El segundo drama de Jhoesther
La mujer fue asesinada por su expareja en septiembre en la peluquería en la que trabajaba y su familia aún no ha podido repatriar el cuerpo a la República Dominicana
Eran poco antes de las once de la mañana cuando los gritos de “mataron a la rubia, mataron a la rubia” rompieron la tranquilidad del barrio de San Cristóbal, en el distrito madrileño de Villaverde. Jhoesther López Rosario, una dominicana de 32 años, había recibido al menos cinco cuchilladas en la peluquería en la que trabajaba. La mujer pudo andar hasta la entrada del local, donde agonizó hasta morir. El barrio se ha movilizado ahora porque el cuerpo permanece desde hace tres meses en el Instituto Anatómico Forense, pese a los intentos de la familia para repatriarlo a la República Dominicana. Este lunes tienen previsto hacer una misa multitudinaria en la parroquia de los Desamparados.
Jhoesther López Rosario llegó hace unos dos años a España, tras haber emigrado a Venezuela. Allí conoció a un hombre, de 49 años y también de origen dominicano, con el que entabló una relación sentimental. Su pareja decidió acompañarla hasta Madrid. La relación se fue deteriorando, por lo que la mujer decidió acabar con ella. “Él la pegaba mucho y la amenazaba. Jhoesther tenía mucho miedo porque él le dijo que iba a matar a su madre, que vive en Estados Unidos, y a su hija de 4 años, que está en la República Dominicana. No nos dijo nada por vergüenza”, afirma Carolina, amiga de la fallecida.
Jhoesther comenzó a trabajar en una peluquería de San Cristóbal y enseguida se cambió a otra. Según reconocen varias amigas, era una persona muy profesional que sabía muy bien lo que le gustaba a las clientas. Mientras crecía su fama en el barrio, los problemas con su pareja se iban agravando. “Ella rompió con él seis meses antes de que la asesinara, pero él se resistía a admitirlo. Era muy celoso”, añade Carolina.
Los vecinos han organizado una misa de recuerdo para este lunes
Jhoesther estaba muy ilusionada porque tenía previsto abrir su propia peluquería, a la vista de cómo se había hecho con una clientela más o menos fija. También quería tramitar toda la documentación para traer a su hija. “La echaba mucho de menos. Hablaba todos los días con ella por videollamada en cuanto tenía la menor ocasión. Tenía pasión por ella”, describen las amigas de la fallecida. Esta compartía piso con su jefa, la dueña de la peluquería.
Jhoesther acudió la mañana del lunes, 10 de septiembre, a abrir la peluquería, como hacía habitualmente. Esta se encontraba en el número 51 de la calle de Beniferri. El bar situado al lado estaba cerrado aquel día por descanso del personal. La mujer empezó a preparar la mañana, cuando de repente entró su expareja. Lo que pasó allí es todavía una incógnita. A los pocos minutos, el hombre huyó a la carrera y al poco salió la mujer tambaleándose. Cayó desfallecida y sangrando abundantemente. La primera en acercarse fue la farmacéutica, que intentó ayudarla. Se quitó su bata y le taponó con ella la herida del cuello. “En un momento dado se acercó a ella, que le dijo algo al oído. Sangraba mucho por otras heridas que tenía en el costado y en una mano”, explica Carolina.
Mientras la mujer estaba agonizando, una persona grabó con su teléfono móvil la escena, que se hizo viral en los días siguientes al crimen. Entonces fue cuando se escucharon los gritos desgarradores de que habían matado a Jhoesther, a la que llamaban La Rubia en el barrio.
El supuesto autor fue detenido por la policía en un parque cercano. El presunto asesino admitió parcialmente los hechos ante el juez. Ahora se encuentra en prisión provisional comunicada y sin fianza en la cárcel de Soto del Real. “Cuando la policía entró en su casa, halló seis pasaportes distintos a su nombre. Seguro que andaba en algo malo como tráfico de drogas o de personas”, añaden los vecinos de San Cristóbal que lo conocían.
Los conocidos de la víctima montaron un altar de velas en la puerta de la peluquería, del que ya no queda ni rastro. El establecimiento permanece cerrado. “Al poco, la dueña lo cerró y se marchó”, recuerdan en el barrio. Pasados unos días, los conocidos hicieron una venta masiva de comida para recaudar dinero con el que repatriar el cuerpo de Jhoesther a su país natal. Recaudaron 4.200 euros, de los que 2.800 se destinaron al flete. Los 1.400 restantes se los enviaron a su hija. “La gente se volcó. Todo el mundo trajo comida y participaron muchas personas”, recuerdan los organizadores.
“Él la amenazó con matar a su madre y a su hija si lo dejaba”, afirma una amiga
Sin embargo, todo ese esfuerzo de poco ha servido hasta el momento. La familia ha intentado repatriar el cuerpo, pero se ha encontrado con la negativa judicial. Los allegados han pedido ayuda a los responsables diplomáticos de su país acreditados en España, pero no han logrado su objetivo. Todo esto ha causado un gran malestar. “Nadie nos da explicaciones de lo que está sucediendo. Se acercan fechas muy señaladas, como las Navidades, y la familia quiere tenerla cerca, enterrarla y cerrar por fin este tema”, afirma Carolina.
Segunda autopsia
Fuentes judiciales han explicado a este periódico que los restos mortales de Jhoesther siguen a disposición del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 8. El magistrado pidió un informe a la fiscalía, que rechazó el traslado del cuerpo a la República Dominicana. “Esta medida se adoptó por parte del ministerio público, por si fuera necesario practicar alguna diligencia de investigación más, a la espera del resultado final de los análisis. En el momento procesal oportuno, se concederá el traslado. Es una situación que se recoge con claridad en la Ley de Enjuiciamiento Criminal”, afirmaron las fuentes judiciales.
Esta medida es habitual cuando se produce un asesinato y es necesario proteger el cuerpo de la víctima por si es necesaria una segunda autopsia. De hecho, si se entrega a la familia para que la entierre en Madrid, se les prohíbe que lo incineren. De esta forma, puede ser exhumado y sometido a un nuevo examen forense.
Pese a ello, el barrio está movilizado y este lunes tienen previsto convocar, además de la misa en recuerdo, una concentración con pancartas para pedir que Jhoesther pueda descansar en su país de origen.
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