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Inesperados soldados en Indochina

David Castillo novela el periplo de combatientes republicanos españoles hasta la guerra colonial francesa en ‘El tango de Dien Bien Phu’

Carles Geli
Soldados franceses prisioneros tras rendirse a las tropas nordvietnamitas al acabar la batalla de Dien Bien Phu, en mayo de 1954.
Soldados franceses prisioneros tras rendirse a las tropas nordvietnamitas al acabar la batalla de Dien Bien Phu, en mayo de 1954.REUTER

En Dien Bien Phu (mayo de 1954, última batalla de la guerra de Indochina, final del imperio colonial francés: 2.203 soldados muertos, 11.721 prisioneros; antesala de la guerra de Vietnam), entre las derrotadas tropas francesas había unos 200 españoles, la mayoría antiguos luchadores republicanos. Rebobinando, su rastro provenía de la dura toma de Estrasburgo, precedida de la no menos corajuda entrada en París con la Novena Compañía del general Leclerc, la mítica La Nueve, del desembarco de Normandía y de El Alamein. Y en el origen, campos de concentración como el de Argelès-sur-Mer, adonde fueron a parar tras la derrota de la Guerra Civil.

Esos episodios podrían tener un nexo musical común, un tango de Carlos Gardel, Esta noche me emborracho, cuya letra algunos refugiados de Argelès cambiaron para convertirla en un doloroso himno: “Somos los tristes refugiados a este campo llegados / después de mucho andar, / hemos cruzado la frontera, a pie y por carretera con / nuestro ajuar: / mantas, macutos y maletas, dos latas de conservas / y algo de humor, es lo que hemos podido salvar / después de tanto luchar contra el fascio invasor. (…) Vientos, chabolas incompletas, ladrones de maletas, / arena y mal olor, / ¡mierda por todos los rincones, sarna hasta los cojones, / fiebre y dolor! / Piojos y liendres a capazos sin fuerzas ya en los brazos / y sin comer.” Buscar los orígenes y autores de esa letra es la misión que el escritor David Castillo le encomienda al narrador de El tango de Dien Bien Phu, flamante 41º premio Joanot Martorell de novela que concede el ayuntamiento de Gandía (20.00 euros; Edicions 62; Edhasa, en castellano), un periplo que permite al autor reconstruir la trágica existencia de una generación.

“Excepto las partes actuales, todo lo que narro son episodios reales”, asegura Castillo (Barcelona, 1961), que los ha reconstruido siempre a partir de testimonios directos, libros de Historia, memorias y material de archivos militares. Como muestra, enarbola un grueso tomo con documentación fotocopiada mayormente del Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca y de Alcalá de Henares, pero también de París y del de Ámsterdam, donde está depositado todo el fondo de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). El volumen es apenas uno de los 16 que ha ido acumulando sobre el tema y que reúne material tan heterogéneo como la petición de una madre al Socorro Rojo Internacional para que licencien al único hijo que le queda en vida tras la muerte del otro (“un soldado Ryan a la española”, dice Castillo). O trasvases de combatientes del Quinto Regimiento de las Milicias Populares, en concreto del Batallón Leones Rojos. U ocho folios de un apretado listado de la 127 Brigada Mixta, la “Relación nominal de los jefes, oficiales y suboficiales que tiene la misma, con expresión del empleo y cargo que desempeñan en la actualidad”, un inventario que acabó en tragedia: “Cayó en manos de los franquistas y fusilaron a muchos… De la 28ª División, del Ejército del Este, lo tengo casi todo”, relata.

Una obra escrita “desde el punto de vista de los parias de la tierra y de la guerra”, define Castillo, en el fondo una constante de su obra novelística y poética, marcada por la experiencia humanas tras la caída de las utopías libertarias.

Jirones de este tipo de episodios van configurando una novela que en lo temporal abarca desde 1939, con la salida de las columnas anarquistas por la frontera, hasta la derrota francesa en Indochina en 1954 con esa presencia española, según descubrió gracias a un reportaje del periodista Manuel Leguineche. Una obra escrita “desde el punto de vista de los parias de la tierra y de la guerra”, define Castillo, en el fondo una constante de su obra novelística y poética, marcada por la experiencia humanas tras la caída de las utopías libertarias. La novela y el libro físico en sí contienen, además, dos guiños; el primero, en la portada: el hombre de barba tupida apoyado en la alambrada es su abuelo en Argelès, fotografiado por Agustí Centelles. “Ahí está muy delgado; puestos a morir, se dijo, decidió ir a Barcelona y se volvió caminando…”, dice de un personaje al que también consultó: “Como vivo en un territorio de sueños y sombras, le preguntaba dudas y se me presentaba...”.

El segundo guiño de El tango de Dien Bien Phu es aún más literario: el protagonista lleva por nombre Dani Cajal, el mismo militante libertario que protagoniza las dos novelas más exitosas de Castillo hasta la fecha: El cel de l’infern (premio Crexells, 1999) y No miris enrere (premio Sant Jordi, 2001). El conjuro le ha funcionado en esta su quinta novela, casi seis años después de la última, Barcelona no existeix (2014). “Hace 20 años que tuve la idea de esta y he tardado 10 en escribirlo porque trabajar la perspectiva, los detalles de la memoria es durillo… Yo no hablo con plantas, ni contemplo corzos, ni miro si tengo jamón dulce en la nevera…”, lanza como torpedo tácito a algunos de los éxitos de venta y crítica de los últimos años en las letras catalanas.

La victoria de Castillo es, al menos, moral. “Sí, aquello acabó con una derrota militar, pero no de las ideas; las nuestras siguen avanzando desde los años 70: divorcio, aborto, sexo libre…”, recita Castillo mientras se lleva su tomo de documentación, donde también hay un poema anónimo, Franco, que corría entre las tropas republicanas y que empieza: “Mala madre le parió / y le engendraron cien padres: / cincuenta eran italianos / y otros cincuenta alemanes…”. “Es que habría podido escribir 3.000 páginas”, dice Castillo. Podría ser otro tango.

“Somos siempre las mismas cosas”, afirma el poeta Ramon Boixeda

Si la obra literaria de David Castillo gira mayormente sobre lo libertario, los 56 poemas que, dialogando entre ellos, conforman Les beceroles successives, el libro con el que Ramon Boixeda obtuvo el 57º premio Ausiàs March (8.000 euros) en los mismos galardones de Gandía también se sustentan en la idea de que "vamos dando vueltas en el mismo círculo y somos siempre las mismas cosas; estaba ya en Lucrecio", asegura el bardo sobre su tercer poemario, donde admite asoman mucha lectura y relectura y sobre todo reescritura", lo que justifica aromas dispares, desde Foix, Shakespeare o Carner.

"Se trata de juego y fuego a la vez", dice el hasta ahora autor de La pell fina (2013,premio Josep Maria López-Picó) y El sedàs (2015), que estudió arquitectura técnica, pero también Teoría de la Literatura y un máster en Filosofía y Cultura Moderna, una "macedonia" que se ha traducido, dice, en "una poesía iconoclasta, muy reflexiva". En cualquier caso, Boixeda (Sant Julià de Vilatorta, Barcelona, 1981) rehúye del juego del influjo entre su carrera técnica y los versos: "El poema en sí mismo ya es una arquitectura; querer vincularlo me parece sólo un reclamo comercial", dice quizá refiriéndose, tácitamente, a algún reconocido poeta catalán. Tampoco es complaciente con los bardos que pueblan hoy con tanto éxito las redes sociales: "Eso no es poesía; es un ágora; si en algún momento ahí asoma la poesía es puro azar; se me cae de las manos, la verdad".

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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