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Más voluntarios para salvar el planeta

Cerca de 22.000 personas participan en proyectos ambientales en Cataluña, según la Xarxa de Conservació de la Natura

Un voluntario de Depana retira plantas invasoras de Collserola.
Un voluntario de Depana retira plantas invasoras de Collserola.L. Cercós

En el centro de Esplugues (Barcelona), un grupo de ocho personas se reúne para subir a Collserola. Es un domingo soleado de diciembre y muchos aprovechan para pasear por el parque natural. Ellos, sin embargo, son voluntarios y están allí para trabajar. "Mantener el parque en buenas condiciones es trabajo de gota malaya: hay que insistir y requiere mucho tiempo", explica Xavier Torrents, voluntario de la Liga por la Defensa del Patrimonio Natural (Depana). Torrents conduce una furgoneta llena de pequeños árboles hasta el lugar que el patronato de Collserola les ha asignado para reforestar. Se trata de una zona cercana a una urbanización que hace más de una década fue arrasada por el fuego y todavía no se ha recuperado.

Como ellos, cada vez hay más gente que ha decidido activarse para intentar revertir los efectos del cambio climático. Según la Xarxa de Conservació de la Natura (XCN), alrededor de 12.000 personas participan de forma estable en proyectos de voluntariado ambiental en Cataluña. En actividades puntuales, sin embargo, pueden llegar a movilizarse 21.800 personas en un año. "Posiblemente haya más gente voluntaria, pero es difícil dar cifras reales y, sobre todo, calcular el impacto económico que este trabajo ahorra a la administración pública", puntualiza la coordinadora de la XCN, Sandra Carrera. Esta red de entidades ecologistas, que nació en 2019 de la fusión de otras dos redes, recoge las actividades de voluntariado ambiental de Cataluña en un portal digital

Desde las entidades ecologistas han notado que el voluntariado ha crecido con las grandes movilizaciones por el clima. "Después de sensibilizarse, la gente siente que tiene que pasar a la acción, y eso es lo que te permite el voluntariado", argumenta Carrera.

Un ejemplo es el Projecte Rius, que el año pasado contó con cerca de 4.500 voluntarios — mil más que en 2017 — para analizar el estado de salud de los ríos catalanes. Esta iniciativa, impulsada por la Associació Hàbitats hace más de veinte años, pretende implicar a la ciudadanía a través del apadrinamiento de un tramo de río y el análisis del agua, la flora y la fauna. “Es un voluntariado adaptado a todo el mundo, de hecho, participan niños de casi todas las edades”, explica Laia González, de la Associació Hábitats. Aunque cada año más personas son conscientes que mantener los ríos “es esencial para tener un ecosistema saludable”, defiende González, los resultados de sus observaciones no son esperanzadores: en 2018, la calidad del agua era pobre en un 73 % de los casos. González destaca que, además, también han detectado un deterioro en los bosques de ribera y en la biodiversidad

Las especies invasoras son uno de los factores que contribuye a la pérdida de diversidad de fauna y vegetación. “Estas flores amarillas provienen de Sudáfrica”, señaló Xavier Torrents al resto de voluntarios de Depana que acudieron aquel domingo a Collserola. Aparte de reforestar la zona, también debían controlar algunas especies invasoras. Según Torrents, que se dedica profesionalmente a la jardinería, este tipo de plantas tienen que retirarse porque impiden que las especies autóctonas puedan crecer. De ahí que árboles y arbustos mediterráneos estén menos presentes en algunos sitios y se pierda biodiversidad. “Con el voluntariado se ha mejorado en muchos aspectos, pero no hay manera de revertir la pérdida de diversidad, y esto repercute en la salud humana por el agua que bebemos o el aire que respiramos”, lamenta Sandra Carrera, de la Xarxa per la Conservació de la Natura.

En Cataluña hay entidades que hace décadas que trabajan para proteger la naturaleza, mucho antes que las reivindicaciones de Fridays for Future inundaran las calles de ciudades de todo el planeta. Depana, por ejemplo, hace más de 40 años que lucha para preservar el patrimonio natural. "Los árboles más altos de esta zona quemada los plantamos nosotros hace tiempo", explica Xavier Torrents. Son robles y encinas, como los que plantaron a lo largo de la mañana los voluntarios de Depana. Torrents asegura que estas especies harán que el bosque tenga más probabilidades de sobrevivir si, por desgracia, hay otro incendio en un futuro.

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