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GABRIEL BORIC

Cristian Valdivieso, analista: “El rumbo del Gobierno de Boric no depende solo de él, sino también de la oposición”

El director de la encuestadora Criteria analiza que el presidente de Chile, en su Cuenta Pública del jueves, no sintonizó con la gravedad que la sociedad siente respecto del rumbo del país

Cristian Valdivieso.
Cristian Valdivieso.A Fontana (Cortesía)
Ana María Sanhueza

El presidente de izquierdas chileno, Gabriel Boric, este jueves entregó su segunda Cuenta Pública en el Congreso Nacional. Fue un discurso largo, de más de tres horas, en el que, según Cristian Valdivieso, director de la encuestadora Criteria, el mandatario le habló especialmente a las dos almas de su coalición: el Socialismo Democrático, de centroizquierda, y Apruebo Dignidad, conglomerado que une al Frente Amplio, al que pertenece el mandatario, y el Partido Comunista. Detrás de ese mensaje, analiza, está su necesidad de agrupar a toda la izquierda en un momento en que la derecha extrema, representada por el Partido Republicano, arrasó en las últimas elecciones del 7 de mayo y obtuvo la mayoría de los asientos en el nuevo proceso constituyente.

En esos mensajes, apunta Valdivieso a EL PAÍS, Boric dio un protagonismo inusitado a la expresidenta socialista Michelle Bachelet (2014-2018) como una figura de unidad de las izquierdas chilenas, quien respaldó su Cuenta Pública y apoyó la necesidad de que se viabilice en el Congreso la reforma tributaria con la que el Gobierno de Boric busca financiar sus programas sociales. Pero ante la ciudadanía, señala que su tono fue “poco empático con ese sentimiento de miedo, temor y de urgencia respecto de temas de seguridad, inmigración y económicos”, y que le faltó profundizar en materia económica.

Pregunta. ¿Cuál es su análisis de la Cuenta Pública 2023 del presidente Boric?

Respuesta. En términos de forma, si bien fue muy larga, hubo una muy buena performance del Presidente: confirmó sus cualidades como orador, como político y como un hombre capaz de seducir a sus audiencias. Pero, desde el fondo, mostró a un Presidente Boric muy consciente de su grado de desempoderamiento, es decir, de cómo ha ido perdiendo poder durante mucho tiempo.

P. Tiene un respaldo del 30%. ¿En qué se demostró la pérdida de poder al que se refiere?

R. En varias cosas. Si bien tuvo un tono o un contenido más bien socialdemócrata en política pública, no dejó nunca de hacerle guiños y conversarle al Socialismo Democrático y a Apruebo Dignidad. Es decir, no estuvo dispuesto a que, después de la cuenta, alguna de sus dos almas quedara lesionada. Y eso refleja que el Presidente Boric ya no tiene la fuerza de antes para ordenar o enrumbar a sus coaliciones, porque después de las elecciones (constituyentes del 7 de mayo), Apruebo Dignidad quedó más empoderada y el Socialismo Democrático, que era el que tenía más poder, más debilitado.

P. ¿Qué señales envió a la oposición?

R. El Presidente le traslada de alguna manera el problema de la reforma tributaria a la oposición. Pero, al mismo tiempo, instala una suerte de parlamentarismo de facto desde el momento en que hoy todo el éxito o el fracaso de su Gobierno o su programa depende de la voluntad de Chile Vamos (conglomerado de derecha tradicional) o de la capacidad de negociación que tenga el Gobierno y de dar hasta que duela.

P. La reforma tributaria, cuya idea de legislar fue rechazada en marzo en la Cámara de Diputados, será repuesta en julio. ¿Piensa que tuvo mucho protagonismo en la Cuenta Pública?

R. Es un doble juego. En lo de fondo, es otra evidencia de que el Presidente está sin mucho poder y que no solo el éxito, sino que el rumbo de su Gobierno no depende solo de él, sino también de la oposición. Es evidente que intenta traspasarle los costos y, al mismo tiempo, se descuelga de una posible soga al cuello de lo que pueda ser un fracaso de una reforma tributaria. Es un momento en que la oposición está envalentonada por el contexto económico del país, donde el desempleo está al alza y el crecimiento económico va a la baja. Por lo tanto, perfectamente podría buscar una reforma que, en vez de subir impuestos, termine queriendo bajarlos para ponerle un fuerte tono reactivador. Además, el problema que tiene hoy es que Chile Vamos está horquillada por el Partido Republicano, en lo que digan o dejen de decir.

P. ¿Qué otras señales destaca?

R. Le dio dos señales. Una explícita, respecto de que las prioridades de su Gobierno habían cambiado y, por lo mismo, tiene que negociar con la oposición, la invita al diálogo y a sacar en conjunto la reforma, metiéndola al mismo baile. Y una explícita (a Chile Vamos, de la derecha histórica): “Negocien con nosotros porque están en riesgo de ser comidos por republicanos si no se abren a producir los cambios que la sociedad demanda y que, al mismo tiempo, los puede afectar a ustedes el día que ganen”.

P. ¿Qué le pareció la mención crítica de Boric a la Convención Constitucional, cuyo proyecto de Constitución se rechazó el año pasado?

