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El gran examen MIR: 35.000 aspirantes para 9.540 plazas

La prueba dura cinco horas y se trata de la mayor oferta en formación sanitaria especializada aprobada hasta la fecha por el Ministerio de Sanidad

Aspirantes al MIR en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, donde se examinaron el 25 de enero.
Aspirantes al MIR en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, donde se examinaron el 25 de enero.SANTI BURGOS

Llueve con virulencia y la escalinata de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense es un muestrario de paraguas abiertos. Bajo esa gran sábana de plásticos coloridos se esconden las risas nerviosas de los aspirantes a una plaza en la sanidad pública, los deseos de buena suerte de sus familias y alguna conversación climatológica. Las esperas tienen cierto carácter insustancial. Pero el reloj acaba de marcar las tres en punto y las puertas permanecen todavía cerradas. Se oye algún pitido. Y cuando cinco minutos más tarde los bedeles dan paso a las pruebas de Formación Sanitaria Especializada, un tumulto de candidatos empapados se desliza hacia las aulas: "¡Qué tensión!", exclama alguno.

Este no es un examen típico más allá de su duración de cinco horas. Nadie lleva consigo los apuntes ni hay repasos de última hora: el temario está excluido de los corrillos. Las academias de preparación —donde se forman la mayoría de estos aspirantes de Medicina, Enfermería, Farmacia o Psicología— desaconsejan hincar los codos el día previo a la gran cita. Eso sí, durante un año se han dado el gran atracón de contenidos especializados. Y el método no es otro que la disciplina castrense que incluye 12 horas de estudio diario y medio centenar de simulacros. Los últimos ensayos fueron también un sábado, en este mismo edificio y en este mismo horario. Quizá por ello, el día de hoy tiene algo de paramnesia.

En Madrid, las plazas sanitarias ofrecidas se han incrementado un 9%: saldrán 1.638. Neyky Obardo, una nicaragüense de 26 años, lleva desde septiembre de 2018 formándose para optar a una de ellas. Cuando acabó la carrera en Managua, apostó por compartir piso en Madrid e intentar superar las pruebas de MIR. Quiere convertirse en pediatra, cuenta. Pese a estar ante la última fase de un proceso difícil, no parece agitada: "Es una sensación rara, entre los nervios y el agotamiento". Puede que lo primero atenúe lo segundo, pero los tics son inevitables: "He comprobado unas diez veces que llevo el documento de identidad", confiesa.

Como la afluencia de estudiantes es tal, Metro ha incrementado los trenes un 20% en la Línea 6, que para en Ciudad Universitaria. En Derecho, una de las cuatro facultades que acogerá el evento, se forman filas frente a las aulas. Los profesores encargados de vigilar el examen van llamando uno a uno a los aspirantes. En el sótano del edificio apenas hay cobertura y el móvil no puede ser un aliado para afrontar este último rato, sobre el que nadie da pautas. En los bancos que jalonan el pasillo reina el silencio. Como mucho se oyen susurros. Hay miradas bajas, botellas de agua y chicles, muchos chicles.

"Mascar alivia la tensión mandibular", sonríe Eduardo Gómez, de 30 años. Él es leonés y se examina de Enfermería, como su pareja Isabel Aguilar, madrileña de 26. Se conocieron preparándose para encarar esta prueba. "Los dos vamos a por plazas aquí. Ni si quiera hemos contemplado la posibilidad de obtener otros destinos. Es mejor no pensarlo antes de tiempo". Para disipar malos presagios, uno y otro prefieren pensar en los planes tras el examen. Después de la prueba, por la noche, su academia ha alquilado una discoteca. Familiares y amigos han prometido recibirlos a la salida del examen. Aún no tienen claro si hoy consultarán la estimación de puesto con la hoja de respuestas. Pueden hacerlo mediante una app que les facilita la escuela. Pero si la suerte ya estará echada, quizá sea el momento solo de celebrarlo.

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