El proceso constituyente de Chile no concluye con el plebiscito
No se puede obviar el aplastante triunfo del apruebo en 2020, ni la demanda ciudadana por una nueva Constitución
En los últimos tres años, las chilenas y chilenos hemos acudido a las urnas al menos cinco elecciones distintas. La primera, y que marcara el inicio del proceso constituyente, fue el plebiscito de entrada, donde la ciudadanía entregó una respuesta tajante: 78% consideró que la Constitución debía cambiarse, y 79% consideró que una Convención Constitucional era el camino.
Este domingo vivimos lo que fue una jornada histórica, con una participación ciudadana desbordante, un proceso electoral transparente y eficiente, y en donde en menos de dos horas ya tuvimos la respuesta a la pregunta que por más de un año nos estábamos haciendo: si aprobamos o rechazamos la propuesta escrita por la Convención Constitucional. Este 4 de septiembre, las urnas nos dijeron que el texto resultante no era lo esperada por la ciudadanía, y se rechazó el proyecto de nueva Constitución. Cómo se interpreta este resultado y cuáles son los pasos a seguir, son las dos grandes preguntas que surgen en este momento, todavía con la resaca electoral a cuestas.
Sobre cómo interpretar este resultado habrá muchas lecturas. Para partir, no se puede obviar el aplastante triunfo del apruebo en 2020, ni la demanda ciudadana por una nueva Constitución. Los resultados del plebiscito de entrada nos indicaron que la mayoría de las personas le dieron una oportunidad a este proceso, no querían verlo fracasar. Estaban esperanzadas con una nueva Constitución que pudiera dar cuenta de las demandas ciudadanas, y confiaban en sus constituyentes, quienes en su mayoría no venían de la política partidista más tradicional, generando aún mayores expectativas sobre su trabajo y su capacidad de diálogo y acuerdo.
Sin embargo, el plebiscito de salida nos muestra que la propuesta emanada por la Convención no logró canalizar estas esperanzas y expectativas. En otras palabras, estamos frente a un intento fallido de la Convención por generar una nueva Constitución.
A pesar de ello, el claro triunfo del rechazo no debiese interpretarse como una ratificación de la actual Constitución. La demanda ciudadana por una nueva carta magna parece continuar vigente, por lo que estos resultados deben ser vistos como un llamado para toda la clase política, incluyendo a quienes fueron constituyentes, a buscar acuerdos y trabajar, desde el 5 de septiembre en adelante, por un proyecto de nueva Constitución que sí tenga el respaldo de las mayorías.
Este escenario nos lleva a la segunda gran pregunta que nos deja esta elección, relativa a los pasos a seguir de ahora en adelante. Si la ciudadanía evaluó negativamente este proceso constitucional, pero sigue queriendo reformar o reemplazar la Constitución vigente, ¿qué se hace ahora?
Recogiendo estas demandas, gran parte de la clase política también está de acuerdo con que la actual carta magna, tal y como está, no puede seguir rigiendo nuestra República. Sin embargo, muy poco acuerdo hay respecto de cómo proceder de aquí en adelante.
Tanto en el apruebo como en el rechazo se vieron distintas propuestas para continuar este trabajo: reformar la actual Constitución, generar una nueva convención constitucional o trabajar en una nueva propuesta considerando otros mecanismos para conformar el equipo a cargo de escribirla. No obstante, ninguna de estas tres alternativas parece estar articulada al día de hoy, y no tenemos claridad de cuál de ellas se llevará a cabo, ni menos el cómo.
En cadena nacional, el Presidente de la República nos llama al diálogo, y es allí donde todas y todos debemos posicionarnos. El tiempo para analizar los resultados de esta elección es ahora, pues desde allí deberán surgir los aprendizajes para iniciar un nuevo proceso que permita tener una Constitución que, como país, nos haga sentir orgullosos y conformes con su texto.
Para analizar estos resultados, la clase política no debe pecar de soberbia. Como país, no debemos asumir que todo este proceso se acaba hoy, ni que parte un nuevo proceso desde cero. Se debe aprender de nuestros aciertos, y más aún de los errores cometidos durante este proceso, con el objetivo para encontrar el camino que nos permita tener Constitución Política democrática y acorde a nuestros tiempos.
Una cosa es clara: este proceso no parte ni concluye hoy.
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