Así actúan los grafiteros del Metro: “Te juegas la vida y no sabría decir por qué”
Un grafitero veterano de Madrid ya retirado, otro en activo y un profesor universitario experto en la materia hablan del cambio en el 'modus operandi' de los 'treneros'
Dentro del cerrado mundo del grafiti, los autodenominados escritores de Metro están en el epicentro del hermetismo. Aunque muchos de los que se dedican al arte urbano —los que exponen, los que tienen un nombre, los más accesibles— empezaron por ahí y lo conocen, no suelen hablar de ello ni mucho menos dar nombres. Es una especie de código de honor que ha empezado a romper lo sucedido en los suburbanos de Madrid y Barcelona el pasado fin de semana. Un grafitero veterano madrileño ya retirado, otro en activo y un profesor universitario experto en la materia han accedido a hablar con EL PAÍS de lo que supone un cambio en el modus operandi de estos grupos.
Con estas actuaciones masivas —la policía habla de 34 jóvenes en Barcelona y de medio centenar en Madrid— "los treneros se tiran piedras contra su propia movida", critica el grafitero que ya ha dejado los sprays, que pide mantenerse en el anonimato, en referencia a una práctica, para algunos arte y para otros puro vandalismo, que nació en Nueva York en los setenta. "Era el juego del gato y el ratón, pintar y salir pitando sin que nadie lo viera".
"Siempre ha funcionado así: el que controlaba un sitio se callaba e iba con sigilo, solo, en pareja o como mucho tres, tantas veces como pudiera, sin comentarlo para no quemarlo. Y si había vigilancia, no pintabas. Lo que hacen estos chavales va contra todos esos principios porque lo único que logran es que pongan más seguratas", explica. A su juicio, "ahora está todo desvirtuado, porque la historia es que el tren con tu tag [firma] circule el mayor tiempo posible. Esto es sí o sí y porque sí, aún sabiendo que no va a circular".
"Está mal, no hay por dónde cogerlo", resume este grafitero de los noventa, que subraya que, si le sumamos "la violencia", el resultado "no tiene ningún sentido desde el punto de vista del grafiti", que es ilegal, sí, pero pacífico. Achaca lo ocurrido a una "locura de juventud". Según el exgrafitero, las acciones colectivas "no son habituales". Se trató de una “quedada” en la que "había gente de otras provincias", dice, pero descarta que haya ningún tipo de consigna ni retos o piques dado que es un movimiento sin líderes, como también destaca Francisco Reyes, grafitero, profesor en la Facultad de Ciencias de la Información, autor de la primera y única tesis doctoral sobre el hip-hop en España y director del programa Ritmo Urbano de La2. Reyes, que define el grafiti como una "forma de expresión ilegal e indefendible", recalca que “el porcentaje de grafiteros que pinta trenes, que es el grafiti puro y duro, es muy pequeño y dentro de este, es aún más pequeño el que usa la violencia, son casos muy puntuales”.
Los treneros tienen entre 17 y 25 años, están empezando en el grafiti y que no tienen nada que perder. "Los pillan cada dos por tres, pero al no tener nómina, no pagan las multas", explica el grafitero retirado, que no cree que en Madrid "le den habitualmente" más de cien personas. "Y dentro de esos cien, hay rotación, unos los van dejando, otros empiezan, otros vuelven...". “Están haciendo getting up, dejarse ver. Se puede ser reconocido por ser muy bueno o muy prolífico o porque lo que haces es muy peligroso. Son chicos sin talento artístico pero sí con agallas y osadía”, asegura el profesor. Pintar vagones es algo que suele hacerse en los comienzos, anota el grafitero que no ejerce, porque "para ser un escritor total tienes que tocar todos los palos, la calle, el bombardeo —llenar la ciudad con tu firma— y los trenes".
Seguridad en el Metro
También bajo condición de anonimato habla otro veterano aún en activo que, aunque "más de paredes que de trenes", está en muy contacto con los treneros. Ha visto grabaciones personales del viernes en la estación de Las Rosas y desmiente que usaran la fuerza. Según la versión policial, al sorprendidos por la policía, algunos "rociaron la cara de dos agentes con spray", por lo que tuvieron que ser atendidos. Uno fue detenido —el veterano en activo asegura que se entregó— y un juez le ha impuesto una orden de alejamiento de 500 metros de esta estación. De 20 años y nacionalidad paquistaní, está acusado de los delitos de daños, desórdenes, atentados y lesiones.
Según su versión, los que cobraron fueron los jóvenes: "Huyeron en estampida y se fueron con porrazo incluido". No niega que los hechos "tengan una raíz real", pero considera que "lo han desfigurado y exagerado todo" con el "interés de crear alarma social" y "endurecer las penas" contra ellos. En este sentido, la Comunidad de Madrid y Delegación del Gobierno han anunciado que se reunirán la semana que viene "para analizar el auge de los ataques de grafiteros" y estudiar qué medidas toman la empresa y la policía, pero el delegado, José Manuel Rodríguez Uribes, ya ha avanzado que pedirá a Metro que aumente la seguridad privada en sus instalaciones, informa F. Javier Barroso.
