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Gabriela Huidobro, historiadora: “Las mujeres chilenas fueron desde el siglo XIX más avanzadas y vanguardistas que en otros países”

La autora chilena publica una exhaustiva investigación del papel de las mujeres ignoradas en la historia de su país. “A Javiera Carrera la conocemos porque dicen que bordó la primera bandera chilena -el estereotipo de género- , cuando tiene una historia impresionante”, asegura

Gabriela Huidobro
Gabriela Huidobro, en Santiago.Sofía Yanjarí
Antonia Laborde

La historiadora chilena María Gabriela Huidobro, autora de Mujeres en la historia de Chile (Taurus), está convencida de que las mujeres en su país no participan del relato principal como personajes agentes de la historia, sino que como sujetos que la complementan. Pero que si se las quita, lamentablemente la historia se cuenta igual. “No vamos a inventar que hubo presidentas mujeres antes de Michelle Bachelet, pero reconozcamos que la política no se acaba en la presidencia y podríamos narrar otros ámbitos de la historia que no sean necesariamente el político y el militar desde los liderazgos, desde las posiciones de poder”, plantea este miércoles Huidobro en una cafetería del residencial barrio de Providencia, en la semana del estreno de su libro donde recopila el rol de mujeres a lo largo de la historia de Chile tras casi dos décadas dedicada al tema.

Pregunta. Usted dice que las mujeres son agentes activas de la historia, pero no están presentes en la historiografía. ¿Cuáles fueron sus fuentes para escribir este libro?

Respuesta. A veces no hay material o fuentes alternativas y lo que queda es hacer una nueva lectura de las mismas fuentes. Sobre todo para el caso de las mujeres de la conquista o el período colonial, donde hay muy pocas que ofrecen sus testimonios. El desafío es tratar de ponerse en su lugar, entender el comportamiento o el retrato que te ofrece un autor hombre, que tiene su propia perspectiva, marcada por ciertos enfoques de definiciones de género de su época, y hacer una segunda lectura. En el caso de las mapuches, por ejemplo, llama mucho la atención el retrato que nos ofrecen los poetas sobre ellas, súper estereotipado. Alonso de Ercilla describe a Guacolda como una doncella de piel blanca como la leche. Nos ha llegado muy poco registro respecto de ellas y eso invita a tratar de buscar otras fuentes que ofrezcan una perspectiva o información complementaria. Ahí tienes una doble alteridad, porque la historia te la cuenta un hombre y que es un otro, en este caso, español.

P. ¿Y qué descubrió ahí?

R. En las pocas líneas que las mencionan aparecen ciertas reiteraciones. Siempre se refieren a que las mujeres acompañan a sus compañeros y a sus padres a la guerra, que muchas veces son capaces de tomar instrumentos domésticos para usarlos como armas. Eso revela que tienen un arrojo para participar del combate, pese a que no necesariamente les corresponde. Y así uno puede ir viendo ciertas continuidades que a la larga te ofrecen cierta certeza como para poder contar su historia. A medida que va pasando el tiempo, uno se puede ir encontrando más fuentes donde hay testimonios de estas mujeres. En general, los hombres cuentan la historia en el género historiográfico. En cambio, las mujeres te ofrecen una carta, participan de denuncias o de demandas judiciales y ahí aparece su voz.

P. En una columna en Ex Ante usted dijo que era un mito pensar que la mujer había sido replegada en la casa y no había sido partícipe activa de la historia.

R. Me mantengo en esa idea. Al final depende lo que entiendas por historia. Si no vamos a entender por historia solamente el conjunto de acontecimientos públicos de eventos extraordinarios que suceden a nivel de la política y la guerra, sino que como todos los micro acontecimientos que constituyen las dinámicas de la sociedad, uno tiene que suponer que ahí siempre hubo mujeres. Incluso en los grandes acontecimientos también. Existe este prejuicio general popularizado de que las mujeres irrumpieron en la historia y toman participación en todos los ámbitos de la vida desde el principio del siglo XX y que del XIX para atrás ellas habrían estado como relegadas, silenciadas, marginadas de la historia.

P. ¿Cómo plantea que fue realmente?

R. En la medida en que se perpetúa esa idea de que las mujeres estuvieron acalladas y marginadas en sus hogares antes del siglo XX nos impide reconocer el aporte que han hecho a lo largo de la historia. No se pueden entender las guerras, por ejemplo, sin las mujeres. Las que iban a las batallas y no solamente como cantineras, incluso podían tomar las armas o ejercer roles de enfermera, de cuidado, de acompañamiento psicológico, de entretención en las campañas militares. Aquellas que no iban y se quedaban en la casa, tenían que mantener la economía del hogar, las dinámicas de la ciudad, trabajar para la causa. Muchas se quedaban hilando vendas, sábanas, confeccionando los uniformes, trabajaban informalmente en redes de espionaje, formalmente enviando información. Nuestro problema es que cuando nos imaginamos la guerra, nos imaginamos solo a hombres y reconocemos solo los nombres masculinos.

