Efectos pandémicos en ciencia y sus peligros
Es posible que la inclinación a priorizar la financiación de la ciencia con aplicación inmediata se agudice con la crisis
La investigación científica ha adquirido un papel protagonista durante la pandemia del coronavirus, reclamando un puesto entre las acciones prioritarias de inversión estatal de cara al futuro. Se ha puesto mucho énfasis en la rama biosanitaria y, dentro de las matemáticas, en los modelos que intentan predecir diversos escenarios. Pero, como ya sabemos, para responder ante situaciones de gravedad necesitamos disponer de marcos teóricos sólidos (por ejemplo, los modelos mencionados se basan en resultados de ramas de la matemática fundamental, desarrolladas durante siglos). Sin embargo, si ya en los últimos años ha habido una inclinación internacional a priorizar, en la financiación, la ciencia con aplicación inmediata, es posible que esta tendencia se agudice con la crisis. Este es solo uno de los posibles efectos de la pandemia en el ámbito científico. Como siempre, serán las personas en situación de vulnerabilidad las que más fuerte reciban el golpe. Por ello, puede ser clave anticiparnos a la situación y no replicar los efectos devastadores de la crisis del 2008 en la ciencia española.
Aunque todavía es pronto para poder estudiar el impacto de la crisis de la COVID-19 en el ámbito académico ya podemos identificar aspectos muy negativos: pérdida de contactos científicos, cancelación de congresos y reuniones, retrasos en la financiación, proyectos que quedan a medio terminar, contratos que se acaban y, lo más importante, jóvenes investigadores e investigadoras sin un futuro claro ni siquiera a corto plazo.
El confinamiento puede acrecentar la desigualdad derivada de la prevalencia de roles tradicionales en hombres y mujeres
Un porcentaje elevado de investigadores e investigadoras pertenece al colectivo universitario, que ha tenido que adaptarse rápidamente a un modelo docente online que, en general, no se adecua a la enseñanza de las matemáticas. Aunque pueda sorprender, en las universidades la mayor parte de la docencia de matemáticas se hace “a golpe de tiza”. Las matemáticas se construyen, se deducen, junto al alumnado; este es un proceso fundamental e irremplazable de la transmisión del conocimiento matemático.
Además, las plantillas universitarias están un tanto envejecidas, debido a la falta de reposición durante la última década. En los próximos años se va a jubilar un gran número de profesorado investigador sénior, y es probable que la crisis de la COVID-19 y los cambios que probablemente provocará en la docencia, lleven a más profesorado a elegir esta opción. Si todo sigue como hasta ahora, las plazas vacantes serán sustituidas por puestos con un alto nivel de precariedad: así, la plaza de un catedrático desaparece o se sustituye por una nueva de ayudante doctor. ¿Las consecuencias? La pérdida de potencial investigador y un aumento de la carga docente para el profesorado más joven, que presumiblemente deberá sacrificar tiempo de su investigación.
Si todo sigue como hasta ahora, las plazas vacantes serán sustituidas por puestos con un alto nivel de precariedad
Por otro lado, y como ya están señalando diversas voces, el confinamiento puede acrecentar la desigualdad derivada de la prevalencia de roles tradicionales en hombres y mujeres. Según varios testimonios recogidos en artículos publicados recientemente sobre el tema, las investigadoras están viendo muy afectado su tiempo de trabajo durante este periodo, probablemente debido a que ellas siguen teniendo mayor carga en las tareas domésticas y el cuidado de personas dependientes. Instituciones como la Unión Matemática Internacional, a través de su Comité de Mujeres, están ya planteando este debate.
En la vieja normalidad, el trabajo de cuidados ya estaba tremendamente feminizado en todo tipo de parejas. Por ejemplo, en Estados Unidos, las madres pasan casi el doble de tiempo en tareas domésticas y cuidado de los niños que sus parejas -¡tambien dentro de la propia academia!-. Ahora, con los niños en casa y el confinamiento, que impide delegar la parte del trabajo doméstico y de cuidado que antes estaba contratado, habitualmente a educadores, empleadas del hogar y cuidadoras, las tareas domésticas se multiplican. Son especialmente vulnerables las familias monoparentales (que en 2017, están encabezadas por mujeres en un 83%, según el INE).
Tenemos que aprovechar estas circunstancias para afianzar el papel de la ciencia como motor de desarrollo de nuestro país
Aunque tardaremos meses en poder ver el impacto de estas situaciones en la producción científica (por ejemplo, en matemáticas el tiempo de producción de un artículo puede variar de los seis meses a varios años), el confinamiento y las próxima etapas podrían acarrear consecuencias desastrosas, que pueden ser determinantes en el desarrollo de la carrera de investigadores e investigadoras. Principalmente, para los grupos más vulnerables: las personas jóvenes que aún no tienen una plaza permanente, las minorías… Ya hay poca diversidad en los puestos más altos de la carrera investigadora, en cualquier disciplina científica, por lo que es conveniente evitar que esta situación agudice aún más esa tendencia.
Esta crisis está evidenciando el papel relevante de la ciencia. La sociedad está comprobando en directo cómo el personal científico está trabajando desde los diferentes campos para conocer y atajar la COVID-19 y la pandemia que ha desatado. Por tanto tenemos que aprovechar estas circunstancias para afianzar el papel de la ciencia como motor de desarrollo de nuestro país y favorecer así el cambio de modelo productivo, del que tanto se ha hablado en el pasado.
En el inmediato futuro deberemos estar muy pendientes de que no se produzcan los efectos no deseados que hemos dibujado y evitar los errores que se han cometido en el pasado, reforzando las estructuras existentes, defendiendo el estatuto del personal investigador, y profundizando en la igualdad y la conciliación en la ciencia. ---
Javier Aramayona es investigador Ramón y Cajal en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del ICMAT. Marta Macho-Stadler es profesora de la Universidad del País Vasco. David Martín de Diego es investigador científico del CSIC en el ICMAT. Ágata Timón García-Longoria es responsable de Comunicación y Divulgación del ICMAT.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.