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Litus, un artista de bigotes

El polifacético protagonista de 'Lehman trilogy' y líder de la banda de Late Motiv retoma su discografía propia con 10 canciones de regusto clásico

Litus, en su casa.
Litus, en su casa.David G. Folgueiras

Su tiempo le ha costado, pero Carlos Ruiz Bosch, Litus a efectos artísticos, ha conseguido ser a sus 39 años un hombre significativamente feliz. "Agotado, pero feliz", matiza con sempiterna sonrisa mientras apura un café en el salón de su domicilio madrileño, una pequeña pero deliciosa guarida desde la que divisamos una de las más hermosas plazoletas del Madrid de los Austrias. "Me costó asumir mi propia ambivalencia de cantante, compositor y hombre de la tele y el teatro. Ahora, por fin, he aprendido a disfrutar de la situación". O, dicho en otras palabras: "Soy un bicho raro que ha hecho las paces consigo mismo".

No resultaría sencillo explicarle al neófito, en pocas palabras, quién demonios es este Litus. Voz cantante en la banda televisiva de Late Motiv (el programa nocturno de Andreu Buenafuente para Movistar +); pilar y artífice en Lehman Trilogy, la obra teatral con la que Sergio Peris Mencheta disecciona toda esa patraña pesadillesca de la crisis; compositor de obra creciente con un flamante y esperadísimo disco, Hablo tu idioma, pero no lo entiendo, recién salido del horno. Pero no siempre el destino le sonrió con tanta benevolencia a este tarrasense enamorado del centro de la capital. Qué va. Hasta hace no tanto, Litus era un hombre anónimo que publicaba álbumes de los que casi nadie tenía noticias y pagaba las facturas satisfaciendo peticiones del oyente en pubs de muy variado pelaje. Un pasado, por cierto, del que se dice "orgulloso".

"Sí, yo era ese tío que canta mientras nadie escucha, el músico al que nadie espera ni ha ido a ver", recapitula, divertido. "A veces me pedían temas al oído en mitad de una interpretación, sin esperar siquiera a que la terminara. Habré cantado Wonderwall, de Oasis, millones de veces. Había canciones que improvisaba sin haberlas ensayado jamás, deduciendo los acordes sobre la marcha e inventándome la letra en sus tres cuartas partes". ¿Alguna solicitud pendiente? "Bueno, sí, la de la Camisa negra [Juanes]. Siempre me excusaba diciendo que no me la sabía...". Una suerte de objeción de conciencia que aún hoy celebra con una sonora risotada.

Miércoles 14, su disco de 2015, recibió críticas entusiastas pero solo llegó al oído de unos pocos oteadores avispados. Carlos Ruiz Bosch podría haberse tirado de los pelos, o de los bigotes, pero prefirió apelar a la resiliencia, un término (la capacidad para superar circunstancias adversas) que repite con cierta frecuencia y con el que se siente muy identificado. Y entonces llegó la llamada del productor Ricky Falkner, que andaba montando una nueva banda por encargo de Buenafuente y acertó a pensar en él y en Pablo Novoa, el mítico guitarrista de Golpes Bajos, como pilares primordiales. A partir de ahí –quien resiste, triunfa–, la avalancha de trabajo, el reconocimiento, la admiración gremial. Y nuestra curiosidad redoblada por los bigotes más estrambóticos de toda la escena peninsular.

"Aún no me he atrevido a jugármelos en ninguna apuesta", desvela, jocoso, respecto a un mostacho que le otorga porte de tipo estrafalario y que, en realidad, es el típico parapeto del hombre tímido que tantas veces habita tras la fachada extrovertida de un artista. A Litus se le ocurrió imitar el estilismo de Dalí mientras preparaba en Cadaqués su primer papel en un musical, para el que le habían pedido una frondosa barba de época. "Durante los ensayos", recuerda, "me puse a hacer el tonto con el bigote, por tener entretenidas las manos. Era un disfraz: el mostacho no como extravagancia o impostura, sino como síntoma de inseguridad. Y de pronto se ha convertido en una marca a la que ya no tengo manera de renunciar. Ha sido una jugada de marketing completamente involuntaria".

Hablo tu idioma, pero no lo entiendo demuestra ahora, a lo largo de 10 canciones, de lo que es capaz el propietario de ese moustache insólito. Se trata de una colección "hilada y concisa, pero no rácana" de historias que Litus ha ido moldeando a fuego lentísimo, asegurándose de que le entusiasmaban. Y con una peculiaridad más pintoresca aún que el estilismo. Los títulos no se construyen con alguna expresión o palabra identificativa del estribillo, como es habitual, sino que toman prestados los nombres de personajes históricos o presentes, famosos o más o menos ignotos: Ava Gardner, Hamish Stuart, Erno Rubik, Adam Worth (la favorita de su autor), Gabriel Paseante... "Cualquier interesado puede informarse en Internet sobre los nombres propios que no conozca", sugiere Litus. "Me hizo gracia que el listado de títulos pareciera el elenco de una obra teatral. Es una broma, un juego: una manera de crear expectación y desconcierto a la vez".

Ya lo ven: con el de Terrassa siempre hay margen para la sorpresa y el chispazo de ironía traviesa. Pero el contenido sigue siendo cosa seria, la quintaesencia autoral de un creador enraizado en las grandes firmas de los sesenta y los setenta, que se ha dejado encima del piano eléctrico un ejemplar en vinilo de Greetings from Asbury Park (el primer elepé de Bruce Springsteen) y que se arranca con una canción de Neil Finn, el líder de Crowded House, cuando el fotógrafo le pide que agarre la guitarra. "Ya lo veis. Musicalmente no estoy muy enraizado en el siglo XXI. No hay ningún rapero en mi disco, lo siento. Hace tiempo que me acepto tal y como soy". Y sus bigotes de otra época le acentúan la sonrisa.

Litus presenta su último disco este jueves 19 en el Café Berlín (Costanilla de los Ángeles 20, 21.00, 10 euros)

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