Madrid como ciudad literaria
Novelas ambientadas en Malasaña, Azca, Lavapiés... Autores contemporáneos comparten sus ideas sobre la capital como escenario para la ficción
¿Qué es una ciudad literaria? Podría definirse como una ciudad en la que hay escritores en calidad y abundancia y que, además, es escenario frecuente de obras literarias, ahora y siempre. Madrid cumple las dos condiciones: de aquí fue lo mejorcito del Siglo de Oro (Lope de Vega, Cervantes, Calderón o Tirso de Molina) y la cosa no decayó: después vinieron, como nativos o aterrizados, Benito Pérez Galdós, Mariano José de Larra, Ramón Gómez de la Serna, Ramón María del Valle Inclán o Arturo Barea, por decir un puñado. Muy madrileño y madrileñista fue el vallisoletano Francisco Umbral, que dedicó buena parte de sus letras a divagar sobre esta ciudad. La lista sería casi infinita.
En la actualidad sigue habiendo muchos escritores madrileños, claro, y muchos que utilizan las calles de la capital como escenario. Por ejemplo, Marta Sanz retrata en su último libro Retablo (Páginas de Espuma, ilustrado por Fernando Vicente) la actualidad del barrio de Malasaña. En estos dos relatos, trata, claro está, el fenómeno de la gentrificación. “Madrid es una combinación de lo castizo y de lo cosmopolita, de lo paleto y de lo pedante, y esa fusión creo que impregna el estilo de mis libros”, dice la escritora, “un ruidoso estilo de clase media que es al mismo tiempo apátrida y costumbrista, y reniega de espacios urbanos descoloridos por efecto de la globalización y las franquicias”. En otros de sus libros aparecen Moncloa, Carabanchel Bajo, Marqués de Vadillo o Arganzuela. “Solo sé ambientar novelas en lugares que conozco como la palma de mi mano, una retícula urbana que pueda recorrer mentalmente con seguridad y sobre la que pueda reinterpretar estímulos que vayan más allá de Google maps”, dice la autora.
La Tetralogía del Kronen, de José Ángel Mañas, recientemente recuperada en parte por la editorial Bala perdida, retrató el Madrid más macarra, underground y nocturno de los años 90 y hace 25 años dio gran visibilidad a su autor, que se declara “madrileño, madrileñista y madridista”, por este orden. ¿Madrileñismo? “Es una especie de trasunto castizo del nacionalismo periférico”, explica Mañas, “los madrileñistas sentimos el embrujo del asfalto local y el cariño por las calles de este absurdo poblachón manchego”. Mañas destaca algunas de sus obras favoritas en torno a la ciudad: “La forja de un rebelde, para mi gusto, es de lo mejorcito que se ha escrito sobre Madrid. Arturo Barea es el Proust de los gatos”, opina. No solo eso, también los primeros volúmenes de Los pasos contados, de Corpus Barga, Fortunata y Jacinta, de Galdós, El árbol de la ciencia de Pío Baroja o Madrid 1921, un dietario, de Josep Pla. “Es una maravilla de texto y da una visión catalana, muy interesante, de la capital”, apunta el escritor.
Una buena forma de introducirse en la última Madrid literaria es el volumen Escrito en el cielo (Alfaguara), editado por Martín Casariego, Antón Casariego y Fernando R. Lafuente, que recoge visiones de la ciudad en 150 fragmentos de algunos de los más relevantes autores españoles y latinoamericanos: de Camilo José Cela a Roberto Bolaño, de Miguel Delibes a David Trueba, de Ray Loriga a Juan José Millás. Para una visión anglosajona de la urbe se puede leer Saliendo de la estación de Atocha (Literatura Random House), de Ben Lerner, que relata la experiencia de un guiri en el Madrid de comienzos del s. XXI.
Si alguien ha tratado de hacer la novela total sobre Madrid, ambiciosa y omnicomprensiva, es Antonio Gómez Rufo, autor de Madrid, la novela (Ediciones B), que sigue la historia de la capital a través de personajes que van del S. XVI hasta los atentados de Atocha en 2004. ¿Es cierto, como suele decirse, que Madrid no tiene relato propio? “No, Madrid tuvo y tiene relato: un compendio de alma, personajes, tramas y discurso histórico. Además, todas las ciudades lo tienen, aunque algunas, como Madrid, de mayor calado por naturaleza y dignidad”, expone el escritor. ¿Y es Madrid un buen escenario para la literatura? “Madrid facilita ser convertida en un gran escenario pero también en actriz protagonista”, añade Gómez Rufo, “es ciudad acogedora, alegre, moderna, tradicional, cosmopolita y abierta, que jamás pierde su curiosidad aunque haya perdido su capacidad de escándalo. Hasta el aire de Madrid es ficción”.
La novela negra también ha tomado la capital como escenario, como se recoge en la antología Madrid negro (Siruela), en edición de Ernesto Mallo y con la participación de autores como Lorenzo Silva, Berna González Harbour, Andrés Barba, Fernando Marías o la citada Marta Sanz. También ha ambientado en Madrid sus novelas negras Antonio Mercero, algunos de sus títulos son El fin del hombre (Alfaguara), protagonizada por la detective transexual Sofía Luna, residente en la calle Piamonte del barrio de Chueca o El caso de las japonesas muertas (Alfaguara), donde muestra el Madrid más tradicional y turístico, no en vano la cosa va de turistas asesinadas. La cuestión LGTB y el turismo, dos temas muy actuales y muy escenificados en las calles de Madrid que recoge Mercero. “Me da la impresión de que Barcelona tiene mayor aura de ciudad de grandes novelas, con autores como Mendoza o Marsé, pero yo reivindico Madrid como un gran escenario literario”, dice Mercero, “pero más que los clichés de la ciudad me gusta dar una imagen más personal, retratando la vida callejera o los barrios mas degradados”.
Las zonas menos obvias de la urbe, las que no salen en las guías turísticas y se extienden por la periferia son las que aparecen en la obra de la escritora Esther García Llovet, por ejemplo, en su reciente novela Sánchez (Anagrama). “Lo que más me gusta de vivir en la periferia es que no es nada definida, que puede ser cualquier otro lugar, esa proliferación impagable de solares vacíos y espacios que no sirven para nada. Y que puedes caminar horas sin encontrarte con nadie conocido”, dice García Llovet. “Creo que Madrid es una ciudad literaria para el que viene de fuera, que tiene tendencia a irse a vivir al centro, como si el carácter más cívico de Madrid se le fuera a pegar. Y no es así”.
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