El coronavirus, un reto que fomenta la cooperación científica
La lucha contra la pandemia de covid19 ha obligado a abrir los laboratorios y potenciar la colaboración interdisciplinar entre científicos, facilitando la circulación de datos como nunca antes y difundiendo la divulgación entre la sociedad
La competencia es inherente a la ciencia y la ayuda a avanzar. Con esta máxima, muchos grupos científicos han desarrollado su trabajo a lo largo de la historia, celosos de proteger sus descubrimientos en aras de ser los primeros en resolver un problema, desarrollar una teoría o alcanzar un hito concreto y recibir después el reconocimiento de sus colegas. Este es un comportamiento lícito que, sin embargo, ha contribuido a distanciar a los científicos de la sociedad y a que ésta considere el conocimiento científico como algo elevado, inalcanzable, y al científico como una persona cerrada en su laboratorio, aislado y concentrado en sus propios problemas.
El gran desarrollo tecnológico está, sin embargo, contribuyendo a romper esos moldes clásicos. Los grupos científicos se ven abocados a compartir los resultados y trabajos con otros colegas sabiendo que de otro modo nunca llegarán al descubrimiento en una posición destacada. La carrera científica obliga hoy a utilizar tecnologías complejas y sobre todo a aunar esfuerzos interdisciplinares en pos de una determinada hipótesis de trabajo. Así, la biomedicina debe, por ejemplo, aunar esfuerzos con investigadores clínicos, biofísicos, matemáticos, informáticos…, para extraer toda la información de los experimentos complejos, que la tecnología nos permite hoy en día hacer, para poder interpretarlos correctamente y generar así nuevas hipótesis. La ciencia está pues revolucionando la manera en que los profesionales nos enfrentamos a los diferentes problemas y obligando a la colaboración.
Acontecimientos como la pandemia a la que nos enfrentamos hoy contribuyen a abrir los laboratorios. La sociedad hace preguntas y demanda soluciones rápidas que obligan a modificar los comportamientos de los científicos y añaden presión a sus trabajos. Esta pandemia está permitiendo acceso a las informaciones científicas como nunca antes había sucedido; la información se comparte a mucha velocidad y nos permite acceder a datos que hasta hace poco tiempo tardábamos meses en conocer. Además, la responsabilidad con la sociedad de los grupos científicos les obliga a no callarse nada que pueda resultar en beneficio de todos, aún en contra del propio beneficio de ser el primero en encontrar un tratamiento o conseguir un éxito profesional.
Yo llevo pocos meses como director del Centro Nacional de Biotecnología, un instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y uno de los centros que está en primera línea de la investigación contra la covid-19 en nuestro país, y puedo asegurar que es impresionante la generosidad de los grupos de investigación que en él trabajan. Generosidad que se extiende también, como una marea, por el personal de todos los servicios de apoyo que, venciendo su miedo y sintiéndose también coprotagonistas de los resultados, trabajan con tesón y cumplen sus responsabilidades dando lo mejor de si mismos.
“La responsabilidad con la sociedad de los grupos científicos les obliga a no callarse nada que pueda resultar en beneficio de todos, aún en contra del propio beneficio de ser el primero en encontrar un tratamiento o conseguir un éxito profesional”
En este colectivo me encuentro grupos clásicos de reconocida trayectoria y prestigio internacional en su campo que hacen un esfuerzo contra reloj por desarrollar su trabajo, a la vez que atienden a la sociedad explicando sus conocimientos con claridad y cercanía en los medios de comunicación. También, grupos de científicos jóvenes que han adaptado sus conocimientos para aplicarlos, en este caso, a buscar, por ejemplo, antivirales; y otros de disciplinas aparentemente lejanas que buscan la estructura de las proteínas virales, recogen información y preguntas de otros grupos, algunos internacionales, las procesan y las vuelven a poner a disposición de la comunidad internacional. Y, en definitiva, todo un río de iniciativas bien coordinadas y puestas al servicio del fin común: contribuir a encontrar remedios ante la enfermedad.
El CNB-CSIC ha recibido una importante financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, es decir, recursos de la sociedad española, para ponerse, sin dudarlo, a la cabeza de la investigación sobre la Covid-19. Estamos desarrollando nuestra actividad en seis grandes áreas. Primero: desarrollo de vacunas contra el SARS-Cov2 con dos aproximaciones complementarias; por un lado, utilizando un virus no infectivo que aseguraría una vacuna muy eficaz y segura y, por otro, empleando proteínas aisladas del propio virus, una estrategia que ha sido exitosa en el caso de otros virus que han afectado a la sociedad en el pasado. Segundo: desarrollo de nuevas moléculas y tratamientos antivirales contra SARS-Cov2; esta plataforma pretende encontrar compuestos nuevos que neutralicen el virus, pero también reposicionar fármacos que en la actualidad tienen otras aplicaciones. Tercero: generación de anticuerpos capaces de neutralizar la acción del virus, es decir, con capacidad terapéutica, y otros para diseñar ensayos que permitan su rápida detección. Cuarto: estudios de la estructura de las proteínas del virus para localizar regiones con interés en su función o para descubrir en ellas nuevas zonas con potencial interés terapéutico. Quinto: estudios informáticos de predicción sobre la evolución de infección en la sociedad y sus consecuencias. Y sexto: desarrollo de una plataforma de estudios sobre la estructura de las proteínas virales, procesamiento de imágenes y puesta en común de esta información con la comunidad internacional.
En este camino, además, muchos grupos científicos españoles e internacionales, públicos y privados, están poniendo a disposición de nuestros equipos materiales, conjuntos de compuestos para analizar y herramientas de análisis, en un ejercicio colectivo y sin parangón de generación de conocimiento colectivo. Este estímulo continuo nos anima a seguir en pos del beneficio social y supone un auténtico ejemplo de ganas de contribuir a la resolución del problema, algo que deberíamos cuidar en el futuro sin preocuparnos tanto por la existencia de reconocimientos individuales.
No sé si seremos los primeros en conseguir remedios en esta pandemia, pero puedo asegurar que la ilusión de todos los implicados y sus conocimientos están puestos en ello y que de esta situación saldremos reforzados en el trabajo interdisciplinar y colectivo, en pos de desafíos científicos en el futuro. Esperemos que los mimbres que esta pandemia está tejiendo entre los científicos puedan mantenerse más allá de esta crisis y que todos aprendamos a pensar que de la colaboración nacen mejores, más eficientes y más rápidas respuestas a los retos que la sociedad nos demanda.
Mario Mellado es director del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC
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