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MADRID ME MATA
Columna
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Buenas noches, Madrid

El mundo cabe en la ciudad y la vida, a veces, también, como el que toma aire y parece que vacía el cielo

El compositor e intérprete argentino, Fito Paéz, durante un concierto en Madrid el pasado 29 de enero.
El compositor e intérprete argentino, Fito Paéz, durante un concierto en Madrid el pasado 29 de enero.JuanJo Martín (EFE)
Elvira Sastre

Es emocionante la cantidad de sensaciones e historias que caben en un Buenas noches, Madrid dicho sobre un escenario. Se lo he visto pronunciar a grupos consolidados, a solistas frente a un piano, a cantantes jóvenes que comienzan, a referentes de la música que hoy en día tocan para apenas una veintena de oyentes, a amigos de la profesión hechos un manojo de nervios que desaparecen al subirse a escena, incluso yo misma lo he verbalizado en alguna ocasión, consciente de la envergadura de una frase así, de todo lo que significa presentar tu trabajo en esta ciudad.

Sé que no es sólo porque Madrid es la capital: es porque esta ciudad ha visto mucho, ha sido testigo de triunfos y derrotas, de llenos y de vacíos, ha conocido a cantantes legendarios cuando apenas sabían colocar el micrófono, ha escuchado a poetas desaparecidos en oportunidades únicas, ha visto a jóvenes pasar noches a la intemperie con el único propósito de estar un par de metros más cerca de sus ídolos y después los ha acompañado de vuelta a casa, embriagados de emoción, conscientes de haber vivido algo inolvidable gracias a sus artistas favoritos, a los que también ha recogido en noches de celebración que se alargan.

El que se presenta en Madrid lo sabe. Conoce todo esto. Por eso siempre es una fecha marcada a fuego en las giras, en los carteles. Por eso uno repite y prepara algo diferente. Por eso y porque sabe que no se presenta ante los madrileños: se presenta ante el mundo.

Esta semana he podido disfrutar de dos conciertos totalmente diferentes en Inverfest, el festival de invierno de Madrid celebrado en el Circo Price. Por un lado, Morgan, mi grupo fetiche, una voz que quiero que mi madre escuche, una música que me ha acompañado en mi escritura, unas letras que me han ayudado a desencajar mis emociones. La humildad y la felicidad que proyectaban por haber llenado Madrid dos veces era hermosa, reconciliadora. Creo que ninguno queríamos salir de ese concierto, plagado de inocencia y talento. Algo encontramos ahí que no se halla en ningún otro sitio. Y por otro lado, Fito Páez, que ofreció un recital a piano radiante, a la altura de un público totalmente devoto, entregado hasta el último verso. Entre los espectadores, se escuchaban acentos y suspiros de todos los países de América Latina, por lo que al terminar Fito se despidió así: "Buenas noches, Argentina; buenas noches, México; buenas noches, Chile; buenas noches, Colombia… Buenas noches, Madrid".

El mundo cabe en Madrid y la vida, a veces, también, como el que toma aire y parece que vacía el cielo.

Madrid me mata.

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