P. Después de su investigación, ¿cuál diría que es el carácter de la mujer chilena?

R. Las mujeres son todas distintas en el fondo. Por lo mismo, en esas diferencias, las mujeres chilenas han estado presentes en todos los procesos. Sobre todo a partir del siglo XIX, en algunos aspectos fueron más avanzadas y vanguardistas que en otros países. Estaban siempre conectadas y mirando lo que estaba pasando en Europa, en Estados Unidos y se motivaban por generar cambios para las mujeres. Las primeras mujeres que ingresan a la universidad son chilenas y algunos de los primeros periódicos que se publican de mujeres para mujeres también están en Chile.

P. ¿Quién es la mujer que más rabia le dio por lo injusta que ha sido la historia con ella?

R. Javiera Carrera tiene mérito de que se la reconozcan en general como la madre de la patria, tiene más espacio de visibilidad que otras mujeres en la historia, pero creo que no se corresponde con todo lo que hizo. Por eso su capítulo arranca diciendo que la conocemos porque dicen que bordó la primera bandera chilena -el estereotipo de género- , y por la canción de doña Javiera Carrera baila a la refalosa. Y en realidad tiene una historia impresionante por todo el sacrificio que asumió en la articulación de la causa independentista. Siempre respaldó y creo que aconsejó a José Miguel Carrera. Luego recolectó fondos, confeccionó uniformes. Además, era un poco la madre sustituta de los tres hermanos Carrera porque su madre murió tempranamente. Cuando el bando patriota pierde frente a los realistas ella se autoexilia en Argentina con sus hermanos. No alcanza ni siquiera a decirle a su marido. Está 10 años fuera y al leer sus cartas, uno ve el dolor que siente de no poder ver crecer a sus hijos. Y todo eso para que te conozcan por el baile de la resbalosa.

P. ¿Cuánto marca la cuna entre las mujeres chilenas?

R. Muchísimo, para bien y para mal en los dos casos. Lógicamente, las mujeres de élite tenían mayor acceso a oportunidades educativas desde la época colonial, siempre y cuando estuvieran en un contexto familiar que se los permitiera. Ahí está en el fondo la desventaja es que pueden tener grandes oportunidades, pero al mismo tiempo exigencias que pesan sobre ellas sobre el deber ser femenino: dedicarse a la casa, al cuidado de los hijos, ser una buena señora o entrar al convento. Para la mujer popular, que además es sumamente vulnerable, se da al revés. Si bien tienen de facto más libertades, tienen por supuesto muchas más dificultades para poder libremente escoger qué quieren hacer con su vida porque se dedican a sobrevivir. Por lo mismo, todos los primeros grandes avances que se consiguen en materia feminista -el concepto se empieza a usar en realidad en el siglo XX-, fueron por las mujeres de élite.

P. ¿Cuándo se mete en el feminismo la mujer popular?

R. Gracias a la industrialización también empiezan a surgir nuevas necesidades. Empiezan a formalizarse como mujeres trabajadoras en la industria y a vivir injusticias dobles. Primero por ser obreras, pero segundo por ser mujeres obreras. Un obrero ganaba tres veces más de lo que una mujer a principios del siglo XX, no tenían ninguna garantía laboral, enfrentaban muchas veces problemas con abuso sexual de los patrones, empresarios y dueños de industria. Entonces comienzan a tomar conciencia de que hay una cierta agenda por la que ellas tienen que pelear. Ahí surgen voces como Teresa Flores, Carmela Jeria, Eloisa Zurita.

P. La última mujer que eligió en la recopilación fue Gabriela Mistral. ¿Por qué?

R. Ella justamente da cuenta de ese problema. Lo que traté de hacer en el libro era mostrar a estas mujeres interconectadas. A las mujeres en la historia de Chile se les suele presentar en su individualidad o en una compilación de biografías o como mujeres extraordinarias justamente por ser excepcionales y no representar a otras que no conocemos, que son la norma. Y en el caso de Gabriela Mistral yo siento que faltaba mostrarla como representación de estas conexiones e inserta en estas redes de intercambios de ideas y de las preocupaciones que representaban estas mujeres del siglo XX.

P. Hay un debate sobre su feminismo. ¿Usted qué piensa?

R. A mí me llama la atención cómo en el último tiempo se ha popularizado nuevamente su imagen, se la ha resignificado, se la ha vestido incluso de otras maneras y si bien eso es súper valioso porque mantiene vigencia y se la valora, se la va distanciando de su voz original. Ella siempre mantuvo un discurso respecto del rol de la maternidad, que define la esencia de ser mujer y por lo mismo su oposición absoluta a la legalización del aborto. Por otra parte, nunca quiso adscribirse al feminismo y lo dice literalmente, yo no soy feminista y si lo fuera, sería feminista de derecha. Lo escribió en una carta que redactó en Montpellier, Francia.

P. ¿Y cómo han avanzado las luchas de las mujeres en la historia?

R. Se mantienen ciertos debates como los temas de desigualdad salarial, de violencia de género y doméstica y ciertos prejuicios arraigados en la cultura popular como que las mujeres no participan en política porque son demasiado sensibles y emocionales o que no son buenas en matemáticas o ciencias. Esos prejuicios evidentemente no impactan igual ahora en nuestras libertades, pero sí terminan muchas veces estableciendo ciertas diferencias en el día a día. Uno en el libro puede ver que hay ciertos problemas e inquietudes de estas mujeres de hace décadas o siglos que todavía no logramos resolver, y lo interesante es que las reflexiones todavía pueden hacer sentido.

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Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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