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A VISTA DE MÓVIL
Columna
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Sonríe España

Es una extraña cohesión no exenta de caos, proclive a la fiesta por encima del diálogo

Los muñecos regionales sonríen con cierta actitud desafiante cara a la navidad en la Plaza Mayor. Pero, ¿por qué los chulapos madrileños se carcajean a gusto con el clavel en la frente o la solapa, mientras el resto se limita a posar con gesto de circunstancias? ¿Por qué los anfitriones parecen mucho más contentos y joviales que las demás provincias representadas? En esta imagen sin perspectiva clara reina el barullo. Impone su ley el guirigay disfrazado con trajes típicos y poses autóctonas en la antesala de un certamen de coros y danzas. Resulta antigua, pero aún podemos extraer de ella ciertas lecciones prácticas. Ninguna identidad sobresale por encima de otra. Salvo por la talla de los chulapos, nadie se siente más que nadie. Al menos, en el escaparate. Algunos buscan su refugio entre el arco de los abanicos. Los lunares se entrecruzan con los encajes, las ondas de fallera con los moños, las enaguas y las fajas con monteras y delantales, en una extraña cohesión no exenta de caos, proclive a la fiesta por encima del diálogo. Pura metáfora de ese guiñol kitsch que se empeña a veces en ser España.

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