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Un militar pacifista en la guerra de Podemos

Julio Rodríguez protagoniza en su tercer destino político la mayor crisis de la formación en la capital

GRAF1869. MADRID, 15/12/2017.- El nuevo secretario general de Podemos en Madrid, Julio Rodríguez, durante la rueda de prensa ofrecida hoy en la sede de la formación morada, en la que ha expresado su convencimiento de que el partido podrá convencer a la alcaldesa, Manuela Carmena, para que concurra a un nuevo mandato con el cual se pueda
GRAF1869. MADRID, 15/12/2017.- El nuevo secretario general de Podemos en Madrid, Julio Rodríguez, durante la rueda de prensa ofrecida hoy en la sede de la formación morada, en la que ha expresado su convencimiento de que el partido podrá convencer a la alcaldesa, Manuela Carmena, para que concurra a un nuevo mandato con el cual se pueda Álvaro Sánchez (EFE)

Julio Rodríguez (Ourense, 1948) ilustra aquello que dijo el líder de su partido, Pablo Iglesias, sobre “cabalgar contradicciones”. Ha ocupado el rango más alto en el Ejército como jefe del Estado Mayor de la Defensa, pero se define como antimilitarista. Ha sido piloto de combate y ha dirigido a las fuerzas españolas en varios conflictos bélicos y sin embargo, se declara pacifista porque “un militar que conoce las calamidades de la guerra debe ayudar a construir la paz”. Es discreto, silencioso, huye de los focos y pasa por tener un perfil dialogante, pero el fracaso de las negociaciones que él encabezaba para la lista de Podemos en la candidatura que liderará Manuela Carmena en Madrid ha desvelado la penúltima guerra interna del partido. Bajo su mando, la organización madrileña ha volado por los aires.

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Hijo de un piloto de guerra franquista, entró en el Ejército del Aire porque “no había visto otra cosa”. Se formó en la Academia militar y ya de oficial, en sus viajes a Francia, empezó a leer clandestinamente libros prohibidos sobre la historia de España de Hugh Thomas, Gerald Brenan, Pierre Villar, que le marcaron y le empujaron a ser un lector compulsivo. Sus compañeros militares le llamaban Julito el Rojo. En aquellos años en que se dejó crecer la barba “por rebeldía” se aficionó también a escuchar a cantautores como Víctor Manuel. Hasta 2008, ningún jemad había prometido en lugar de jurar su cargo. Él fue el primero cuando le nombró José Luis Rodríguez Zapatero. Su intención, bajo el mando de Carmen Chacón, era modernizar el Ejército.

Cuando era jemad, “nunca, en ningún momento, dio argumento alguno que hiciera pensar que tenía vocación para entrar en política”, recuerda Jordi Xuclà, diputado del PDeCAT que hoy comparte tertulia política con Rodríguez y entonces, como portavoz de Defensa, participó en viajes y reuniones con él. En noviembre de 2015 Pablo Iglesias anunció su fichaje estrella. Un golpe de efecto para intentar acabar con la etiqueta de antisistemas que les acompaña desde sus orígenes del 15-M y contrarrestar los ataques a la formación por su supuesta vinculación con los regímenes venezolanos e iraníes. Como el exjemad dice en su libro Mi patria es la gente, “necesitaban quitarse la imagen de perroflautas incorporando a figuras sólidas y fiables”. “La primera sensación fue de sorpresa”, cuenta una persona cercana a su entorno. Los militantes se dividían entre los que confiaban ciegamente en las decisiones de su líder y los que se mantuvieron a la espera de sacar conclusiones sobre un hombre que había trabajado para gobiernos del PSOE.

La primera decisión de Iglesias fue situar a Julio Rodríguez de número dos por Zaragoza sin someterle a primarias. Como militar e hijo de militar errante, había vivido en esa ciudad, donde estudió, vinculación y argumento suficiente para colocarle en las listas. En Aragón cosechó su primer fracaso electoral, cuando no logró entrar en el Congreso en las elecciones de 2015. Un año después aterrizó como paracaidista en las listas de Almería. Sus socios de Izquierda Unida le recibieron con hostilidad: “Es un hombre de guerra y de la OTAN”, se quejó Rosalía Martín, de IU Almería. Terminó apoyándolo pero en la provincia andaluza tampoco logró un escaño.

Julio Rodríguez, por Sciammarella.
Julio Rodríguez, por Sciammarella.
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“Es posiblemente una de las personas que más me ha sorprendido para bien y que más admiro en Podemos”, dice Pablo Echenique, secretario de Organización del partido. Ambos compartieron la etapa aragonesa. “Cuando llegó estaba dispuesto a llevar a cabo cualquier tarea que la dirección considerase que fuera útil para la organización. En cinco minutos pasó de general de los ejércitos a soldado”, asegura.

“Es una persona humanista, amable, cercana, con un perfil muy parecido al de Manuela Carmena en el sentido de que ha desarrollado su carrera profesional y, en un momento dado, se ha incorporado a la política”, dice de él Jesús Montero. Su antecesor en la secretaría general de Podemos en Madrid —su tercer destino político, donde ganó las primarias al sector anticapitalista—, considera “muy generosa” su dedicación al partido, “porque no tenía ninguna necesidad”. “Añade un perfil y valores que no proceden de la política profesional y tiene una solvencia y competencias que le facultan para cualquier área de gestión”, opina Montero.

Su disciplina y rigor tras años de carrera militar son dos de las cualidades que más destacan quienes han trabajado con él. “Tiene una visión política clara. Rigor al analizar la realidad. Y una capacidad de comunicar muy notable, más propia de un político que de un militar de alto rango”, explica Echenique. Xuclà, después de compartir noches de debates y conversaciones con él en la cadena Ser, le describe como un “hombre ordenado, reflexivo, siempre puntual, que defiende sus puntos de vista y valora los detalles”.

En la crisis de Podemos en Madrid hay quien piensa que son su falta de flexibilidad estratégica y su lealtad a la jerarquía mamada en el Ejército —en este caso, a la organización estatal del partido—, las que le ha conducido a la catástrofe en la gestión de la crisis con los seis concejales del Ayuntamiento, a los que ha suspendido cautelarmente de militancia. El general de Podemos tendrá que demostrar más que nunca su pacifismo y su capacidad de diálogo para aplacar las calamidades de esta guerra.

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