La Cataluña vacía que vota por Puigdemont
Junts per Catalunya ganó en un centenar de pueblos pero no se impuso en ningún municipio de más de 20.000 habitantes
El recuerdo de Jordi Pujol todavía sobrevuela Ivorra. Fructuós Gener, vecino de 80 años, dice que Pujol es el único presidente de la Generalitat que ha estado en este pueblo de la Segarra (Lleida), y en varias ocasiones. “Éramos 100% de Pujol; existía la tradición de votar a CiU, y ahora votamos a los que les suceden”, explica Gener. En Ivorra, municipio de 104 habitantes, Junts per Catalunya consiguió el 55,7% de los votos en las pasadas elecciones generales, su victoria más contundente.
Ivorra es un ejemplo de la despoblación del mundo rural, de lo que hoy se conoce como “la España vacía”. En la Cataluña vacía, en Ivorra, la población ha disminuido un 33% en los últimos 20 años. Su alcalde, Jordi Ribalta, es uno de los pocos menores de 65 años que todavía viven en el pueblo: el 70% de los vecinos ya han superado la edad de jubilación y solo nueve son menores de edad. Ribalta es de ERC, pero admite que si se presentara a alcalde con otro partido, le votarían igual porque “en las municipales importa más la persona que las siglas”.
Ribalta cree que la hegemonía de los herederos de Convergència se debe a la tradición. El alcalde abre a EL PAÍS la sala polivalente del pueblo que inauguró Pujol, en la que se celebran fiestas, se ven los partidos del Barça, donde guardan el material para las elecciones o las mesas del Club de Tenis Mesa Ivorra. También muestra el depósito de agua medieval, reformado en 1992 por el Gobierno pujolista. “El problema del PDeCAT es que sus representantes en la zona son los de siempre; ERC gana terreno porque es más joven y hace mucha labor en los pueblos, explicándose en charlas con vecinos”, apunta Ribalta.
Junts per Catalunya, la lista en la que se presenta el PDeCAT, ganó en un centenar de pueblos, pero no se impuso en ninguno de los 64 municipios de más de 20.000 habitantes de Cataluña.
“No es como antes, ahora la gente vota más a otros partidos”, asegura Maria Antonia Prats, vecina de Forès, cuando se le pregunta por la hegemonía en esta villa de la marca electoral que lidera Puigdemont. Junts per Catalunya obtuvo en Forès el 53,5% de los 28 votos que se contabilizaron. En Forès están empadronadas 42 personas, de las cuales solo una docena reside todo el año. Forès, en la Conca de Barberà (Tarragona), es un pueblo de postal en lo alto de una sierra, desértico entre semana y con viviendas centenarias pulcramente restauradas para el veraneo, rodeado por el parque eólico de Les Forques.
Forès ha perdido desde 1998 un 37% de población, según el Instituto de Estadística de Cataluña. La hegemonía de los postconvergentes también disminuye, como dice Prats: en las generales de 2008, CiU obtenía el 75% del apoyo del pueblo. Prats recuerda una visita de Pujol a Forès: “Inauguró el mirador del pueblo. No faltó nadie. Habló con mi hija, era un señor muy cercano”. “La situación política es hoy muy compleja”, comenta Prats de forma críptica mientras tiende la ropa.
En Ivorra, Gener utiliza la palabra “complicado” para describir el resultado electoral: por un lado menciona sin entrar en detalles, pero como un factor determinante, “el recuerdo de la guerra civil” —Ivorra, explicaba el antropólogo Manuel Delgado en un estudio de 2015, era una comunidad formada por “pequeños y medianos propietarios agrícolas” que sufrió una violencia anticlerical “especialmente cruel”—; por otro lado, Gener afirma que es inevitable que el independentismo arrase electoralmente por la “injusticia” que supone que sus líderes estén en prisión o huidos en el extranjero: solo dos de 79 votos de Ivorra fueron para partidos no independentistas. “Con las putadas que le están haciendo a Puigdemont, teníamos que votar por él”, concluye.
Ribalta evoca la consulta ilegal del 1 de octubre de 2017: 40 agentes antidisturbios de la Guardia Civil se presentaron en Ivorra para requisar las urnas. “En Ivorra nunca pasa nada, solo el cantar de los gorriones. Y de repente aparecieron esos como si estuviéramos en guerra. No hubo violencia pero aquello impactó mucho, unió al pueblo”. En la iglesia del pueblo luce una pancarta que reza “libertad presos políticos”.
Carteles
En la caseta de los contenedores de basuras de Viver i Serrateix continúa colgada la convocatoria para votar en el 1-O: “Se ruega a todo el mundo que venga al local social de Serrateix durante todo el día, para acompañar a los miembros de la mesa y a los votantes. Entre todos defenderemos la democracia”. Viver i Serrateix, 164 habitantes, fue el segundo municipio con mejores resultados de Junts per Catalunya en las generales: 54,2% del sufragio a favor.
Es una circunscripción en el Berguedà (Barcelona) formada por masías desperdigadas en un paraje de una belleza extraordinaria. En el monasterio de Santa María ondea una estelada y los únicos carteles públicos visibles son a favor de la independencia. Encontrar a un vecino es harto difícil. Se acerca para hablar el manresano Manel Alba, que visita la zona porque quiere alquilar 1.000 hectáreas de campo para su rebaño de ovejas. A Alba la situación política no le quita el sueño, a él le preocupa que no haya incentivos para que su hijo continúe con el pastoreo.
Por Serrateix pasean Boris y Ana, un matrimonio de ucranios que buscan una vivienda de alquiler porque aseguran que donde viven, Manresa, los precios son demasiado altos. A ellos, tras 20 años en España trabajando como servicio doméstico y en un matadero, les da igual quien gana o pierde las elecciones, pero añaden que sus tres nietos sí están interesados en el resultado de las urnas porque, dicen, “Cataluña es su tierra”.
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