas americanas y volver a sus islas.
“No podemos descartar que hayan sido los navegantes polinesios quienes alcanzaron las costas de América y emprendieron el regreso a la Polinesia o bien un grupo de indígenas americanos quienes hicieron el viaje hasta las islas polinesias. Lo que sabemos es que el contacto ocurrió entre ambas culturas más de cinco siglos antes de la llegada de los europeos”, destaca Moreno Estrada.
En 2017, los defensores del encuentro entre los pobladores del Pacífico recibieron un duro golpe. Entonces, investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara (EE UU) lograron estudiar por primera vez ADN antiguo (material que no suele conservarse en estas latitudes) de habitantes de la Isla de Pascua, algunos de principios del siglo XVIII y, por tanto, anteriores a la mezcolanza que trajeron los exploradores europeos. En aquel trabajo, no se encontró apenas rastro genético de la señal americana en los rapanui.
La señal genética americana en los polinesios provendría no de una gran civilización como la andina sino de pueblos costeros de las actuales Colombia y Ecuador
Lars Fehren-Schmitz, el autor del estudio con ADN antiguo, duda de que el actual trabajo zanje la cuestión del encuentro. “Su estudio nos recuerda que la historia de la población de la remota Oceanía es compleja y que no deberíamos afirmar a la ligera que hemos encontrado la evidencia definitiva del contacto o no entre polinesios y nativos americanos”, comenta en un correo. Para él, solo el hallazgo de restos de la era precolonial de los primeros con ancestros de los segundos podría zanjar el debate. “Lo mismo se podría decir si se hallaran muestras de linajes polinesios en algún individuo precolonial de América, algo que por ahora no hemos encontrado”, añade.
En todo caso, el investigador de la Universidad de Stanford (EE UU) Alexander Ioannidis, coautor del estudio de Nature, dice que su investigación destaca algo que tiende a olvidarse: “Si piensas en cómo se cuenta la historia de esta época, casi siempre es una historia de conquista europea y nunca oyes algo de los demás”. Y añade en una nota: “Creo que este trabajo ayuda a reconstruir esas historias no contadas y el hecho de que puedan sacarse a la luz a través de la genética es muy emocionante para mí”.
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