“Familia y patria” o miedo al autoritarismo: así funciona el amor y el rechazo de los chilenos a José Antonio Kast
Una investigación cualitativa muestra qué tienen en común los votantes entregados al líder de extrema derecha y qué características comparten quienes los miran con distancia
“Mirando a don José Antonio Kast durante su campaña, el ver cómo trata a su señora, cómo trata a sus hijos, cómo se tratan ellos como familia, me identifica (...) Me gustaría que todas las familias chilenas fueran igual”. “Los tipos de este partido no tienen filtros, no tienen parámetros, ellos lanzan, atacan. Como Pinochet”. Son dos caras de una misma moneda: visiones completamente opuestas sobre cómo se percibe al excandidato presidencial del Partido Republicano, José Antonio Kast y a su colectividad, que el pasado fin de semana se transformó en la principal fuerza política chilena. Ambas afirmaciones fueron recogidas como parte del estudio cualitativo Apoyo y Rechazo a la Ultraderecha en Chile, publicado en enero de la mano de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, del partido Socialdemócrata alemán, a cargo del politólogo Cristóbal Rovira.
El estudio busca explorar en las posturas de amor y odio que genera el líder del Partido Republicano, la fuerza ganadora de la jornada electoral chilena del domingo pasado, donde obtuvo más de 35% de los votos válidamente emitidos y logró 23 de los 51 consejeros que escribirán la propuesta de nueva Constitución de Chile.
Los resultados muestran cómo los seguidores de Kast son un grupo homogéneo donde priman los conceptos de “familia, patria y seguridad”, mientras que los anti-Kast son un conjunto diverso, que mira al líder republicano y su entorno como “extremo, autoritario, conservador y de privilegios”.
La investigación toma las encuestas realizadas por la firma de investigación aplicada Datavoz en tres momentos entre 2021 y 2022, antes y después del plebiscito que terminó rechazando la primera propuesta de Constitución por un 62%, en septiembre. Los sondeos buscaron determinar el perfil de quienes apoyan o rechazan a la extrema derecha en Chile, que para Rovira encarna el Partido Republicano. “Siempre digo que José Antonio Kast es diferente en estilo a otros líderes de la extrema derecha en el mundo, pero en términos de organización partidaria, el Partido Republicano tiene características similares a lo que es el Frente Nacional en Francia y Vox en España”, explica Rovira.
En base a los resultados de esas encuestas, Rovira sostiene que no es correcto hablar de bipolaridad o péndulo en las preferencias electorales en Chile. Explica que no se ve un aumento desmesurado de adherentes hacia el líder republicano, al mirar los resultados del trabajo de campo en los tres momentos: entre octubre y septiembre de 2021 arroja un apoyo ciudadano de un 18,42% y una desaprobación de 50,63%; en julio-agosto de 2021 un 18,1% de apoyo y un 59,49% de rechazo; y luego, entre octubre-noviembre de 2022, un 19,86% de opiniones a favor y 55,45% en contra.
Rovira plantea que, al mirar el porcentaje de voto republicano en la última elección en base al total del padrón, incluyendo los votos nulos y blancos (18,2%), el partido de Kast representó un 23%. Es un aumento de cinco puntos, respecto a las encuestas realizadas “Esto muestra las tasas de rechazo al proyecto de Kast son altas y se mantienen en el tiempo. Si bien es cierto que la última elección suben, lo interesante es que el nivel de aprobación está en torno a 20% y eso no ha variado, venía desde hace rato”, señala el investigador.
Asimismo, las encuestas también muestran cómo evoluciona el apoyo y el rechazo al presidente Gabriel Boric. Si en 2021 se ubicaban en 24,62% y 40,96% respectivamente, en el primer sondeo de 2022, antes del plebiscito de salida, el presidente tenía un apoyo de 27,86% y un 43,63% de rechazo, mientras que post referéndum sus simpatizantes decayeron a 24,14% y su desaprobación aumentó a 48,15%. “Esto muestra que el crecimiento anti Boric explicaría el amplio apoyo a la derecha convencional (que obtuvo un 21,7% de las preferencias en la última elección) y ultra en la elección del domingo pasado”, indica Rovira.
