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Marejadas en verano: el cambio climático y la excesiva urbanización amenazan las playas de Chile

Un estudio del Centro UC Observatorio de la Costa constató que, entre 2023 y 2024, nueve playas del litoral central del país sudamericano han duplicado su nivel de erosión costera. En el caso de Algarrobo y Santo Domingo, han tenido un retroceso que supera los cinco metros anuales

La playa de Caleta Portales presenta altos niveles de erosión a fines de diciembre de 2024, en la Bahía de Valparaíso, Chile.
La playa de Caleta Portales presenta altos niveles de erosión a fines de diciembre de 2024, en la Bahía de Valparaíso, Chile.Centro UC Observatorio de la Costa
María Victoria Agouborde

Durante los últimos días de diciembre de 2024 las costas de Chile, entre Arica y el Golfo de Arauco, registraron episodios intensos de marejadas, con olas que alcanzaron los cuatro metros de altura. Este fenómeno, que es anormal en la temporada de verano, ha sido uno de los eventos más intensos desde 2015, año en el que comenzaron a aumentar las marejadas y también su impacto en el retroceso de las playas como consecuencia del cambio climático y la excesiva urbanización de estas zonas, asegura Carolina Martínez, directora del Centro UC Observatorio de la Costa. “Hoy su frecuencia es de 40 a 45 eventos anuales y están presentes durante todas las estaciones”, señala la doctora en Geografía a EL PAÍS.

El efecto de las marejadas es aún más preocupante en el litoral central de Chile, que agrupa las principales playas turísticas y puertos del país. Una reciente investigación del Centro UC Observatorio de la Costa concluyó que, entre 2023 y 2024, las playas de Algarrobo, Santo Domingo, Reñaca, Bahía de Concón, Bahía de Cartagena, Los Molles, Pichicuy, Caleta Portales y Pichilemu, han duplicado su nivel de erosión costera.

Este trabajo es una actualización de un estudio publicado en 2022, en el que analizaron la evolución de 66 playas entre Arica y Chiloé entre 1980 y 2019 y concluyeron que un 86% de ellas presentan signos de erosión costera y que sus superficies de arena están retrocediendo entre 0,2 a 1,5 metros al año. En el caso de Algarrobo y Santo Domingo, han tenido un retroceso que supera los cinco metros anuales.

La experta señala que abordar este problema es primordial ya que a nivel global el 60% de la población vive a menos de 50 kilómetros de la costa, panorama que se replica también en Chile y que expone a las personas a los riesgos de estos eventos extremos. “Hay un crecimiento desbordado en torno a ecosistemas marinos costeros, campos dunares y humedales costeros, se construyen edificios dentro de las rocas y dentro de las playas”, indica la geógrafa, quien se ha dedicado a estudiar la erosión costera hace más de dos décadas.

Entre 2023 y 2024 playas como la de Reñaca (en la imagen) han duplicado su nivel de erosión costera.
Entre 2023 y 2024 playas como la de Reñaca (en la imagen) han duplicado su nivel de erosión costera.Centro UC Observatorio de la Costa

Este escenario es aún más urgente de ser analizado el contexto del cambio climático, dice Martínez. “Como resultado del aumento de la temperatura en general del planeta se han estado intensificando los eventos de marejadas que provienen de tormentas costeras muy relacionadas con el comportamiento de los océanos y, en particular, de la cuenca del Pacífico. Esta situación ha ido generando cambios en todos los países rivereños, es decir, una marejada que se genera por una tormenta intensa en el norte del Pacífico puede impactar toda la costa entre Ecuador, Colombia, Perú y Chile”, explica.

“Además, que una playa reduzca su superficie afecta al ecosistema completo. Por ejemplo, las aves de estas zonas no están encontrando su alimento, ya que las marejadas también han incidido en la abundancia de organismos que habitan las playas”, agrega Carolina Martínez.

Una de las medidas para hacer frente a las marejadas es a través de la planificación urbana. Martínez explica que esto se debe aplicar no solamente en las costas, sino que también en las cuencas hidrográficas, que se ven perjudicadas por el paso de los grandes proyectos de construcción, y son relevantes porque alimentan al océano de sedimentos. “Hay una intervención humana muy grande por actividades económicas que son de alto impacto en los ríos y a las desembocaduras, pero también una desregulación de los derechos de agua (...) Las playas no han logrado recuperarse porque no les llega sedimento ya que hemos alterado las cuencas que las alimentan”, comenta.

Para regular el el uso del suelo de esta zona, Martínez asegura que es necesaria una ley de costas en Chile para “adelantarse a actividades económicas que sean nocivas para la conservación de los ecosistemas y también para cambiar el paradigma del concepto dominio público en Chile”, señala. La geógrafa indica que en 2022 el Centro UC Observatorio de la Costa envío al ministerio de Bienes Nacionales una propuesta de ley de costas basada en nueve principios de desarrollo sostenible, pero que “no ha tenido atención” del Gobierno.

Esa necesidad de regulación es una tarea urgente también para otros países de Latinoamérica, asegura la geógrafa: “En Argentina también se está proponiendo una ley de gestión integrada de las costas. Brasil y Colombia también llevan muchos años intentándolo, pero ojalá fuese un movimiento sudamericano, teniendo en cuenta que tenemos los mismos modelos de crecimiento urbano y básicamente las mismas herencias de protecciones en medio ambiente que vienen desde los años noventa”.

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