R. El Presidente se trató de desmarcar de haber apoyado a la Convención y haber empujado al Apruebo en el plebiscito de septiembre, que fracasó. E intentó desligar o separar el texto de los actores, reivindicando que los problemas no tuvieron que ver con los contenidos o los principios, sino con la dinámica que se produjo adentro. Pero no fue muy explícito al querer abrazar al nuevo proceso constituyente y desearle el mayor de los éxitos. No es que se desentienda, pero no se compromete explícitamente.

P. ¿A qué se debe eso si él mismo impulsó un nuevo proyecto?

R. Puede deberse a dos cosas. Una, que no quiere abrazarse nuevamente a un proceso que puede fracasar y así comerse un segundo fracaso que, en cualquier caso, se lo va a comer igual pues fue el Presidente quien lo impulsó. Otra, es la señal implícita de la Cuenta Pública que dice relación con el Gobierno. Porque, junto con las reformas, el Presidente intenta darle mucha prioridad al re-aglutinamiento de la izquierda en su conjunto.

P. Boric mencionó en su discurso a la expresidenta socialista Michelle Bachelet.

R. Bachelet presente, Bachelet activa, mencionada cuatro veces en la Cuenta Pública y, además, operando casi como una vocera del Gobierno y apoyando lo que dijo el Presidente en su discurso. Eso, más todos los hitos que Boric habló respecto de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. El Presidente estaba diciéndole a la izquierda que, “o nos juntamos nuevamente como una gran familia y no nos separamos, o nos arriesgamos a una arremetida de la derecha pinochetista”. Empujó la rearticulación de una suerte de clivaje de antipinochetismo para poder reconstruir fuerzas y, en ese contexto, poner en el horizonte la conmemoración del golpe como algo muy relevante. Yo creo que está arriesgando el éxito del proceso constituyente en beneficio en rearmar a la izquierda en su conjunto para enfrentar a la derecha.

P. ¿Por qué?

R. Porque al poner en el horizonte la conmemoración de los 50 años del golpe, le da un estatus muy relevante respecto de su Gobierno, de lo que viene y como una manera de re-aglutinar a la izquierda. Y, evidentemente, eso hace que, ad portas de que la votación por la nueva Constitución, en diciembre, el país se va a ver confrontado o dividido. Y eso es una dificultad mayor para que haya una alta cohesión del mundo político para sacar la nueva Constitución.

P. ¿Cuán importante fue el protagonismo de Bachelet?

R. Una de las señales más potentes del discurso fue la presencia y protagonismo que tuvo Bachelet. Fue una segunda vocera, y ese es un indicador de que el Presidente está desempoderado y se abraza de Bachelet como una señal de que hay que reunirse como una gran familia donde la madre y la prima inter pares, es ella.

P. En materia económica, ¿qué le pareció el foco que presentó Boric?

R. Los anuncios fueron insuficientes. No hubo una priorización de la reactivación y un buen diagnóstico del contexto económico que vivimos. El Gobierno jugó a unas invitaciones que tienen algo de paradojal, desconfiando que el diálogo llegue a puerto. Esto, porque si a una reforma tributaria la pones como una condición para pagar el Crédito Aval del Estado (CAE) y la deuda histórica de los profesores en un contexto de bajo crecimiento, eso no hace acercar posiciones, sino que pone una cierta distancia. Yo veo muy difícil que la derecha esté con sus votos para aprobarla.

P. El discurso tuvo tres ejes: derechos sociales, seguridad pública y desarrollo sostentible ¿Quedaron bien identificados?

R. Cuando una Cuenta Pública es de tres horas y 26 minutos, en el fondo tienes varias cuentas públicas. Lo que hizo el Presidente fue tener a lo menos cuatro: una sobre derechos sociales; otra de seguridad; de crecimiento sostentible y de otra ciertos hitos, pero le faltó el económico. Y en esos cuatro territorios las prioridades tienden a diluirse en el mensaje, es decir, todo es prioritario. Esta fue una Cuenta Pública dirigida, fundamentalmente, a sus dos almas: al Socialismo Democrático y a Apruebo Dignidad. Si me preguntas si a la ciudadanía le quedó claro que la prioridad del Gobierno era la seguridad, pienso que le quedó claro que era una entre muchas otras.

P. ¿La seguridad pública debió ser más relevante tomando en cuenta que todas las encuestas en Chile revelan que principal preocupación?

R. Debió ser más enfático, pero también el discurso tuvo como target principal, más que a la sociedad, a su coalición para volver a aglutinarla. Y, frente a eso, tuvo que poner a la seguridad como un tema más y no como el único y el más relevante. Eso también es indicador de que el Presidente sentía una vez más que no podía seguir perdiendo poder y que lo que tenía que hacer era recuperarlo dentro de su Gobierno.

P. ¿Y qué le pareció el tono del discurso?

R. Si el tono del Presidente fue pensando en que su target fundamental es su coalición, fue el adecuado, porque él hizo guiños a dos almas, validó a sus ministros más centrales, abrazó al bacheletismo y le dijo a la izquierda que tenía que unirse. Fue muy cálido en eso y solidarizó con su coalición, que está derrotada, desilusionada y agobiada frente a la arremetida de la derecha. Pero si pienso en la ciudadanía, fue un tono que no sintonizó con la gravedad que la sociedad siente respecto del rumbo que está teniendo el país. Fue poco empático con ese sentimiento de miedo, temor y de urgencia de la ciudadanía respecto de temas de seguridad, inmigración y económicos.


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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.

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