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Belisario Velasco
Tribuna
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Belisario Velasco, un demócrata con coraje

Era un mito entre nosotros, los opositores a la dictadura. Era parte de un pequeño grupo de democratacristianos que a solo 48 horas del golpe de Estado habían suscrito y publicado una carta condenándolo

Belisario Velasco
Belisario Velasco saluda a Marcio Thomas Bastos durante una reunión de ministros de justicia en Brasil.ERALDO PERES (AP)

Acaba de morir un amigo que fue, al mismo, tiempo guía y ejemplo. A Belisario Velasco lo conocí a principio de los años 80, cuando en las calles comenzaba la lucha pública contra la dictadura de Augusto Pinochet y cada uno de nosotros buscaba un lugar en esa lucha. Él era parte del directorio de la revista Análisis donde comencé a colaborar como abogado.

A pesar de que él aún no cumplía 50 años era ya un mito entre nosotros, los opositores a la dictadura. Era parte de un pequeño grupo de democratacristianos que a solo 48 horas del golpe de Estado habían suscrito y publicado una carta condenándolo. Ese acto de coraje, de defender sus convicciones sin temer las consecuencias, fue una constante en su vida.

La venganza de la dictadura fue brutal; la persecución y la pérdida de sus trabajos fueron acompañadas por las relegaciones y el silenciamiento. Nada de eso lo detuvo. Vivió sus exilios internos con dignidad, se transformó en un ejemplo y, cuando pudo, volvió a trabajar para salvar vidas. Fue parte activa de las redes clandestinas formadas para esconder a los perseguidos políticos y asilarlos en las embajadas que abrieron sus puertas para rescates humanitarios.

Colaboró y participó en todas las actividades que pudo para derrotar a la dictadura y recuperar la democracia, apoyar el desarrollo de la prensa libre, colaborar con el movimiento de defensa de los derechos humanos, ayudar a la reconstrucción de los partidos políticos y participar en la formación de nuevos líderes y organizaciones sociales. En cada frente destacó y se hizo respetado.

Cuando decidimos enfrentar a la dictadura en su propio terreno, entregó toda su energía y tiempo, junto a miles, para triunfar en el plebiscito que le dijo No a la dictadura, poniéndole fin sin violencia y sin odio. En el plebiscito de 1988 y en la campaña de Patricio Aylwin fue un actor fundamental dirigiendo de forma inagotable nuestros equipos de movilización y los eventos públicos, que permitieron que el mensaje del candidato llegara a cada lugar y habitante de Chile.

Recuperada la democracia desempeñó múltiples cargos de responsabilidad con decoro y probidad. Sirvió a todos los presidentes de la Concertación con eficacia. Fue subsecretario del Interior a cargo del orden público por muchos años, embajador, ministro del Interior y vicepresidente de la República, siempre con el sello de la modestia y la sobriedad republicana.

A la hora del retiro se mantuvo atento a lo que pasaba en este país que tanto amo. Y ahora, se ha dormido frente al mar soñando -sin duda- con nuevas iniciativas para ayudar a construir la patria justa y buena que le prometimos a todos los chilenos.

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