La “tribu” republicana y los miedos anti-Kast
Las encuestas realizadas a los grupos pro y anti Kast llevaron a Rovira, que lleva años investigando a las derechas extremas en el mundo, a querer indagar las motivaciones de estos grupos y sus características comunes, mediante una serie de grupos de discusión.
El trabajo comenzó a fines de septiembre de 2022, post plebiscito en Chile y se extendió por cinco semanas, hasta octubre del año pasado. En base a una muestra que buscar lograr representatividad etárea, de género, nivel socioeconómico y geográfica, se realizaron 14 grupos focales, con entre siete y nueve participantes cada uno, y se filtraron entre personas que tuvieran una alta aprobación por la figura de José Antonio Kast y quienes, por el contrario, estuvieran completamente en desacuerdo con sus ideas. Los grupos se repartieron en siete grupos bajo la nomenclatura Amor a Kast y otros siete de Odio a Kast.
Ninguno de los participantes de estos grupos sabía a qué iba ni tampoco qué pensaban sus contrapartes. Eso fue, cuenta Rovira, una de las observaciones más interesantes del estudio. En la medida que los simpatizantes de Kast se reconocían como parte del mismo pensamiento político, reafirmaban sus posiciones y se generaba una suerte de “tribu”. “A la moderadora les costó sacarlos, querían seguir hablando, se dejaron los teléfonos, decían ‘nos encontramos’. Ahí te das cuenta que hay un cemento ideológico muy fuerte que los une. Eso es un componente interesante que te muestra el fervor que genera”, explica el investigador.
En los otros grupos, la relación fue distinta. “Una vez que todos se relajan, porque se dan cuenta que son anti Kast, rápidamente el grupo se empieza a tensionar porque tienen formas de observar la realidad muy diferente”, cuenta Rovira. Dentro de este grupo se identificaron tres corrientes: los “progresistas”, los “soy de derecha..,pero” y los “no quiero volver al pasado”.
Entre los Amor a Kast, la familia, el orden, la Patria y la seguridad fueron los conceptos predominantes. Respecto a la la figura de Pinochet las respuestas fueron ambivalentes. Existe una especie de cautela en su mención, por las violaciones a los derechos humanos, pero reconocen un anhelo por el orden que generaba su régimen. “Yo no era pinochetista, pero soy agradecida del Gobierno militar, porque levantamos al país. Era mucha gente pobre. Nosotros éramos pobres, de niños, éramos pobres, familias numerosas y pobres”, es uno de los comentarios.
Respecto a las cualidades de Kast, dos de ellas son las más valoradas: su consecuencia y sinceridad, dos de los rasgos que más críticas genera respecto a la derecha tradicional.
Entre la heterogeneidad de los Odio a Kast se observaron dos ideas comunes. La importancia de defender el sistema democrático del riesgo que implican los grupos más radicales y los “mínimos civilizatorios logrados”, entendidos como las políticas de equidad de género y el respeto a las diversidades sexuales.
Entre la corriente progresista, situada hacia la centroizquierda y constituida principalmente por jóvenes o adultos-jóvenes, la violencia que podría generar un Gobierno republicano asoma como uno de los temores. Sobre el conflicto mapuche, que se ha complejizado con los años en el sur del país, uno de los participantes señala: “Lo que yo entendí, era que apuntaba hacia la vía de la violencia para resolver el problema. O sea, la idea de resolución del conflicto mapuche con la violencia, como: ‘Ah, ya no, llenemos de militares allá, resolvamos todo por vía armada’”.
Para los que se identificaron como “Soy de derecha...pero”, compuesto por personas de todos los estratos socioeconómicos, sobre los 45 años, su argumento es que se sienten menospreciados por el líder republicano, en su calidad de mujeres o población LGBTQI. “Con qué derecho se mete él en la vida amorosa o relaciones interpersonales de cada uno…¡Es mi decisión! No tiene por qué interferir en mi decisión”, dijo uno de estos participantes.
Mientras que entre los “No quiero volver al pasado”, integrado principalmente por personas sobre los 45 años, el discurso imperante es el temor de volver a experimentar lo vivido en dictadura: “¡Ni siquiera es capaz de condenar a las personas que cometieron esas violaciones! En base a eso, no hay mucho que construir”.
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