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Inocular el coronavirus a personas sanas: el atajo para tener una vacuna cuanto antes

Crece el consenso científico sobre la necesidad de valorar la infección deliberada de voluntarios

Una voluntaria recibe una vacuna experimental de la empresa estadounidense Moderna el 16 de marzo, en Seattle.
Una voluntaria recibe una vacuna experimental de la empresa estadounidense Moderna el 16 de marzo, en Seattle.Ted S. Warren (EL PAÍS)
Manuel Ansede

Un veinteañero estadounidense se acercó un día a un hospital de Boston y dijo que quería donar un riñón a cualquier desconocido que lo necesitase. Casi 10 años después, aquel chico, Josh Morrison, tiene un riñón menos y está al frente de una iniciativa que ha reunido a miles de jóvenes sanos dispuestos a infectarse a propósito con el SARS-CoV-2: un virus sin ningún tratamiento eficaz que ya ha matado a unas 300.000 personas en todo el mundo. El equipo de Morrison cree que un experimento así podría salvar “miles o incluso millones de vidas” al crear un atajo hacia una vacuna. Su movimiento se llama 1DaySooner (un día antes, en inglés). Este miércoles, su web registraba más de 16.000 personas interesadas en inocularse el coronavirus por el bien de la humanidad.

La Organización Mundial de la Salud ha abierto sus puertas a estos ensayos a la desesperada. “Podrían no solo acelerar el desarrollo de una vacuna contra la covid-19, sino también aumentar las posibilidades de que las vacunas sean más efectivas”, afirma la institución en un informe publicado el 6 de mayo. La OMS recuerda que decenas de miles de personas han participado en el último medio siglo en estudios de este tipo. En 2016, un centenar de personas sanas ingirieron la bacteria causante de la fiebre tifoidea en el Hospital Churchill de Oxford (Reino Unido) para probar la eficacia de una vacuna contra la enfermedad. En 1999, las universidades estadounidenses de Maryland y Cincinnati infectaron a 51 personas con la bacteria del cólera dentro de un ensayo de una nueva vacuna.

Josh Morrison (izquierda), fundador de 1DaySooner, junto al receptor de su riñón donado.
Josh Morrison (izquierda), fundador de 1DaySooner, junto al receptor de su riñón donado.

“Los riesgos para las personas voluntarias son una razón importante para preocuparse por este tipo de ensayos. Parece que las personas jóvenes y saludables corren un menor riesgo ante la covid-19, pero también pueden enfermar gravemente y morir y todavía no sabemos por qué”, advierte la estadounidense Seema Shah, experta en bioética y coautora del informe de la OMS.

El documento hace un llamamiento a poner en una balanza los riesgos y los beneficios. Hay más de 100 vacunas experimentales contra el nuevo coronavirus y otros tantos tratamientos en investigación. Los voluntarios sanos infectados deliberadamente podrían ayudar a identificar los medicamentos más prometedores sin tener que vacunar a decenas de miles de personas y esperar durante meses a ver qué pasa. El informe de la OMS pone cifras al riesgo: se calcula que el 1% de las personas de entre 18 y 30 años infectadas por el coronavirus tienen que ser hospitalizadas. El 0,03% muere. Los voluntarios de 1DaySooner defienden que merece la pena correr el riesgo. Josh Morrison cuenta que ya se han apuntado 90 personas de España, 40 de Colombia, 20 de México y 10 de Argentina.

Shah, de la Universidad del Noroeste, en Chicago, cree que serían necesarios entre seis y doce meses para preparar estas infecciones controladas de humanos. A su juicio, hay que “sentar ya las bases” para “garantizar que los potenciales beneficios sociales son lo suficientemente altos y los riesgos son lo suficientemente bajos”. Por ejemplo, sugiere, hay que identificar cuanto antes posibles características genéticas de los jóvenes más sensibles al virus para excluirlos de los ensayos.

El epidemiólogo Anthony Fauci, al frente de la lucha contra la covid-19 en EE UU, también ha pedido este lunes “evaluar minuciosamente” la posibilidad de inocular el coronavirus a voluntarios sanos para ahorrar tiempo. Estos experimentos “podrían ser de utilidad”, sostiene Fauci en un artículo en la revista Science, aunque advierte de que los resultados obtenidos en jóvenes sanos podrían no ser extrapolables a las personas mayores, que son las principales víctimas de la covid-19.

“Si te vas a subir al trapecio hace falta tener una red debajo”, advierte el jurista Carlos Romeo

El jurista Carlos Romeo es el único español en el Grupo Europeo de Ética de la Ciencia y las Nuevas Tecnologías, que asesora a la Comisión Europea. “Todo tiene que ir paso a paso, no a zancadas como ocurre a veces en biomedicina”, reflexiona Romeo, preocupado por la falta de tratamientos para rescatar a un voluntario infectado si surgen complicaciones. “Si te vas a subir al trapecio hace falta tener una red debajo”, señala.

El Convenio de Oviedo, un acuerdo europeo suscrito en 1997 para impedir abusos en la biomedicina, establece que “el interés y el bienestar del ser humano deberán prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad o de la ciencia”. Romeo subraya que “no se puede usar sin más a las personas como conejillos de indias, aunque se presenten voluntarias”. Primero, afirma, hay que descartar por completo el riesgo de que sean misiones suicidas. “Ahora mismo desconocemos casi todo del virus. Y existe la posibilidad de que mueran algunos de los voluntarios, porque todavía no sabemos controlar ese riesgo”, alerta el jurista, catedrático de Derecho Penal en la Universidad del País Vasco.

La OMS tiene registradas 110 vacunas experimentales contra la covid-19. Ocho de ellas ya se han comenzado a probar en humanos. El proceso habitual es hacer pruebas en animales, por ejemplo en ratones y macacos, y después comenzar los ensayos con un pequeño grupo de voluntarios sanos. Tras esa primera fase para evaluar la seguridad y el efecto inmunológico, se pasa a una segunda etapa con centenares de personas para confirmar la fórmula y la dosis. En la tercera fase, se vacuna a miles de voluntarios expuestos a la enfermedad y se hace un seguimiento que puede durar años. El proyecto 1DaySooner calcula que ahorrar un día en este proceso evitaría 7.120 muertes. Ahorrar tres meses salvaría la vida de 660.000 personas.

“Inocular virus a voluntarios sanos ha sido una práctica habitual en la historia de las vacunas”, recalca el médico Jose Tuells, historiador de la vacunología de la Universidad de Alicante. Tuells recuerda uno de los experimentos más célebres, y salvajes, de la ciencia. Un 14 de mayo como hoy, pero de 1796, el médico rural inglés Edward Jenner inoculó a un niño sano, James Phipps, la benigna viruela de las vacas. Semanas después le introdujo el virus de la viruela humana, que por entonces mataba a unas 400.000 personas al año. El pequeño James sobrevivió y Jenner demostró que el líquido de las pústulas de vaca inmunizaba frente a la viruela humana. La nueva técnica, denominada vacuna por las vacas, acabó eliminando por primera vez una enfermedad humana de la faz de la Tierra. Este mes de mayo se cumplen 40 años de la erradicación de la viruela.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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