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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La oportunidad del salir del bucle

Es preciso que Pedro Sánchez, como Ulises, cierre sus oídos al griterío y ponga sobre la mesa algo más que una oferta genérica de diálogo

Milagros Pérez Oliva
El presidente Pedro Sánchez en el Senado.
El presidente Pedro Sánchez en el Senado.ULY MARTIN

Cuando no hay política de verdad, se hace política de gestos. La presidencia de JoaquimTorra se ha caracterizado hasta ahora por la gesticulación, pero lo ocurrido esta semana en el Parlamento catalán supone un cambio de paradigma y una oportunidad para salir del bucle en el que se encuentra el conflicto catalán. La pérdida de la mayoría parlamentaria por el desacuerdo entre Junts

per Catalunya (JxC) y Esquerra Republicana (ERC) a propósito de la delegación del voto de los diputados imputados expresa una división profunda del soberanismo entre quienes reconocen el fracaso de la vía unilateral y se abren a una negociación y quienes pretenden seguir con la estrategia de la desobediencia y el enfrentamiento radical en pos de una república irreal. La

división no enfrenta solo a los dos principales partidos independentistas. Es una fractura que atraviesa de forma transversal al conjunto del movimiento y a cada uno de sus miembros, a excepción de la CUP.

La posibilidad de salir del bucle dependerá de cómo se gestione esta nueva situación. La novedad de la fisura en el independentismo ha hecho perder de vista que en el otro lado hay una división simétrica no menos decisiva entre quienes abogan por rebajar la tensión y crear las condiciones

para una negociación, y quienes creen que lo que se ha de hacer es dar una nueva vuelta de tuerca para lograr la erradicación —igualmente ilusoria— del independentismo y, de paso, sentar las bases de una regresión autonómica.

En ambos lados hay quien trabaja para sacar rédito electoral de la estrategia de la tensión. Mientras Albert Rivera o Pablo Casado claman para que se aplique de nuevo y con más contundencia el artículo 155 de la Constitución, el tándemPuigdemont- Torra amenaza con hacer caer el Gobierno de Pedro Sánchez si no accede a sus peticiones sobre los presos. No es difícil ver el interés electoral que subyace en ambas estrategias. Para Puigdemont es una cuestión de supervivencia política. Quiere optimizar unas expectativas electorales que sin los presos y el pulso al Estado irían a la baja. Y lo mismo ocurre con Casado y Rivera, que han hecho del conflicto catalán su talismán electoral.

De la habilidad que demuestren losmoderados y realistas de uno y otro lado para zafase de la espiral de radicalidad que promueven sus extremos depende que se pueda encauzar el conflicto hacia planteamientos posibilistas y de negociación. Para ello, es preciso que Pedro Sánchez, como Ulises, cierre sus oídos al griterío y ponga sobre la mesa algo más que una oferta genérica de diálogo. Parece un contrasentido, pero sus posibilidades de supervivencia política dependen de su valentía a la hora de afrontar esta cuestión y de la habilidad que tenga para zafarse de quienes únicamente están interesados en tensar la cuerda. Solo una oferta creíble sobre la que negociar puede rebajar la pulsión independentista en Cataluña y esta es a su vez la condición para dejar sin argumentos a quienes atizan y utilizan el conflicto para apearle del Gobierno.

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