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Del ‘efecto cuello’ a la ‘pescadilla’: claves de los atascos en Madrid

La lluvia es uno de los factores determinantes, pero el azar, el diseño urbano y el comportamiento de los conductores también contribuyen a complicar el tráfico

Gloria Rodríguez-Pina
Centro de Control de la Movilidad del Ayuntamiento de Madrid.
Centro de Control de la Movilidad del Ayuntamiento de Madrid.EL PAÍS

En Madrid hay más coches de los que caben, según los expertos del Ayuntamiento. En la sala de pantallas del Centro de Gestión de la Movilidad los vigilan las 24 horas del día a través de 674 cámaras, 4.100 puntos de medida (espiras) en el asfalto y, en comunicación constante con los agentes que están en la calle, cambian las fases de los más de 52.000 semáforos de la ciudad cuando ven que se va a liar y reconducen el tráfico en la medida de lo posible. Este miércoles tenían preparado un dispositivo especial ante la previsión de lluvia, con todos los ojos puestos en las vías de acceso y del centro de la ciudad, porque cuando llueve, las posibilidades de atasco se disparan.

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Los días de lluvia se juntan varios factores que contribuyen a generar el caos circulatorio que se vivió el pasado lunes, como explican Alfredo Esteban, jefe del departamento de tecnología del tráfico, y Rafael Morán, subdirector general de agentes de movilidad. Las condiciones empeoran: se pierde visibilidad y se frena peor. En consecuencia, los conductores aumentan la distancia de seguridad —como debe ser— y disminuye la velocidad circulatoria. Ocurre también que se incrementa el número de vehículos, porque hay más gente que coge el coche esos días, como motoristas o ciclistas que no quieren mojarse y buscan más seguridad, pero que no son conductores habituales. Con todas esas circunstancias, cualquier alcance o accidente, más frecuentes esos días, puede ser la semilla de un gran atasco. Al parque móvil madrileño, bastante antiguo, el agua no le va bien y se producen más averías de lo habitual, añade Longinos León, coordinador del centro municipal. 

Los atascos están en buena parte en manos del azar y se pueden formar en pocos minutos. Un accidente o una incidencia, según dónde ocurra y con qué velocidad se resuelva, puede generar retenciones puntuales o un embotellamiento gigantesco. Este miércoles por la mañana un accidente en la A-2 sentido salida ha generado algunas retenciones en esa vía, pero eso mismo en la M-30 podría haber colapsado el tráfico, como explican en el centro de pantallas. Con los embotellamientos se produce una reacción en cadena en las vías que están conectadas, pero el atasco se puede extender también a la dirección contraria, por lo que los expertos llaman "el efecto cuello": gente que frena para mirar qué ha pasado y bloquea de paso el otro lado de la vía.

Pese a los factores inesperados, existen puntos donde sistemáticamente se forman embotellamientos. En Madrid, en el tramo entre Pío XII y el nudo de Manoteras —donde hay trenzados: coches que se incorporan y que salen de la vía— y en la M-30 a la altura de O'Donnell, cualquier incidencia se nota muchísimo. También son zonas complicadas el nudo sur y el norte, y la A-6 por el puente de los Franceses.

"Hay un problema de diseño de la ciudad, de evolución; tenemos una vía rápida como la M-30 que ya está incrustada en la ciudad y otras que traen grandes flujos de vehículos que acaban en un semáforo en el centro (la A-5 casi en la calle Segovia, la A-3 en la avenida de América, la A-6 en Cea Bermúdez, etc.)", explican Esteban y Morán. Son carreteras que, además, hasta su tramo urbano, no son competencia del Ayuntamiento, sino del Ministerio de Fomento y la Guardia Civil, y las prioridades de las Administraciones difieren: que vayan rápido en los tramos interurbanos frente a un tráfico más pausado en la ciudad. Poco a poco, se van poniendo, sin embargo, medidas para revertir el flujo hacia el centro. Los túneles, por ejemplo, ahora se hacen de salida, no de entrada.

El factor humano

Los atascos se generan también por malas costumbres. Morán recibe muchas quejas de los padres de alumnos que llevan a sus hijos al cole, pero observa cómo cada día esos mismos padres generan embotellamientos al parar en doble y triple fila. También hay problemas cortos inevitables, como la carga y descarga o conductores que se empeñan en hacer cola para entrar a un aparcamiento lleno. Las horas punta podrían aligerarse si las empresas permitieran un horario más flexible, señala el subdirector. El tráfico más complicado se concentra entre las 7.30 y 9.30 y por la tarde, se nota que hay más escalonamiento para salir del trabajo. Los lunes por la mañana pueden ser bastante infernales porque "la gente va más dormida" y se juntan más coches, porque muchos vuelven a la ciudad directamente desde su segunda residencia. El viernes entre las 15.00 y las 16.00 horas también se lía bastante, pero a la inversa.

Otras emergencias no planificadas que garantizan grandes atascos son los eventos deportivos y las manifestaciones. Y en cuestiones meteorológicas, peor que la lluvia es la nieve. León, que trabaja en el centro de control desde 1985, recuerda como el peor día de su carrera un día de principios de enero de 2004, cuando una gran nevada generó "un caos absoluto" hasta las 12 del medio día. "Se agotaron todas las grúas, todo estaba colapsado; nos pasamos la mañana al teléfono y tuvimos que esperar hasta que poco a poco fueron saliendo", recuerda.

Desde el centro de pantallas van cambiando los avisos en los paneles de la M-30 y modulan los tiempos de los semáforos para aligerar la circulación y que no se queden coches parados en las intersecciones. Cuando "se hace la pescadilla" en rotondas y plazas, es decir, cuando nadie puede entrar pero los de dentro tampoco pueden salir porque tienen las salidas bloqueadas, no queda otra que enviar a los agentes de movilidad. "Llegas, metes la moto con los pirulos (las luces de las sirenas) y dejas abiertas dos entradas. Los coches se comen unas cuantas fases del semáforo. Nosotros después nos vamos a casa y nos duchamos, porque te llaman de todo", explica un jefe de los agentes. También reconducen el tráfico con conos y cortan tramos o carriles cuando la situación lo requiere.

Este miércoles las pantallas del Ayuntamiento no han mostrado grandes incidencias, pese a la lluvia. O quizás por ella, según los expertos. Como el último gran atasco que provocó fue hace apenas dos días, el recuerdo del caos disuade de coger el coche. Sobre las 9.30, los jefes dan por terminada la hora punta, y las pantallas muestran ya más coches en movimiento que parados. Hasta el próximo gran atasco.

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