La consejera de Transportes, Rosalía Castro, promete hacer “todo lo posible" por garantizar la seguridad y dice a su vez que pedirá a la Delegación "que se ponga a trabajar" con ellos. A Castro, CCOO y UGT le han pedido mayor seguridad para los usuarios y los trabajadores, mientras que el jefe superior de Policía, Jorge Javier Martí, opina que los grafiteros “han traspasado los límites del arte y del pseudoarte” y están cometiendo delitos como coacciones, daños, amenazas y detención ilegal al retener al conductor de un convoy. El presidente madrileño, Ángel Garrido, aboga por legislar las penas que puedan acarrear estas acciones.
Multas a grafiteros
Legislado está y penas hay, le recuerda Reyes. "Si el valor de los daños es superior a 400 euros, se considera delito", dice el experto, a lo que el grafitero en activo añade que las multas pueden ir de 50 a 20.000 euros por unos daños que algunos jueces entienden como mero "deslucimiento". Por ejemplo, un juez de Barcelona acaba de imponer un año de prisión, multa de 1.095 euros y privación de acceso al metro durante seis meses a un grafitero por un delito de daños en bienes públicos.
El escritor anónimo, con 20 años de carrera, asegura que no le cuadran agresiones como la de pintar a cara a una mujer embarazada en Barcelona el fin de semana pasado. "Si ha ocurrido, es un hecho aislado, sería el primero y descerebrados hay en todos los gremios", alega. "Los chicos y las chicas lo que hacen es huir, a nadie le interesa que en un juicio por daños le metan una agresión, a nadie". "Yo mismo pagué por el atropello a un policía y te juro que no he atropellado a nadie en mi vida", asegura muy serio, como también cuenta que le condenaron por los costes de limpieza de una pintada en un puente que está "tal cual" la dejó hace 12 años. "Una vez me dio hasta pisotones en el pecho un policía y perdí el juicio por agresión yo", recuerda otro caso.
También rebaja el alcance de los daños: "Tampoco van a destrozar trenes, van a pintarlos". A su juicio, ni hay un aumento de las pintadas ni más agresividad ni daños considerables, sino una aparición cíclica de sus acciones en los medios. "En el metro y en la Renfe se pinta todos los días, en 2012 se paraba uno en un punto de Metrosur y al mismo tiempo se paraba otro en la otra punta", recuerda. Se trata de "una campaña de acoso y derribo" que ocurre cada cierto tiempo contra ellos, "porque unas veces publican las acciones y otras, no". “No se pintan metros cuatro noches seguidas como se ha dicho sino las 365 noches del año y se lleva haciendo 30 años, no es noticia, en Instagran puedes ver cientos y cientos de vídeos. Pero cada ocho meses sale en los medios. Lo que sí es noticia es la violencia", corrobora el profesor. " Son adolescentes que se la juegan y ponen en peligro al ciudadano y provocan un gasto muy grande", censura.
Según el grafitero anónimo, los jóvenes "están actuando por reacción". Acudir en masa “no es nuevo, pasa cuando se endurece la seguridad y resulta difícil actuar, como en 2004, en 2007, en 2009...". Ahora, “se ha tenido que cambiar otra vez el modus operandi por el aumento de la seguridad. En los últimos años había caído mucho la vigilancia y se ha pintado a tope, pero desde este verano hay cuadrillas de seguridad que están yendo de abuso. En lugar de haber un guardia, aparecen 15 y están pegando, por eso se juntan 50, para que no les peguen", detalla.
El coste de limpiar los grafitis
Un portavoz de Metro de Madrid confirma este extremo: el nuevo contrato de seguridad, que entró en vigor este año, "ha incrementado un 20% el presupuesto". Son en total 45.839.153 euros para 2018 solo en este concepto. ¿Se ha traducido en más agentes? Sí: “Este presupuesto es exclusivo para horas de vigilancia”. “Van en cuadrilla y su objetivo primordial es proteger la seguridad y las instalaciones”, añade.
Según los datos de la compañía, en 2017 se hicieron 852 grafitis (frente a 714 el año anterior) y 212 pintadas (frente a 286) y se frustraron 1.174 intentos. A pesar de haber sufrido 62 acciones menos, el año pasado se gastaron en limpieza casi 1,6 millones, 300.000 euros más que en 2016. “Es un contrato diferente al resto de contrataciones de limpieza porque hay que recurrir a empresas especializadas”, detalla la portavoz, que subraya que las cifras se refieren solo a limpieza, no a reparación de daños ni a los costes de la inmovilización de los trenes para lavarlos. "De una factura que Metro presenta a los grafiteros por ejemplo de 9.000, 7.200 son de inmovilizar el tren", apunta Reyes.
"Los vagones no suelen circular pintados, los borran allí mismo, echan disolvente que puede costar unos 100 euros la garrafa de 25 litros a la pintura sintética en spray, lo rocían con agua y flus, sale en un segundo. La pintura del tren, que es una aleación, sigue ahí, intacta", reconoce el grafitero activo. A la pregunta de ¿y entonces, por qué lo hacen?, responde: "Puedes perder un dedo al saltar una valla, puedes perder la vida, a mí mismo han disparado varias veces, imagino que al aire. Te la juegas y no sabría decir por qué, cada uno tiene un motivo y una satisfacción personal distinta, por el riesgo, porque te apetece...Lo que sí es una auténtica leyenda urbana es que paguen o que haya apuestas".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.