Suelos saludables para un futuro sostenible
Los autores recuerdan la relevancia del suelo para la biodiversidad, ya que la generación de tan solo 3 milímetros de nuevo suelo superficial requiere un siglo
El suelo es un recurso natural no renovable del que depende la vida en nuestro planeta. Representa una fuente de alimento, fibras textiles y madera; es la red más amplia de purificación del agua y un hábitat en el que proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento de los ciclos biogénicos que permiten mantener la vida.
La generación de tan solo 3 milímetros de nuevo suelo superficial requiere un siglo, y es un recurso no renovable dentro de nuestra escala de tiempo. El suelo está sometido a una enorme presión de producción, ya que será el sustento para alimentar a los cerca de 10.000 millones de personas que se estima poblarán la Tierra en el año 2050.
El suelo es un sistema dinámico con importantes equilibrios físico-químicos y biológicos; el conjunto de reacciones que tienen lugar en el mismo constituye el mayor reactor de nuestro planeta, necesario para la depuración de las aguas y la recarga limpia de los acuíferos. En relación con el cambio climático el papel de las plantas en la captura del CO2 atmosférico es crítico; menos conocido es que cerca del 20% del carbono capturado se almacena en el suelo en forma de materia orgánica y que Naciones Unidas aconseja conocer y manejar correctamente los suelos para que las prácticas de laboreo no promuevan la emisión de otros gases de efecto invernadero.
La biodiversidad en nuestro planeta comprende no solo una vertiente macroscópica, visible, sino también otra microscópica, una parte significativa de la misma en los suelos. Así, un solo gramo de suelo de cualquier lugar de la Tierra alberga entre cientos y 100 millones de microrganismos, con una biodiversidad tal que es el motor para mantener activos los ciclos biogénicos de los elementos. Por ello, preservar el suelo en estado saludable, o “recuperarlo” cuando se ha deteriorado, no solo es una vía para obtener alimentos seguros y disfrutar de nuestros paisajes, sino que es esencial para el mantenimiento global del planeta. Es responsabilidad de todos conservar y utilizar el suelo adecuadamente para que sea fuente de bienestar de las generaciones venideras.
En el marco de la Cumbre del Cambio Climático COP25, auspiciada por la ONU y celebrada en Madrid, se presentaron varios programas relacionados con la Salud del Suelo. La Comisión Europea adelantó la consideración que se hace en el Programa Horizonte Europa, concretamente en el marco del Acuerdo Verde “Green Deal” y del programa de las Misiones, de la I+D+i como elemento clave para la producción sostenible de alimentos en suelos saludables. La previsión inicial es la de una inversión de diez mil millones de euros entre 2021 y 2027 para estudios relacionados con alimentos, bioeconomía, recursos naturales, agricultura, pesca, acuicultura y medio ambiente. El problema de los suelos saludables tiene una dimensión global, ya que a la presión que produce el incremento de la población en la producción, hay que añadir que los cultivos en suelos no saludables son más susceptibles de sufrir enfermedades y plagas, que pueden reducir el rendimiento de las cosechas de un 20 a un 30% originando hambrunas. Esta escasez dará lugar a flujos masivos de personas hacia zonas de mayor producción de alimentos; pero el sistema colapsará por agotamiento del suelo, el deterioro en la calidad de aguas y la superpoblación en las grandes urbes.
“El suelo está sometido a una enorme presión de producción, ya que será el sustento para alimentar a los cerca de 10.000 millones de personas que se estima poblarán la Tierra en el año 2050″
El programa de las Misiones dirigido a promover suelos saludables pide implicar a la sociedad en general, a los agricultores y ganaderos, a los científicos y a los políticos. Todos somos responsables de plantear propuestas para el codiseño mancomunado de estrategias encaminadas al fin primordial de preservar un suelo funcional al tiempo que sostenible y biodiverso. En este debate y en la investigación que se plantea van a jugar un papel relevante los Living Labs (laboratorios vivientes) y las Lighthouse Farms (granjas faro). El primer concepto alude al foro de interacciones entre los agentes, mientras que el segundo se refiere a instalaciones agrícolas. Los avances en estos sistemas modelo servirán para replicar los progresos conseguidos en agricultura sostenible en otras explotaciones. Ello requerirá que los resultados en parcelas experimentales se transfieran a las explotaciones agrícolas y al entorno paisajístico, contribuyendo a prevenir la degradación de los suelos, a conservar la masa de agua subterránea y superficial y a mantener el delicado equilibrio que requiere la preservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.
Para un país como España, en el que cerca del 9% del PIB está ligado al sector primario, es importante promover las estrategias concertadas para construir una agricultura sostenible e integrada en el medio ambiente que contribuya a consolidar el relevante papel de la agricultura española en la despensa de Europa.
El programa de Las Misiones del Suelo plantea objetivos muy ambiciosos, persiguiendo para 2030 que cerca del 75% del suelo europeo sea saludable. Esto requerirá restaurar tierras de cultivo dañadas por algunas prácticas agrícolas y evitar la erosión de los suelos que conduce, inexorablemente, a la desertificación. Esta última es un fenómeno devastador no solo en los países del arco mediterráneo sino también a escala global; la ONU señala que un cuarto de la superficie de la Tierra no cubierta por nieves se encuentra en fase de desertificación. Finalmente, es urgente la restauración de suelos contaminados como consecuencia del abandono de la actividad industrial y limitar el crecimiento de las ciudades que dan lugar al “sellado” de los suelos, haciéndolos improductivos.
La crisis del coronavirus ha demostrado lo vulnerables que somos como consecuencia de la alteración de los equilibrios de la naturaleza y el uso inapropiado de la cadena trófica. El suelo es nuestro salvavidas: si lo destruimos, perdemos la capacidad de alimentarnos y de proteger el medio ambiente; si no lo restauramos, alteraremos los equilibrios naturales.
Rocío Lansac y Juan Luis Ramos, del INIA y del CSIC, respectivamente, son representantes del Ministerio de Ciencia e Innovación de España en el subgrupo de las Misiones del Horizonte Europa de la Comisión Europea.
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