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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Doble traición

El nuevo libro de Aznar es un buen guion para la competencia entre Rivera y Casado por endurecer posiciones frente a Pedro Sánchez

Lluís Bassets
El expresidente del Gobierno, José María Aznar, el pasado junio en Madrid
El expresidente del Gobierno, José María Aznar, el pasado junio en MadridSamuel Sánchez

Todo empezó en 2003: la crisis europea y la secesión catalana, los populismos que ahora nos azoran y las amenazas que vienen de oriente. Y fue en el último año de José María Aznar en La Moncloa, antes de que el PP fuera desalojado del Gobierno, según cuenta el ex presidente del Gobierno en su libro El futuro es hoy. España en el cambio de época. Fueron dos traiciones, una europea y otra española, que le duelen a Aznar como dos puñaladas en la espalda. La europea corrió a cargo de Jacques Chirac y Gerhard Schroeder, seguidos por Rodríguez Zapatero, a los que acusa de romper el vínculo transatlántico, fracturar la Unión Europea e intentar organizar a Europa como un contrapoder frente a Washington. La española a cargo de los socialistas, con especial mención a Pasqual Maragall, José Montilla y de nuevo, Rodríguez Zapatero, a los que acusa de la ruptura del consenso constitucional de 1978 con la reforma del Estatuto catalán de 2006 y el intento de construcción de un frente popular.

Todo tiene relación con todo, en este relato aznarista que une el momento crítico en que abandonó el poder con la actualidad rabiosa de hoy. Cuando Chirac y Schroeder rechazaron los argumentos de George W. Bush para invadir Irak en 2003 sin mandato de Naciones Unidas, estaban abriendo la puerta de Europa a Putin, algo que, literalmente, “no está desconectado del hecho de que la inteligencia alemana certifique hoy la intervención de Rusia a favor del secesionismo en Cataluña”. En el Estatuto de 2006, fruto del Pacto del Tinell, “fabricado sobre la exclusión y el desprecio de la Constitución”, se prefiguran ya las “estructuras de Estado que años después quiso crear el proceso secesionista”. Los populismos de altísima intensidad de hoy, entre los que incluye el nacionalismo, son los polvos que vienen de aquellos lodos del “populismo de baja intensidad patrocinado por Francia y Alemania en 20032, en Europa, y por el apoyo de los socialistas y de la izquierda en general a los nacionalistas, en España.

El libro de Aznar tiene dos focos. Hay uno muy global e incluso objetivo, en el que ofrece una visión geopolítica bien ajustada, profesional incluso, que es liberal y conservadora en el sentido más clásico, como podría también salir de la pluma de los asesores de cualquier gobernante occidental. Pero hay otra, más estrecha y subjetiva, más personal e incluso atrabiliaria, fijada en torno al año de la doble traición, cuando le apuñalaron o no le hicieron suficiente caso, con las consecuencias que cabía esperar de tal desprecio. Junto a los dos focos están las zonas sin iluminar, que son abundantes y significativas: respecto a su gestión de Gobierno, los errores y embustes de la guerra de Irak, el disparate de Perejil, la corrupción del PP, sus mentiras respecto a la autoría de los atentados del 11-M en Madrid y tantos otros episodios que exigían alguna explicación de un gobernante que se dispone a poner orden a su memoria y a sus opiniones; y respecto al mundo, un fenómeno como Trump, que apenas merece un pellizco de monja por sus “comentarios incoherentes”.

La narración aznariana sería una versión más de la historia sino estuviera encaminada a una finalidad menos narrativa y más propositiva. Toda la argumentación se dirige a un mismo y único objetivo, fundamentar su posición radicalmente contraria a la reforma constitucional “urgente y viable” que plantea Pedro Sánchez, al diálogo con el gobierno catalán y con las fuerzas nacionalistas y a la “búsqueda incesante de ‘moderados’ en las filas independentistas”. Aznar no tiene dudas de que la reforma constitucional incluirá “la apertura a una fórmula de autodeterminación”. No será federal, sino que incluirá un “acuerdo bilateral”. No será ni siquiera “una reforma, sino un proceso constituyente”, que no consolidará nada, sino que destruirá el Estado.

El futuro es hoy servirá de guión en la competencia entre Rivera y Casado por endurecer posiciones frente al gobierno de Pedro Sánchez. Ahí están los antecedentes, ante los que Aznar y los suyos tienen una actitud virginal, como casandras indignadas y lúcidas que nada hubieran hecho entonces ni estén haciendo ahora para empeorar las cosas. La lectura es muy recomendable, sobre todo para los espíritus aventureros y quiméricos, habiten en Waterloo o en Lladoners. Esto es lo que hay. A la vista de las ideas de Aznar, si alguien quiere cambiar las cosas, mejor que intente recuperar el espíritu de concordia y de unidad, ya no entre los independentistas, sino entre todos los catalanistas y quienes todavía persisten en reformar España, recuperando el espíritu constitucional que supo incluir a todos, también a los nacionalistas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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