Madrid presume de Galdós
El Ayuntamiento nombrará al escritor Hijo Adoptivo de Madrid de manera póstuma
Auparon a Benito Pérez Galdós para que palpara su propio rostro tallado en la piedra. Fue en 1918, cuando faltaba poco para la inauguración de la estatua que se le dedicó en el parque de El Retiro, cerca de la Rosaleda, y el escritor estaba viejo, enfermo y casi ciego. Galdós se palpó el rostro pétreo y quedó satisfecho. “¡Cómo se parece a mí!”, le dijo al autor de la obra, su amigo Victorio Macho. La estatua, que representa al escritor sentado en actitud serena, se inauguró el 19 de enero de 1919 y aún permanece en el parque; el escritor falleció un año años más tarde, el 4 de enero de 1920.
Pronto se cumplirá el centenario. Hay quien considera que Galdós es a Madrid lo que Charles Dickens a Londres u Honoré de Balzac a París y que, sin embargo, esta ciudad no reconoce lo suficiente al autor de los Episodios Nacionales. Por eso Eduardo Valero, investigador y autor de la biografía Benito Pérez Galdós, la figura del realismo español (Editorial Sargantana), recabó apoyos en redes sociales y asociaciones galdosistas para proponer al Ayuntamiento nombrarle Hijo Adoptivo de la ciudad. Adoptivo y no Predilecto porque Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843, aunque como tantos otros escritores estableció un fuerte vínculo con la capital, en la que vivió casi 58 años. “Galdós fue, además de periodista, escritor, político [fue diputado del Partido Liberal] y dramaturgo, un cronista fiel del Madrid decimonónico”, dice Valero.
Entre los apoyos se encuentran la Asociación Carpetania Madrid o la Asociación Internacional de Galdosistas, con sede en Indianápolis, Estados Unidos. Quiso la casualidad que el Área de Cultura, Turismo y Deportes del Consistorio, encabezada por Andrea Levy, también estaba trabajando en la puesta en valor del escritor. “Se ha cruzado una demanda popular con la intención política”, dicen fuentes del Ayuntamiento. Así que, si todo discurre según lo esperado, Galdós será Hijo Adoptivo de manera póstuma, y como excepción, pues se trata de un reconocimiento que habitualmente suele otorgarse a personas vivas. “La circunstancia de que se cumplan cien años de su muerte ha ayudado a que se haga el nombramiento a título póstumo”, explican las mismas fuentes.
Además, durante todo el año que viene se llevará a cabo una programación a base de conferencias (en el Ateneo ya se está celebrando un ciclo galdosiano), rutas urbanas, concierto, proyecciones, una carpa en la Feria del Libro, la edición en cómic de un episodio nacional, entre otros eventos. Lo primero una ofrenda floral el 4 de enero en su tumba, en el justo día en que el escritor falleció. “Para todo lo que significa Madrid para Galdós se le recuerda poco más allá de la estatua y algunas placas”, opina Teresa Martínez, portavoz de la asociación Galdosistas de las Comendadoras, que también colaborará en los eventos.
El Madrid galdosiano
Existe lo que se llama un Madrid galdosiano, ese en el que transcurren obras como las novelas Fortunata y Jacinta, El amigo manso o Miau. Es la zona de la Plaza de Mayor, la plaza de Pontejos (donde estaba la residencia de los Santa Cruz, en Fortunata y Jacinta), de la plaza y la cava de San Miguel (donde se encuentran por primera vez las dos protagonistas), Mesón de Paredes (a cuyo fin se encentran colonias de casas baratas) o la calle Toledo (donde hay farmacias, carnicerías, ultramarinos). Es el Madrid del apogeo del comercio y de los cafés, como el Fornos, El Siglo, el café de Madrid o La Fontana de Oro, hogar de tertulias liberales, que da título a una de sus novelas.
Galdós arribó a la ciudad, en pleno reinado de Isabel II, en una pensión de la calle Olivar en Lavapiés, y luego vivió en diferentes lugares: calle Fuentes, Serrano (el barrio de Salamanca todavía estaba en construcción), Colón o Alberto Aguilera. En la calle Hortaleza, 132 tuvo su propia casa editorial. La muerte le cogió en su último domicilio, un hotel en la calle Hilarión Eslava. “Son muchas la referencias que hace Galdós del Madrid de su tiempo, como crónica, como análisis social. Incluso podía servir como reclamo turístico, dada su difusión en el extranjero. Podemos pavonearnos del Madrid galdosiano”, dice Valero.
La idea es hacer que Madrid quiera más al escritor. “Galdós vive acontecimientos históricos cruciales, que luego narra, por esa es una fuente histórica valiosa. Pero, además, acostumbra a mezclarse con el pueblo, en pensiones pequeñas o vagones de baja categoría, se interesa por los inicios del movimiento obrero. Por eso era también muy querido”, explica Martínez. Tanto que por su capilla ardiente pasaron 30.000 personas y a su cortejo fúnebre, que recorrió algunas calles del centro de la ciudad, acudieron 20.000 para despedir al escritor, y eso que se trataba de un país con un alto grado de analfabetismo.
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